En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Cultura

Santiago Botero: 'Para mí Armstrong es el ganador de los siete Tour de Francia'

Ha sido el único ciclista colombiano que, con resultados sobresalientes, rodó bien en el ciclomontañismo, la pista y la ruta.

Ha sido el único ciclista colombiano que, con resultados sobresalientes, rodó bien en el ciclomontañismo, la pista y la ruta.

Foto:Matheo Agudelo

Una de las grandes leyendas del ciclismo nacional cuenta su historia en la Revista BOCAS.

PASCUAL GAVIRIA
Si las grandes carreras tuvieran una camiseta para distinguir al líder de los solitarios, Santiago Botero la hubiera cargado durante todas sus etapas. Comenzó en la bicicleta siendo un adolescente que rumiaba las cantaletas de su mamá. Su primer “sueldo” como pedalista fue la plata en efectivo que le dieron en su casa para que no corriera los riesgos de la excursión de último año de bachillerato en San Andrés. Ahí empezó la rutina sobre la bici, masticar pensamientos y pedalear.

Conforme a los criterios de

La edición #134 de la Revista BOCAS circula desde el domingo 26 de noviembre en los principales supermercados del país.

La edición #134 de la Revista BOCAS circula desde el domingo 26 de noviembre en los principales supermercados del país.

Foto:Ricardo Pinzón

Su primer “director” fue William Molina, un tornero de bicicletas Arbar, que le enseñó lo básico sobre la máquina. Una dupla insólita en las carreteras de Antioquia, un rubio con pinta de pasista danés y un mecánico paisa con gafas industriales y casco aerodinámico.
Botero no tomó clases en las escuelas de ciclismo, no tenía historial deportivo, no subió los grandes puertos con la grupeta de amigos. Siempre corrió solo, con su fuerza, como si el grupo fuera un simple murmullo. Incluso lejano a los capos y a los gregarios. Por eso la ‘crono’, el esfuerzo individual contra el tiempo fue su especialidad.
Las primeras glorias de los años ochenta fueron su inspiración. Las carreras oídas en el colegio, las competencias con las tapas de gaseosa vestidas con la camisa de Pilas Varta. El álbum de Panini con ‘Patro’ sufriendo y Alfonso Flórez celebrando. Y las épicas de Parra y ‘Lucho’. Ese fue el impulso que tiró a muchos a la carretera, pero Botero tenía ingredientes especiales.
Tras su retiro –apresurado por la ‘Operación Puerto’–, se convirtió en un gran comentarista de ciclismo para la TV.

Tras su retiro –apresurado por la ‘Operación Puerto’–, se convirtió en un gran comentarista de ciclismo para la TV.

Foto:Matheo Agudelo

Tal vez ha sido el único ciclista colombiano que rodó bien en las trochas, en la pista y en la ruta, en todas con resultados sobresalientes. Comenzó ganando en el ciclomontañismo, cuando ese deporte era plan recreativo de fin de semana; fue a la crono y mostró una fuerza excepcional; lo llevaron a la pista y a la semana rompió el récord nacional de los 4.000 metros y le alcanzó para estar en el mundial de 1995 en Bogotá; y en la ruta, comenzó como un pato en el Orgullo Paisa, invitado a una Vuelta a Antioquia, y terminó siendo campeón mundial de contrarreloj y ganador de la montaña en el Tour de Francia.
Botero se hizo a tientas en un ciclismo todavía empírico. Nunca siguió un método, se podría decir que hasta el final fue el novato de la carrera. Era de altas y bajas inexplicables, luchaba con su peso tanto como con sus rivales y encontraba las enfermedades en la salida de las grandes vueltas. Los titulares de prensa, un poco inflados según sus propias palabras, fueron el impulso para buscar un equipo profesional. Esas “mentiras” en papel lo ayudaron a llegar al Kelme cuando era un ciclista que apenas había quemado dos o tres etapas. En esa época ni imaginaba que iba a terminar en la televisión comentando las hazañas y las pálidas ajenas.
Tiene 51 años y está casado hace 25 años con Catalina Laverde. Tiene tres hijos: Gara, Jerónimo y Martina. Es administrador de negocios de Eafit. Luego de su retiro como profesional, ha pasado a la administración en temas deportivos, fue miembro del COC, dirigió la delegación de Antioquia en los Juegos Nacionales y ha administrado equipos profesionales de ciclismo. Además, hoy es conferencista en escenarios empresariales y comentarista de televisión.
Santiago Botero es el más exótico de nuestros ‘escarabajos’, una especie rara. Uno de los primeros colombianos en ser un ciclista completo: subía con los grandes, ganaba las cronos y no les temía a las llanas y los abanicos.
Y como en muchos de los grandes hallazgos, todo empezó con la fe y el error de un médico, Juan Darío Uribe, un hombre que siempre lo vio como un fenómeno, que lo montó en el cuento. Con otro médico, Eufemiano Fuentes, terminó la historia.

