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Cultura

Tulio Gómez: ‘Duque me dijo: ‘No le vaya a quitar el diablito que es un diablito bueno’

Fue el fundador de la cadena de supermercados colombiana Super Inter (empresa que pasó a ser parte del Grupo Éxito)

Fue el fundador de la cadena de supermercados colombiana Super Inter (empresa que pasó a ser parte del Grupo Éxito)

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

El máximo accionista y expresidente de América de Cali cuenta su historia de superación en BOCAS

Mauricio Silva Guzmán
Tulio Gómez es, sobre todo, un tremendo negociante. Nació en la pobreza y de niño vendió empanadas. A los 13 años, entró en el mundo de las plazas de mercado y, con la consigna de los precios bajos, fundó a sus 32 –en el barrio Siloé, en Cali– la cadena de supermercados Super Inter, una empresa que llegó a tener 54 puntos en el Valle del Cauca y el Eje Cafetero y que vendió al Grupo Éxito por una cifra enorme. Hoy, es el máximo accionista de América, el club del cual fue presidente entre 2016 y 2018. Buscó la Gobernación del Valle, pero –“por una jugadita”, dice– lo inhabilitaron. Una increíble historia de superación, trabajo, astucia e intuición.

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El legendario guitarrista de Roxy Music y reconocido productor Phil Manzanera es la portada de la edición #136 de BOCAS

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Foto:Revista BOCAS

Pese a haber nacido en la pobreza –en la vereda la Cuchilla del Salado, en las goteras de Manizales–, Tulio Gómez logró convertirse en el zar de los mercados populares en el Valle del Cauca, en un empresario millonario y en el máximo accionista del América de Cali.
Tercero de nueve hermanos, a los 10 años vendió empanadas. A los 12 se fue de vacaciones a Cali y un tío le dio trabajo en una tienda de barrio. A los 13 entró en el mundo de las plazas de mercado como ayudante. A los 22 años se devolvió a Manizales y trabajó en una cantina de “coperas”, a cargo de la música y del café de greca. A los 23 volvió a Cali a trabajar en un granero. A los 25 se hizo administrador de un supermercado y desde entonces no dejó de madrugar todos los días a las 3 a. m., con el único fin de negociar carnes, frutas, verduras y granos en la mayorista, asunto en el que se volvió un experto. A los 31, después de intentarlo varias veces, terminó el colegio en una institución nocturna. A los 32, junto con su cuñado Raúl Giraldo (hoy, máximo accionista del Deportivo Independiente Medellín), abrieron en el barrio Siloé (en Cali) el primer local de la cadena de supermercados Super Inter, una empresa que llegó a tener 54 puntos en el Valle del Cauca y el Eje Cafetero y que, en el 2019, vendieron por una cifra astronómica al Grupo Éxito.
Tulio Alberto Gómez Giraldo tiene 62 años. Fue y es un ávido lector de Kalimán y Condorito. Su libro de cabecera es Winning, de Jack y Suzy Welch. Todos los viernes por las tardes juega billar, al mismo tiempo que –entre tacada y tacada– desarrolla su vocación de D.J. (baladas, rancheras y boleros son su especialidad). Su plato favorito: el pollo sudado.
Es un hombre de frases. Dice que se ha inventado algunas y que ha adaptado y adoptado las de otros: “Uno no se quiebra vendiendo barato, uno se quiebra vendiendo poquito”; “Gánese el corazón de la gente, que así usted le llega al bolsillo”; “Volumen, pago al contado y cero intermediarios”; “Para sacar oro hay que ir al fondo de la mina”; “La alegría de un precio bajo se pierde en la amargura de una mala calidad”, “Vender volumen sin rentabilidad es como tomar sopa con tenedor”; “El mejor negocio es comprar negocios quebrados”; “Si no tienes dinero, no tienes opciones; el que tiene el dinero, te pone las condiciones”. Y así va por el mundo.
Fue presidente  del equipo de fútbol de Colombia América de Cali entre los años 2016 y 2018.

Fue presidente del equipo de fútbol de Colombia América de Cali entre los años 2016 y 2018.

