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Cárcel La Picota, Bogotá

Cárcel La Picota: radiografía de un sistema corroído por la extorsión

El complejo penitenciario más grande del país es uno de los principales focos de extorsión carcelaria en Colombia. Las operaciones policiales contra ese delito nada afectan a la extorsión que es pan de cada día para la mayor parte de los más de 8 mil internos. 

La Picota: radiografía de un sistema corroído por la extorsión

El complejo penitenciario más grande del país es uno de los principales focos de extorsión carcelaria. Las operaciones policiales no afectan ese delito que es pan de cada día para la mayor parte de los más de siete mil internos. 

Carlos López

Redacción Justicia

Efraín, que ya está viejo y ha pasado gran parte de su vida en prisión, dice que "todos creen conocer cómo es una cárcel, pero nadie sabe cómo es la realidad hasta que se vive en ella". No revela el número, pero cuenta que está a pocos meses de quedar libre, y aunque tampoco da detalles de cómo ve su vida fuera de las rejas, dice que siente un alivio porque puede hablar sin el temor que sus compañeros nuevos de patio sí aguantarán por años.

(Vea en realidad virtual cómo viven los presos en una estación de Policía)

Eso, sin embargo, no lo libra de pedir que se cambie su nombre, por seguridad. "La cosa está muy complicada, nadie quiere hablar de lo que pasa", dice y añade que a nivel general en las cárceles persisten tres problemas: la mala alimentación, la extorsión y el hacinamiento. En ese orden.

La cárcel de Efraín es La Picota, que alberga a otras 7.308 historias de personas que en su mayoría están condenadas y que saben que están en uno de los centros de reclusión más 'pesados' del país: tanto por el perfil de muchos de los internos —desde parapolíticos hasta grandes capos— como por los alcances de las mafias que se mueven tanto adentro como afuera y que siguen mostrando su poder con fugas inconcebibles como la de Matamba, hace tres años. El preso reitera que allí pasa de todo de manera clandestina y que si se quiere tomar una muestra de cómo es el sistema penitenciario en el país —lo bueno y lo malo— se puede tener como este imponente lugar de amplias zonas verdes y edificios grises.

Otra persona, en un espacio distinto y quien para esta historia se llamará David, comenta: "Si usted tiene dinero, en La Picota puede negociar lo que sea". Y es que ha sido el centro de reclusión en el que se han protagonizado fiestas con música a todo volumen y trago incluido, grandes incautaciones de elementos prohibidos y las más recientes operaciones contra el flagelo que enfrente el país: las llamadas extorsiones desde prisión. Pese a todos los operativos y medidas, como el traslado de presos, desde este centro de reclusión siguen saliendo todo tipo de mensajes intimidatorios en contra de ciudadanos del común, comerciantes y jefes de bandas rivales.

Con sus miles de detenidos —la mitad de lo que le cabe al Movistar Arena de Bogotá—, este centro de mediana y máxima seguridad representa el 7,1 por ciento del total de la población carcelaria de Colombia.

Entre sus tres estructuras, con 34 pabellones, uno de los espacios más famosos es el llamado 'Congresito', el patio de los políticos y funcionarios condenados por corrupción, en el que —dicen— los precios de todo lo que se negocia en una cárcel se duplican y más.

Esas divisiones por perfiles, que están amparadas en las normas, llevan a que el hacinamiento no se vea de la misma forma: hay más gente amontonada en la estructura 1 que en la 3, por ejemplo, siendo la 2 —que incluye al 'Congresito'— la que más comodidades tiene. En general, ese complejo carcelario, que queda hacia Usme, al sur de la capital, tiene un cupo para 6.123 personas, es decir que la sobrepoblación está en el 19,3 por ciento, unos 10 puntos por debajo del promedio nacional.

'El bautizo'

Efraín aclara: las extorsiones empiezan a verse desde que usted entra a las celdas primarias, el lugar de tránsito al que llega cada recluso mientras los funcionarios evalúan su perfil para así repartirlo a los distintos patios. Suelen tenerse en cuenta, por ejemplo, si son reincidentes en algún delito, pero esa regla se sigue en el caso de los presos que no tienen contactos adentro, pues hay guardias que reciben mensajes de internos diciéndoles que "el patrón" —o el 'pluma' o 'cacique'— quiere que tal capturado vaya a un determinado pabellón. Muchos lo cumplen: saben que hay un pago o una amenaza de por medio.