¿Cuándo se dio cuenta de que tenía unas condiciones distintas, que ya no era una aventura de juvenil sino una apuesta de largo aliento?

A mí lo que realmente me impulsó y me lanzó a tomar la línea del ciclismo profesional fue la insistencia del médico Juan Darío Uribe, que se obsesionó con que yo tenía que ser ciclista, que tenía muchas condiciones. A él se le metió eso en la cabeza.

¿Qué le vio?

Me hizo una prueba de esfuerzo y yo creo que él estaba equivocado. De acuerdo al peso uno mueve vatios; usted entre más liviano, mueve menos vatios. Eso lo tenés que dividir por el peso. Entonces yo creo que él vio el total de vatios, no se fijaba mucho en la ecuación… Y vio ese número y dijo “usted es demasiado fuerte”; creo que exageró y entonces me vendía a los periodistas y a Raúl Meza, técnico del Postobón, como una gran promesa, como “oigan, este man es un fenómeno”. Y Pablo Arbeláez, periodista deportivo de El Colombiano, copiaba todo. Y esos titulares, que realmente no tenían mucha razón de ser, diferente a digamos ser mono, ser de otro estrato, estudiar y competir, fueron lo que me dieron pie para lanzarme a ofrecerme a un equipo de afuera.

¿Cómo fue ese primer triunfo en el ciclomontañismo?

Yo nunca había ganado nada, o sea, nada es nada. Me afeité las piernas dos días antes, nunca me había afeitado, entonces era una sola roncha, todo irritado. De los nervios, no apreté la rueda, o sea la aguja; no me maté de milagro. Yo sí oía ‘ta-ta-ta-ta’ toda la carrera. No quedé sin dientes de milagro.

¿Y la llegada a la ruta?, porque el ciclomontañismo pareció siempre algo momentáneo, ¿no?

Juan Darío, el médico, me decía que el futuro no estaba ni en la pista ni en la montaña, sino en la ruta, ahí estaba el futuro económico. Entonces por ahí me fui decantando y decidí migrar primero a la pista de la mano de una desilusión. Había una carrera en Versalles, en El Retiro, y el que ganara esa carrera tenía derecho a ir a los Juegos Panamericanos. Eran los primeros juegos en los que el ciclomontañismo entregaba medallas, y para mí salir del país era toda una novedad. Me preparé bien, gané la carrera y no me llevaron. Entonces eso a mí me generó rabia. Y por esos días empezaron a hablarme al oído, “vea, haga los Juegos Departamentales de crono individual”. Los hice frente a los de Postobón y el Orgullo Paisa, todos con bicicleta aerodinámica y yo con mi bicicleta normal, y les gané a los profesionales. Digamos que ese resultado fue realmente lo que me empezó a generar convicción de que tenía al menos algo para el ciclismo de ruta. Entonces fui a los Juegos Nacionales, a hacer la persecución, y bajé el récord nacional.
Ha sido el único ciclista colombiano que, con resultados sobresalientes, rodó bien en el ciclomontañismo, la pista y la ruta.

Ha sido el único ciclista colombiano que, con resultados sobresalientes, rodó bien en el ciclomontañismo, la pista y la ruta.

Foto:Matheo Agudelo

¿Qué pasó en el Mundial del 95 en Colombia? Había muchas expectativas para los 4.000 metros y al fin solo hubo una pronta eliminación contra Arturas Kasputis.

Fui a Bogotá y no me fue bien, quedé muy aburrido. Pero eso ayudó a hacer el contacto en Duitama con Álvaro Pino, director del Kelme. Me vio como las ganas y la pasión. Y me dijo: “vea, Santiago, acá le va a tocar comer… o sea, esto no es Disney World, ni se lo vaya a imaginar. Esto es muy muy duro y lo digo porque tengo corredores colombianos que, después de seis meses, cogieron una depresión porque no andaban nada”. Ahí inició mi carrera.