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

De hecho, su innata habilidad en los negocios lo llevó a convertirse –con el 92,7 %– en el máximo accionista del América de Cali, el club del cual fue presidente entre 2016 y 2018 y en el que nombró en la presidencia, desde los primeros días de enero del 2024, a su hija Marcela Gómez. Hoy, además de ser el número uno de “La Mechita”, es el accionista mayoritario de varias marcas: las salas de cine Izi Movie, los relojes Kairos, las comidas rápidas La Arepería, el proyecto de casas campestres Gran Reserva, las carnes Don Tulio Gourmet, el hotel Solare Sai, el proyecto Lagos de Maracaibo y los supermercados La Montaña.
También incursionó en la política, pero, “por una jugadita”, dice, en octubre del 2023 el Consejo de Estado inhabilitó su candidatura para la Gobernación del departamento del Valle del Cauca. Dicen los analistas que tenía posibilidades de ganar.
Es un tipo desabrochado. Salta de un tema al otro. Es disperso. Vive pegado al celular “resolviendo chicharrones” y “haciendo negocios”. Evidentemente es un tipo jodido, pero posee cierto carácter noble. Es simpático. Todas las semanas ayuda a una persona de su entorno. Myriam –su señora, su mano derecha y la mujer que con éxito ha llevado la tesorería de la empresa familiar–, dice que su marido se pasa de bueno y que “Tiene dos tetas de leche”.
Tulio es, sobre todas las cosas, un tremendo negociante.

¿Cuál fue su primer trabajo a los 10 años?

Mi padre tenía un puesto de papa y panela en un supermercado en Manizales. Mi madre, por las noches, hacía empanadas. Yo las vendía en el puesto de mi papá a 20 centavos y a veces, como no alcanzaba para la carne, mi mamá le metía la cascarita de la papa para que pareciera carne. Entonces la gente me decía: “Esas empanadas son tan aseadas que no tienen un mugre de carne”. Luego vendí quesos. Me la rebuscaba.

¿Cuándo llegó a Cali?

En noviembre de 1971. Llegué a los 12 años al barrio Obrero. Mi tío tenía una tienda y yo le ayudé sirviendo cerveza y gaseosa. Yo hacía las cuentas rápido y eso le gustó a él. Entonces llamé a mi mamá y le dije: “Yo me quedo en Cali, aquí se gana platica”. Y pues, en esa pobreza, a ella le pareció bien.

¿Cómo entró en el mundo de los abarrotes?

Me metí a trabajar donde otro tío que tenía un puesto de verduras en el barrio Popular. Ahí, a los 13, empecé vendiendo frutas y verduras. Luego me fui para donde otro tío que tenía un granero. Entonces me volví un experto en surtir tiendas de barrio. Durante 35 años de mi vida madrugué a las 3 a. m., rumbo a la mayorista. Luego, a los 16, me fui a trabajar a la galería de Santa Helena, primero con un tío de mi señora, en otro granero, y después, como a los 25, fui a administrar un punto del supermercado Nutibara. Ese fue mi último trabajo como empleado.
Tulio Gómez en BOCAS

Tulio Gómez en BOCAS

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

Pero tuvo una temporada –una vuelta a Manizales– en la que trabajó en un café de ‘coperas’. ¿No fue así?

Sí. Volví en unas vacaciones y un tío tenía un café. Eran los años 80 y en esa época no había prepagos, sino que había cafeterías atendidas por mujeres a quienes llamaban ‘coperas’. Y si un cliente le gustaba, pues se iba con él. Yo manejaba la música ahí, además de la greca para servir el café. Por eso soy melómano y soy coleccionista de música. Y sé hacer café. En esas estuve un año.

¿Cuándo y dónde abrió su primer supermercado Super Inter?

El 7 de octubre de 1992, a las diez de la mañana, en Siloé (Cali). Tenía 32 años.

¿Por qué ese nombre?

Porque ahí, en ese local, había un supermercado que se llamaba el Inter y tenía buen reconocimiento en el barrio. Y en ese entonces había un Ley en Unicentro que lo cambiaron por Super Ley y dije: si hay un Super Ley, pues tiene que haber un Super Inter. Me conseguí un diseñador y le dije: “póngale la palabra Super y pongámosle encima un carrito de supermercado”. Si en un restaurante hay unos cubiertos y en un hospital una cruz, pues en un supermercado debe haber un carrito.

¿Optó por ofrecer precios bajos desde el principio o eso vino después?