Para los que no corren con esa suerte —que a veces es todo lo contrario—, el paso por primarias es el punto de partida de lo que ocurre adentro con las mafias que cobran hasta por el lugar en el que se pagará una condena. "En primarias nos sacaron cuchillo, los funcionarios no hacen nada, nos sacaron nuestras pertenencias, traía un buso de capota de una marca cara y no hicieron nada", subraya un interno llamado Kevin, quien remata diciendo que el que denuncie asume las consecuencias.

Todo eso ocurre a los ojos de funcionarios del Inpec. Los arreglos entre la guardia e internos son esos de los que Efraín dice que nadie habla abiertamente, pero de los que él, David, Kevin y otros internos de La Picota pueden decir que los hay por montones y que permiten, en parte, tener cierto control sobre la prisión. Es decir, si no hay una mafia, banda, 'pluma' o 'cacique' que ejerza la voz de mando, para las autoridades se haría difícil controlar a tantos presos, y más con el hacinamiento: a veces hay un solo guardián para 200 personas.

Una vez pasadas las primarias y los papeleos que hace el Inpec con base en la orden del juez, se asigna al detenido a un determinado patio. "Llegué y no sabía cómo era el tema, había mucho hacinamiento, llegué durmiendo en el piso, después compré una celda, en ese entonces costaba 300.000 pesos la plancha donde uno podía poner sus cosas", cuenta Kevin, quien hace un par de años salió de La Picota.

Esos 300.000 pesos que dio esa vez por dormir con cierta comodidad se los pasó al 'cacique', quien impone a ojo cuánto cobrarle a cada persona. En prisión se cumple el dicho de que primero miran la cara y luego dicen un precio, algo que pasa hasta en los patios con criminales de alto valor. Y es que incluso cuando llegan grandes capos a las prisiones, ellos no son los que mandan, sino que dejan que el control lo lleve el jefe de cada patio, quien mantiene comunicación con la guardia.

Después de pagar por un lugar para dormir, vienen los servicios adicionales: celular, sim card, cervezas, licores y hasta televisores o radios. Cada uno tiene un precio singular, pero los cobros pueden llegar hasta un millón de pesos. De hecho, la corrupción interna está tan montada que cobran hasta por cambiar los nombres de los visitantes que legalmente pueden variarse a los tres meses. Si el preso quiere una compañía especial en un determinado fin de semana, eso le vale, así como desaparecer de los registros el nombre de quien lo fue a ver.

Para algunos de los internos que contaron su historia, básicamente la cárcel funciona con una especie de estratificación, en la que cada pabellón tiene sus precios distintos e impone las reglas que quiere, a veces con complacencia del Inpec, otras veces sin ella, aunque con la amenaza de que aquel funcionario que no acceda, puede estar en riesgo de ser atacado, como se ha visto en últimos episodios a lo largo del país.

Las redes extorsivas

"Llámeme en la tarde, que es cuando puedo contestar". Esas palabras son las que suelen repetir internos que quieren comunicarse a través de celulares prohibidos con personas del exterior. En el mejor de los casos los usan por asuntos íntimos o familiares, pero en videos han quedado registradas las amenazas y extorsiones que personas como alias Castor, alias Negro Ober, alias Kener y demás detenidos han lanzado contra el Inpec y sus enemigos en las calles.

Eso llevó a la entidad a cargo de la custodia a lanzar junto a la Policía la Operación Dominó, que busca contener las extorsiones que salen de 31 personas en especial desde distintas cárceles, siendo La Picota una de ellas. Frente a esto, tan solo el año pasado, de acuerdo a datos de la Fiscalía, se incautaron 860 celulares y 3.598 sim card. Mientras que el jefe del Inpec, el coronel Daniel Gutiérrez, dijo a comienzos de marzo que en el marco de ese plan se han hecho 670 operativos que dejaron el decomiso de 3.950 celulares en cárceles de toda Colombia, donde también han caído judicialmente funcionarios de su institución.

Eso, sin embargo, para algunos internos, se queda en paños de agua fría, y más en La Picota donde David cuenta que supuestamente la guardia se deja comprar más fácil que en otras cárceles del país, de las cuales tiene información debido a amigos que pagan por esos mismos beneficios que les permiten vivir con comodidades. 
CARLOS LÓPEZ
​Redacción Justicia

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