¿Cómo fue llegar al ciclismo profesional?

No se me olvida la llegada a España, ese embolate, el cambio de horario. Me levantaba y salía dormido. Tengo ese recuerdo de estar como asustado, ese frío. Llevé unas zapatillitas que tenía acá, las llevé húmedas, y el primer día que salimos a entrenar, allá en Mallorca, se me partieron. ¡Ay juemadre, no tengo zapatillas! Los mecánicos me decían “cuál es su medida” y yo, hmmmm, ni idea. Era un novato, pero una cosa de risa. Y usted al lado con Escartín, tercero en el Tour de Francia, con Ángel Edo, sprinter, Cabello, ganador de la Vuelta a Mallorca; los miraba como animales extraños. Además, el español es muy tosco para hablar: “¡Botero, la puta madre, la hostia!, ¿qué estás haciendo?, ¡no aprendiste nada!” Nos trataban distinto a los colombianos, no nos pagaban mensual, no teníamos seguridad social, no teníamos nada. Era como si nos hubiéramos ido por ‘el Hueco’, como ilegales, nos pagaban cada seis meses.

¿Y esa primera carrera allá? Hay una historia con Induráin, la única vez que usted lo vio en carrera.

Era la Vuelta Mallorca. Yo no sé si es que se me bajaban las defensas o qué pasaba, y terminé con gripa. En la segunda etapa, un circuito llano, iba de último, muerto del miedo, lloviznando, con Induráin al lado, me acuerdo que me decía: “tranquilo, colombiano”, porque yo cogía la curva mojada, arriesgando, ¡jueputa, me van a soltar!, y el man vestido de arriba abajo, porque estaba empezando el año, entonces, claro, yo le pasaba al lado, así a matarme para no perder la estela del grupo, y el hombre relajado, tranquilo. Y yo matándome, pensando que me estaba jugando la vida.

¿En qué momento dijo ‘ya pagué la bisoñada, ya soy un corredor y tengo posibilidades en el lote mayor’?

Ni siquiera ese año. Tal vez fue a los dos o tres años cuando gané en Portugal el Gran Premio Mitsubishi. Iba muy bien, estaba trabajando para Ángel Edo, y él me dijo: “Santiago, ataca para que todos salgan por ti y así tener desgaste para rematarlos”, porque era el más rápido. Ataqué y gané, alcanzaron a recortar, pero no me llegaron y subí al podio; se me aguaron los ojos. Ahí dije: “sí sirvo”. Eso fue en el 98, año de mi primer Giro de Italia, el que ganó Marco Pantani. Luego voy al Tour de Romandía, con mucha montaña, y subí bien con los mejores: Zülle, Luc Leblanc, Gotti. Para mí era nuevo totalmente, y en ese Tour de Romandía quedé de cuarto. Entonces, claro, ya cayó toda la presión sobre mí: ‘Santiago es el líder del equipo’, inclusive sobre José Luis Rubiera y Chepe González. Ese giro fue durísimo, terminamos ochenta; fue el Giro que terminé seis kilos más pesado de lo que empecé.
Junto a Luis Herrera, es el ciclista colombiano con más etapas ganadas en el Tour de Francia

Junto a Luis Herrera, es el ciclista colombiano con más etapas ganadas en el Tour de Francia

Foto:Matheo Agudelo

Esa lucha con el peso, con la comida, marcó una buena parte de su vida como ciclista, ¿el menú era un gran rival?

Cuando hoy veo esos corredores que no tienen problemas con el peso, que lo saben manejar bien, digo “haber tenido yo esa capacidad”. Estoy seguro de que hubiera ganado diez veces más de lo que gané, porque para mí eso implicaba un gasto no solo mental, sino físico: someter el cuerpo a subir quince kilos, bajarlos, los riñones, el hígado, la pérdida de masa muscular; o sea, eso es forzar mucho la máquina, por eso a mí la temporada en buena forma era media, la otra mitad eran los líos de peso. Creo que incluso hay una Vuelta a España que si hubiera tenido dos kilos menos, la hubiera ganado. Fue la Vuelta que estaba con Sevilla, que le terminé ayudando. Gané tres cronos.