Eso llegó poco a poco. Yo venía del mercado mayorista y tuve que adaptarme al retail, al detal. Me dediqué a manejar los indicadores, la venta por empleado, el ajuste de rentabilidad. Entonces empecé a buscar cómo venderles más barato a los clientes. Luego me di cuenta que debía sostenerme en cuatro pilares: verdura, carne, granos y marcas propias.

La primera marca propia fue una línea de bolsas de basura. ¿Por qué?

Porque en Cali la gente empacaba la basura en las bolsas de los supermercados. Yo veía mucha bolsa de La 14. Entonces lancé bolsas con el logo grande de Super Inter, las puse baratas y esas, en la calle, me ayudaron a posicionar la marca. Y funcionó muy bien esa publicidad.

Hay una frase que usted implementó en sus supermercados: “Una isla de pérdidas es un océano de ganancias”. Tradúzcala con un ejemplo.

Un producto le puede dar pérdida si lo deja barato, pero ese mismo le genera el tráfico. Un día vi que en la mayorista había un campesino que tenía un viaje de 135 bultos de papa, es decir 10 toneladas. Nadie le paraba bolas y ese señor, que venía de Ipiales, estaba pidiendo 12.000 pesos. Yo le dije: “le pago a 10.000 pesos la papa y se la pago de contado, eso sí, me la descarga en el supermercado”. Así hicimos, me la puso en Siloé y ese mismo día puse la papa a 100 pesos la libra. Regalada. Entonces puse un aviso afuera bien grande: “Papa a 100 pesos la libra”. También me conseguí un carro con perifoneo para que diera la vuelta en el barrio. Y eso empezó a llenarse, y el fin de semana vendí toda la papa y, claro, la gente compraba más cosas. El lunes siguiente le compré un dobletroque de 280 bultos de papa. La gente iba por la papa, que era la isla, y encontraba el resto, que era el océano.
Tulio Gómez en BOCAS

Tulio Gómez en BOCAS

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

Y ahí entran otros dos conceptos que usted desarrolló a lo largo de su carrera: no intermediarios y pago al contado.

Para vender barato hay que comprar barato y para comprar barato hay que tener tres premisas: volumen, pago de contado y cero intermediarios. Yo iba hasta los cultivos de los campesinos. Luego hice lo mismo con el huevo y luego con la carne; fui a buscar las avícolas y los hatos directamente. Yo les pagaba de una porque los campesinos no tenían acceso al crédito y para ellos era mejor vender barato y tener la plata de una y completa. Ya con su platica, pues ellos compran la semilla y les pagan a sus obreros. Viajé por todo el país en busca de comida y me enamoré de Colombia y sus paisajes hermosos. Y reafirmé mi ancestro campesino. Yo entiendo bien al campesino, yo conozco sus necesidades y sus problemas.

También viajó por Ecuador y Perú en busca de mejores precios.

De Ecuador, los productos del mar, el aceite de girasol, de palma, de soya, el detergente líquido y el jabón. Y de Perú, la cebolla, el ajo y la harina de pescado. También traje grano de Canadá.

Entiendo que usted empezó a asistir a cuanto congreso había sobre venta al detal: en México, Chile, Panamá, Estados Unidos… ¿Qué ideas puntuales aplicó en su negocio?

Varias. En uno de esos entendí que una cosa es el comprador y otra el consumidor. Que el padre o la madre son los que compran, pero el verdadero consumidor son los niños, que valen un montón. Por eso metí leches infantiles y pañales, que son muy costosos, a precios bajos. Eso fue un éxito.
Tulio Gómez en BOCAS

Tulio Gómez en BOCAS

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

Otra máxima suya es: “Gánese el corazón de la gente, que así usted le llega al bolsillo”. ¿Cómo aplicó eso en sus supermercados?

Procuramos nunca especular cuando un producto se ponía muy caro. Nosotros les bajábamos la rentabilidad a los productos que estaban en alza para no castigar el bolsillo del cliente. Eso genera fidelidad.

Otra de sus frases de combate ha sido “El mejor negocio es comprar negocios quebrados”. Usted empezó a comprar locales y a extenderse en el Valle, Risaralda, Quindío, Caldas...

Supermercados de 500, 1.000, 1.500 metros. Crecimos rápido, por los precios.