¿Cómo fue llegar a la carrera más grande, al Tour de Francia, el mito del ciclismo mundial?

Tengo recuerdos muy gratos de ese Tour porque llegué relajado como nadie. Quedé segundo en una etapa. Me metí en una fuga con Dekker y llegamos a definirla. Antes de la meta había una subidita, entonces yo tenía que atacarlo; yo era mejor que él subiendo. Lo ataqué durísimo y el hombre se me puso al lado, como retándome. Otra vez lo ataqué y nada, no le dolía. Y me ganó. Al otro día me dice Armstrong: “¿sabe qué me dijo el hombre ayer por la tarde?, que si usted atacaba otra vez se quedaba, iba muriéndose…” Pero el man era como Nairo, un actor, el Leonardo DiCaprio del ciclismo; el tipo iba muriéndose y me miraba con una sonrisita. En ese tour me dijo Vicente Belda al final: “Santiago, con Armstrong, usted era el que más andaba. Usted no se daba cuenta de lo que andaba”. A ese Tour llegué muy flaco por la intoxicación con una pizza después del Dauphiné: ¡bendita intoxicación, me dio alas en la montaña!

En el 2000 asomó la gloria, la camisa soñada por cualquier colombiano en el Tour y un triunfo de etapa. Muchos recordamos esa llegada en alto, donde el gesto del triunfo fue una especie de felicitación propia, un abrazo.

Todos los días que aparecía una montaña, Vicente me mandaba atacar. Llegó el día que terminábamos en Brianzón y ataqué. La fuga ya tenía tres minutos y pico. Eran como cinco o seis adelante. Nadie me siguió, coroné, empecé a bajar y los alcancé. Entonces aumenté la velocidad, me junté a la cuneta y seguí, seguí, seguí, coroné, nadie me siguió. Joan Max, el mánager, me dijo: “Ahí viene Savoldelli”, que era el mejor bajando –terminó ganando dos Giros de Italia, literal, bajando–. Y yo, ‘ay, jueputa’, entraba a la curva y la cogía así el límite, casi por el bordillo con la arenilla, yo sentía esa bicicleta así temblando, pero salía pedaleando. Bajé jugándome la vida. Ahora digo “cómo bajaba así y nunca me caí en bajada”.
Su primera bicicleta

Su primera bicicleta

Foto:Archivo particular

¿Y el gesto de celebración en la meta?

Bajé la cabeza y hubo como un abrazo. Creo que fue por lo que había sucedido previamente con el tema de la testosterona. Desde el 98 yo tenía resultados anómalos de testosterona. Entonces, en esa temporada del 99 gané en varias partes: en Andalucía quedé segundo; gané una etapa en la Vuelta a Valencia y quedé cuarto; en París-Niza quedé tercero y gané una etapa. Y en todas pasé controles, pero en todas salió el valor descuadrado. Y pasé unos exámenes en Suiza, de perfiles hormonales, y el día antes de comenzar la vuelta a España dijeron: “Botero no sale porque tiene un proceso abierto”, y para evitar escándalos, me sacaron por atrás, por la cocina, así escondido, casi tapado. A mí me lo dijo Álvaro y se me encharcaron los ojos. “Marica, yo no he hecho nada, matarme entrenando… Yo solo he hecho lo que ustedes me han dicho”; yo no entendía. Entonces esa carrera fue otra vez como volver. En fin, ese movimiento, ese gesto creo surgió de ahí, porque para mí había sido muy duro verme apartado.

Llegó la hora de la camisa arcoíris. No muchos cuentan con la camisa de pepas en el Tour y la arcoíris en la crono. ¿Qué se hizo distinto para ese triunfo?

Colombia estaba en un momento complejo ese año con el tema del secuestro. Una noche llegó a la finca de mi familia en El Retiro una gente preguntando por mí. Y decidí irme a entrenar afuera, a España, y pasar un año allá. Hice el Tour, quedé séptimo. No subí muy bien, pero tuve buen rendimiento y ganamos por equipos. Años después supe que esa visita a la finca había sido de unos amigos de bachillerato, borrachos, buscando fiesta. Ese año hice un cambio con la ayuda de unos trabajos en un túnel del viento con Ignacio Labarta en Tenerife. Es que yo la bicicleta de crono solo la tocaba en la prueba contrarreloj. Perfeccionamos la posición en la bicicleta y de ahí fui al Dauphiné y le gané a Armstrong. Nadie le había ganado y le gané como por 48 segundos. Eso fue así, resultados de una. Me acuerdo que Víctor Hugo Peña, que era compañero de Armstrong, me llamó y me dijo “Santi, por acá me pregunta Lance, ¿te tocó viento a favor o qué?”. “Pues no sé –le dije–, eso fue que calenté muy bien”. Después llegué al Tour y le gané la crono. Todo con ese cambio de posición.

¿Qué opina de Armstrong?

Según mi criterio, a pesar de su confesión sobre sustancias prohibidas, él igual hubiera ganado el Tour de Francia. Es una percepción como ciclista, no como hincha. Tampoco juzgo al aficionado que lo señala como un tramposo. Pero, para mí, Armstrong es el ganador de los siete Tour de Francia.

¿Cómo llegó a ese campeonato mundial del 2001?

Yo lo único que pedí fue que me dejaran llevar a José Luis Laguía, ganador cinco veces de la montaña en la Vuelta a España: él tenía una gran capacidad de aprenderse el recorrido de memoria y saber dónde debía forzar. Había hecho una buena Vuelta a España en la ‘crono’ y yo dije “puedo hacer una medallita”. Esa era la ilusión porque nadie la había conseguido. Fui de los primeros en salir porque no era favorito, y lo único que hicimos con el mecánico, con Robert González, fue un hechizo en la bicicleta, movimos los cambios para poder cambiar más fácil cuando me paraba en pedales. Era una bicicleta Look de mujer, talla S, un marco de ruta porque la M me quedaba muy grande. Fui mejor tiempo cuando crucé y sin tener la referencia. Ullrich apenas me metió siete segundos y Millar, cinco. Bronce. Como dijo Armstrong, “cuando Santiago está muy bien es el mejor, y cuando está muy mal, el peor”. Yo no era el tipo constante.

Y llegó el oro en Zolder 2002.

Quedé cuarto en la crono de la Vuelta a España, pero Aitor González me metió dos minutos. Pensé “con Aitor va a estar difícil”. La crono en Zolder era totalmente plana y yo sabía que Aitor había tocado el cielo con las manos y se iba a dedicar a la fiesta, y dicho y hecho. Llegué otra vez con José Luis Laguía, la diferencia era que tenía cinco kilos más que el año anterior. Vos ves las fotos y yo estaba gordo, pero era plano, plano. Yo tenía la ilusión de hacer medalla, no de ganar. Pero me fui metiendo, fui soltando y José Luis supo guiarme muy bien. Me decía “no toques el freno aquí; acuérdate que tu mejor momento es la segunda mitad, el remate”. Cuando llegué a la mitad llevaba un buen tiempo, no el mejor, pero sabía de mi buen cierre. Yo me demoraba mucho en calentar y Laguía me decía “tienes ahí la medallita”. Y al final llegamos al autódromo y ahí gané.

¿Ese fue su gran triunfo?

Yo creo que para la gente. Pero para mí el gran triunfo fue el primer Tour. Todavía sueño estar ahí. Es que todavía tengo pesadillas recurrentes. Justo esta semana soñé que iba a correr el Tour y se me quedaban las zapatillas. Todo estresado. ¿Cómo sueño eso todavía? Sueño eso, sueño que no me gradúo y que el hijueputa de Armstrong está atacando. Esas son las pesadillas y son recurrentes. ¿Por qué? No sé.

¿Y cómo fue dormir con la camisa arcoíris?, ¿cómo recuerda esa noche luego del triunfo?

Llegamos tarde al hotel y ya no había comida. Allá en Bélgica, como en Francia, tempranito cierran todo. Y yo pedí unas papas fritas y un helado. Eran las dos cosas que más me gustan y que no podía comer. Al otro día, después de la prueba de ruta, ya nos íbamos a ir y no me dejaban salir del hotel, que tenía que pagar eso. Después me enteré que Pepe Sangiovanni estaba putísimo, que cómo así, que lo pague él, ya la Federación pagó la dieta, todas las comidas. Se regó por todo el mundo del ciclismo que el presidente de la Federación no quería pagarle el helado y las papas fritas al campeón del mundo. Pero la verdad es que Sangiovanni fue un muy buen dirigente.

Y hablando del Tour, hay una imagen muy bacana en el triunfo en Les Deux Alpes, cuando intentó coger la bandera de Colombia de un aficionado. ¿Qué pasó ahí?