Todos fueron muy rentables, excepto uno, Cúcuta. ¿Por qué quebró allá?

Chaves tenía subsidiado todo en Venezuela y allá, que es frontera, un tarro de champú de H&S, que nosotros lo vendíamos en 12.000, ahí, afuera, en el semáforo, lo vendían a 5.000 pesos. Allá era imposible competir. Perdimos mil millones en menos de un año.

Otra pérdida importante que tuvo fue cuando se lanzó al negocio de la ropa.

Un amigo de mi señora le dijo que se metiera al mundo de la ropa, a vender marcas de ropa. Creamos SuperBrands, abrimos una tienda en el centro comercial Santa Bárbara, en Bogotá. Ahí perdimos dos mil millones de pesos. Un fracaso.

¿Cuándo llegó el Éxito a comprarles el negocio?

En el 2010.

¿El acercamiento fue de ellos o de ustedes?

Primero llegó un alto directivo del BBVA y nos dijo que había una empresa que quería entrar a Colombia. Yo le dije a mi señora, “mi amor, llegó la hora de vender”. Y ella me dijo: “¡cómo se le ocurre!”. Entonces apareció Carlos Mario Giraldo, del Éxito. Empezamos a hablar y nos demoramos un año en la transacción.
Tulio Gómez en BOCAS

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Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

¿Es cierto que en la mitad del proceso Fuad Char, y su Olímpica, se metió en la pelea de la oferta?

Sí. Don Fuad Char, muy querido, intentó. Pero solo me ofreció la mitad de lo que valía.

¿Por cuánto vendieron los Super Inter?

No lo puedo decir… pero lo vendimos muy bien. Eran 54 supermercados y algo más de 4.000 empleados que siguieron con sus puestos.

Entiendo que, tras la venta, usted repartió 3,5 millones de dólares entre sus empleados.

A todos les dimos de a 10 o 12 millones. Nuestra empresa creció gracias a ellos. Era nuestro recurso más importante.

Supe que con la plata que les entró, entre otras inversiones, usted le compró cinco barcos al gobierno venezolano. ¿Por qué?

¡Ay! Eran barcos petroleros para chatarra, un negocio que parecía hermoso. Pero nos tocó una época difícil. Unos funcionarios que habían sido de PDVSA nos “secuestraron”, entre comillas, nos dijeron que esos barcos eran del terrorismo, nos extorsionaron, nos tocó pagar un montón de plata. Pura corrupción. Ahí perdimos un poco de plata.

O sea, ¿lo tumbaron?

Sí.

¿Y qué pasó con esos barcos?

Después se los vendimos a una empresa turca. En esas conocí Capadocia, monté en globo, me metí a una ciudad subterránea, en fin.

Entre sus muchas inversiones, entiendo que también se hizo socio de los hijos del expresidente Álvaro Uribe, Tomás y Jerónimo.

Sí, nosotros nos metimos con ellos en el negocio de los centros comerciales, Barrancabermeja, Montería; ahí hay una platica. Esos pelaos son bella gente.

¿Por qué decidió comprar acciones de América de Cali en el 2015?

Oreste Sangiovanni fue el que le metió el hombro al club y no dejó que desapareciera. Él nos llamó a mí y a otros inversionistas: “compren deudas y se lo devolvemos en acciones”, nos dijo. Yo pagué como 11.000 millones en deudas y me quedé con el 15 por ciento de las acciones. Y era un sueño porque soy hincha del América desde niño. Yo vi al ‘Pinino’ Mas, a ‘la Fiera’ Cáceres, a Alfredo Gay.
Tulio Gómez en BOCAS

Tulio Gómez en BOCAS

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

Curioso que haya entrado cuando el equipo estaba en la B.

Eso fue muy duro, yendo a Apartadó, a pueblitos… Después de haberse paseado por los grandes escenarios de Suramérica y que ahora nos tocaba por allá en esos peladeros, ¡no!

¿Por qué decidió ir por más acciones?

Fui entendiendo que entre cinco era muy difícil: mandábamos todos y ninguno. Entonces le fui comprando al uno y al otro. Al último que le compré fue a Oreste Sangiovanni y me quedé con el 92 por ciento.

¿Y por qué su sueño, con cara de obsesión, de ser el dueño de América?

Lo primero que hizo mi cuñado y socio Raúl, cuando vendimos Super Inter, fue comprarse el DIM. Como soy hincha, al igual que mis hijas, vi una linda oportunidad de devolverle algo al Valle del Cauca, que me lo dio todo. Mi tarea fue hacer ascender al equipo a la A y, para eso, Raúl me envió varios jugadores, entre ellos Bejarano, Herner, Arboleda. Luego traje a un técnico de la A, que era Hernán Torres, un hombre serio y disciplinado. Para evitar las tentaciones de la rumba de esta ciudad, él me pidió que nos diéramos la pela de concentrar 35 personas en el hotel NH. Yo accedí y armamos un grupo bravo. Gracias a Dios ascendimos.

¿Hubiera vendido el América si no suben?

No. Yo soy un hombre que no se da por vencido.

Luego logró su primer título en la A, en el 2019. ¿Es cierto que, para eso, le hizo una ‘limpieza’ al club con un cura?

Un día, frente a nuestras oficinas en Ciudad Jardín, había una señora echando cosas ahí en la puerta, ahí en frente. Me dijeron que eran cosas raras. Entonces llamé a un padre polaco, que había estudiado con Juan Pablo II, que nos daba la misa. El padre le echó la bendición al lugar, le echó agua bendita, luego fue a la sede de Cascajal e hizo lo mismo. Entonces nos dijo que teníamos que quitarle el diablo al América.

¡Uy, cierto! Cambiaron el diablo por una A. Pero no faltó polémica.

Hicimos el escudo de la A y el padre le echó la bendición. Y con ese escudo quedamos campeones. Pero se me vino todo el mundo encima: ¡cómo así que están profanando los símbolos del América! Hasta Iván Duque, que era el presidente del país en ese momento, me llamó: “No le vaya a quitar ese diablito que es un diablito bueno”, me dijo.

¿Va a construir el estadio del América?

En el América tenemos un problema. Cuando en el Pascual Guerrero no podemos jugar, porque hay algún evento u otra cosa, nadie nos presta el estadio. Si el alcalde dice que sí, la Policía dice no. Entonces siempre hemos querido tener un estadio. Hoy se presenta la oportunidad. José Mejía, un empresario que estuvo en el estadio de Cali, nos propuso diseñar un proyecto enorme.

Entiendo que es una ciudadela. ¿Quién la va a hacer?

Urbas, una empresa constructora española.

¿Y el capital?

Capital y socios de Catar.

¿Qué va a tener el proyecto?

Un estadio multieventos, con la cancha montada sobre rieles, con una cancha de tenis, con pistas para artistas, con techo retractable, que vale unos 80 o 100 millones de dólares. Ya nos ofrecieron un lote en la vía Jamundí-Cali. También habrá un centro comercial; un hotel especializado para equipos de fútbol con cuatro canchas de fútbol; un parque internacional; una clínica deportiva. Estamos hablando de 500 millones de dólares, más o menos.

Será otro gran negocio para usted. ¿O no?

Nosotros vamos a tener un estadio propio, una sede propia. ¿Cómo paga América ese estadio? Hay que vender 450 suites y 247 palcos. Necesitamos compradores para lograr un punto de equilibrio. Para empezar el estadio, los españoles tienen que vender en planos, lo mismo que hace cualquier constructora que va a hacer un edificio. Cuando ya tenga vendida una parte, empieza la construcción.

¿Usted cree que es un hecho?

Sí. Es un gana-gana para todos.

Usted siempre ha estado metido, de alguna manera, en la política: apoyó a Luis Alfredo Ramos en Antioquia, a Álvaro Uribe para la Presidencia, pero también a políticos de izquierda y del centro como Angelino Garzón y, recientemente, Alejandro Eder. Antes que otra cosa, ¿es amigo de Uribe?

Sí, soy buen amigo de Uribe y de Ramos y de varios senadores del Polo. Yo tengo amigos en todos lados. Tengo amigos en la izquierda, la derecha y en el centro. Yo no tengo partido político.

¿Por qué quiso aspirar a la Gobernación del Valle?

Yo llegué al Valle en la completa miseria. Entonces dije, devolvámosle algo al Valle que me lo dio todo, a sus campesinos, a sus empresarios, a su gente. Sé cómo impulsar el turismo y sé que debemos hacer grandes obras de infraestructura. Pero me sacaron de la pelea.

Los analistas decían que usted tenía muchas posibilidades de llegar a la Gobernación, pero lo inhabilitaron. ¿Qué pasó?

Me inventaron, con una jugadita, que yo era contratista del Estado, solamente porque el América alquilaba un local del estadio que es de la ciudad. Pero yo nunca he contratado con el Estado. Me sacaron de la contienda. Me inhabilitaron. Dios sabe cómo hace sus cosas.
Tulio Gómez en BOCAS

Tulio Gómez en BOCAS

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

¿Va a seguir en política?

No lo sé, pero sí apoyaré a buenos líderes, porque necesitamos que nuestro municipio y nuestro departamento esté gobernado por gente honesta, transparente, que trabaje con eficiencia por el país.

El hincha del América sigue molesto con la novela de la supuesta llegada de Arturo Vidal. ¿Qué pasó?

Arturo Vidal siempre viene por aquí porque su novia es caleña. Entonces la prensa empezó a decir que a Vidal le gustaría trabajar en el América y, ante tantos rumores, dije, “pues vamos a llamarlo”. Vidal me contestó, le pregunté si quería venir y me dijo que sí, que sí le gustaría. Me pidió una plata, yo le conseguí la mitad, después le pedí a Cerveza Águila y a las Hamburguesas Burger King y llegué al 80 por ciento de las pretensiones. Entonces apareció Boca Juniors y Colo-Colo en la puja. Entonces dijimos “no, nos retiramos de la negociación porque ya estamos compitiendo con unos clubes que tienen otros capitales”. Quedamos para otra oportunidad.

Pero la prensa lo confirmó.

Lamentablemente el periodismo se ha ‘perrateado’. Ya cualquiera con redes sociales se cree periodista y hoy hay síndrome de la chiva, no importa si es verdad o mentira. Yo escribí un trino clarito: “Vidal no ha firmado con el América, estamos en negociaciones”.

Y después anunciaron a Gareca.

También hablé con él, había dicho que sí quería venir, muy querido, y estaba listo. Pero lo llamó la Federación de Chile y le ofrecieron el triple.

Usted dijo que la que se había apurado era Marcela, su hija, la nueva presidenta del América.

Lo que pasa es que Marcela lo anunció. Ella lo dijo porque pensó que ya era un hecho. La cosa no salió, pero Marcela es la presidenta y puede anunciar lo que sea. Ella tiene todo mi respaldo.

¿Qué pasó con su hermano que años atrás terminó envuelto un tema de narcotráfico?

Tenía 18 años cuando se fue para Estados Unidos. Se fue de mula y lo cogieron. Eso fue hace 33 años. En la campaña a la Gobernación, mis rivales, como no me encontraron nada porque he sido transparente, se pusieron a espulgar mi vida y encontraron eso. Mi hermano cayó por unas chichiguas, entonces le dijeron que si cantaba quién era el dueño del envío le daban seis meses. Y él no quiso y pagó su pena. Le metieron diez años porque no quiso decir nada y, encima, se declaró culpable.

Tulio, ¿cuál es su mayor defecto?

Tengo muchos. Creo que el peor es ser disperso.

¿Y cuál es su mayor cualidad?

La pasión por ayudar a la gente. Claro que también puede ser un defecto porque algunas veces me pongo de servicial y termino metiéndome en problemas.

¿Qué le ha faltado por hacer?

A mí me hubiera gustado ser cantante, lamentablemente la voz ya no me da. También quise ser un buen bailarín. También quise aprender bien el inglés.

¿Es cierto que llegó a ser semiprofesional del billar?

Llegué a competir en torneos, pero categoría segunda y tercera porque los profesionales son muy tesos. Pero me divierto mucho, la paso rico y en esas pongo mi música. Desde hace 35 años.

¿Tiene claro su epitafio?

No, pero sería algo como: “Un tipo que le metió pasión a todo lo que hacía”. O también puede ser: “Si te vas a meter en algo, es con todo. A medias, nada”.
Esta entrevista fue realizada por Mauricio Silva Guzmán, editor de la Revista BOCAS
Fotos de Alfredo Camacho
Edición #136 
Revista BOCAS
Mauricio Silva Guzmán
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