Ese señor me acompañaba a todas las carreras y en todas estaba a media caña, siempre con media de aguardiente. Ese día, cuando yo lo veo con la bandera dije: “Uy, esta es la ocasión para entrar con bandera, como los grandes atletas”. Y el señor se aferra a la bandera, cree que se la van a robar o yo no sé, pero no la suelta y yo jalando… No la soltó y así crucé sin bandera.

Hablemos del gran terror del ciclista recién llegado a los grandes pelotones, acomodarse en el grupo, tomar el puesto en medio de esa jauría que rueda a sesenta por hora. ¿Cómo aprendió a ir en el grupo?

Eso me mandaban para atrás facilito, porque eso es el que no toque el freno. Si usted no toca el freno, y no es hábil, se cae. ¿Entonces qué hacía yo? Me iba al fondo y otra vez de cara al viento para adelante. Yo nunca corrí con un equipo realmente. Yo sí lo digo, tenía muy buenos compañeros, pero yo prefería, con tal de no sacrificarlos y de no tener ese compromiso de que yo no fuera a rendir, quedarme callado y hacer las cosas por mi cuenta. O sea, prefería pelear la posición yo solo que decir ‘pilas, muchachos, todos, hoy voy a ganar, llévenme adelante’. ¿Y si no ganaba? Por eso no era líder. Yo era buen corredor, no digo que fuera mal corredor, pero no era líder, por eso me destacaba en los esfuerzos individuales, por eso me gustaba irme en la fuga, buscarme la vida.
Santiago Botero.

Santiago Botero.

Foto:Archivo / EL TIEMPO

¿Cómo fue el final de su carrera? ¿Fue duro terminar en medio de un escándalo mediático: la Operación Puerto?

En el 2006 explotó todo ese cuento. Yo estaba en el Phonak. Mi última carrera fue de Vuelta a Cataluña, que la perdí por un segundo. Yo estaba volviendo del entrenamiento al hotel en Madrid. Prendimos la radio del carro y “¡Atención! ¡Atención! Ha caído una red mafiosa de tráfico de sustancias dopantes”. Y yo miro a Teixeira, el masajista, y le digo: “¿oíste lo mismo que yo?”. “Sí, puta madre, se jodió esto”, me dijo. Yo quedé en shock y ahí empezó todo eso: los videos, las revistas, yo entrando al consultorio del médico, saliendo con la bicicleta, entonces que me hacían una prueba de esfuerzo a ver si había quedado bien dopado, como si me estuvieran cambiando el carburador. Unos inventos en medio del desconocimiento. Hasta que del equipo nos llamaron a Suiza, con unos abogados, pero de esos que intimidan. Y cámaras e interrogatorios. Yo nunca negué nada. Claro, Eufemiano Fuentes era mi médico. Y me dicen, “consiga un buen abogado”. Y hasta el día de hoy, nunca conseguí el abogado.

Y terminó frente a las cámaras, pero en otra faceta. Usted que siempre fue tímido, ¿cómo se siente hoy comentando ciclismo para la TV?

La televisión tiene un efecto impresionante que uno no alcanza a dimensionar y me doy cuenta es cuando termina la transmisión y en un aeropuerto, por ejemplo, alguien me dice: “¡Felicitaciones!”. Y yo, “¿por qué?, ¿qué gané?” Entonces pienso, hablar es muy fácil, porque es que correr es muy duro.

No ha dejado de montar. Esa compañera es para toda la vida. ¿Cómo vive eso de ser ciclista “recreativo”?

Ahora la disfruto mucho más que antes. Disfruto de estar solo, o sea, no tener que pensar en nada más allá de llegar arriba. Y los amigos. Yo salgo el fin de semana con los amigos y es la risa. Reírse y hacer deporte. La competencia como un juego. Todo eso para mí es como una droga.
Esta entrevista fue realizada por Pascual Gaviria
Fotos de Matheo Agudelo
Edición #134 Noviembre - Diciembre 2023
PASCUAL GAVIRIA
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
Nancy Pelosi, líder del Partido Demócrata.

EEUU

Nancy Pelosi: el arte del poder

La congresista y líder demócrata acaba de publicar un libro con sus memorias. Allí recoge parte de la historia reciente de Estados Unidos.

horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO