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Lecturas Dominicales

Caliwood y las tremendas fiestas en Colombia del director de La virgen de los sicarios

El cineasta Barbet Schroeder:, director de La virgen de los sicarios

El cineasta Barbet Schroeder:, director de La virgen de los sicarios

Foto:Archivo. EL TIEMPO

Luis Ospina traza un delicioso perfil del director, en 'Un cine de papel, guiones y otras letras'.

luis ospinaPeriodista cultural
“Barbet Schroeder está inspirado por el ángel del peligro y de la locura, por las alas de la risa y el vértigo. ¡Joder!, todos podemos sentirnos felices porque todavía existen tipos así”.

Conforme a los criterios de

Charles Bukowski.
Los caminos del cine son largos y culebreros y, en el mejor de los casos, conducen a Cannes. Digo esto para explicar que a Barbet Schroeder lo conocí por triangulación. En el Festival de Cannes de 1978 coincidimos trece colombianos y todos nos hicimos pasar por periodistas o productores, cuando en realidad éramos una pandilla de jóvenes cinéfilos que nos habíamos descolgado desde París para caer en la Costa Azul con poco dinero y muchas ganas de ver cine. Aprovechando que Rainer Werner Fassbinder estaba en el festival presentando Desesperación, el fotógrafo Hernando Guerrero y el programador del Festival de Cine de Cartagena, Víctor Nieto Jr., no tuvieron ningún reparo en tocar la puerta de su habitación del Hotel Martínez.
Abrió la puerta el propio R. W. F. envuelto tan solo en una toalla. Apenas los extraños dijeron que eran colombianos, el mítico director los hizo seguir, quizá por su afición a cierto producto colombiano muy en boga en esa época. Los hizo seguir y los invitó a tomarse unos tragos y quién sabe a qué otras cosas más. Después de ese encuentro, Hernando y Víctor nos dijeron que toda la delegación colombiana de cinéfilos estábamos invitados a su cumpleaños en París.
Llegó el 31 de mayo y, en compañía Karen Lamassonne y de Víctor Jr., nos dirigimos hacia el lugar de la celebración: un restaurante muy chic y muy caro que R. W. F reservó para esa noche. Entramos y nos sentamos en la puerta más cercana de la salida pues todavía no había llegado ningún invitado. Nos sirvieron copa tras copa de un vino exquisito y poco a poco fueron llegando los invitados, entre ellos Jeanne Moreau e Ingrid Caven, fugaz esposa de R. W. F.
Finalmente, cerca de la medianoche, llegó el cumpleañero y por casualidad se sentó a fumar y a beber en nuestra mesa. Él, desde luego, no comió nada; solo fumaba cigarrillo tras cigarrillo, expresándose tan solo en monosílabos. Sentado a mi lado estaba un hombre alto y corpulento con pinta de oficial prusiano. Le pregunté cómo se llamaba y me dijo: Barbet Schroeder.
Inmediatamente su nombre me remitió a las películas que había visto dirigidas por él: More (1969), La vallée (1972) y Général Idi Amin Dada: Autoportrait (1974). Como yo sabía que él había vivido en Colombia, iniciamos una fluida conversación. Me contó que había vivido en Bogotá cuatro años (de los siete a los once años) y que recién llegados ocurrió el Bogotazo, un suceso que le dejó imágenes difíciles de olvidar.
En 1983 me lo volví a encontrar cuando los dos asistíamos al Festival de Cine de Cartagena, pues él iba a presentar Tricheurs, su más reciente película. A partir de ese momento, como era un afiebrado de la fiesta brava, sus visitas a las ferias de Cali se volvieron habituales.
El director caleño Luis Ospina

El director caleño Luis Ospina

Foto:Archivo. EL TIEMPO

Eran los años ochenta, cuando los del Grupo de Cali no parábamos de rodar y rumbear. Barbet gozaba de las fiestas desenfrenadas de ‘Caliwood’ y se maravillaba de que no dormíamos nunca. Entonces lo adoptamos como miembro honorario del Grupo de Cali y le otorgamos la camiseta de Caliwood diseñada por Karen Lamassonne, que él tomó muy a pecho. Barbet Schroeder es un enigma. Nacido en Teherán, de padre suizo y madre alemana, es un ciudadano del mundo que ha vivido en Colombia, Suiza, Nueva York, Los Ángeles e Ibiza, pero sin abandonar su lugar de residencia: París.
Aunque estudió filosofía, desde muy joven se dedicó al cine, primero como crítico ocasional de Cahiers du Cinéma, luego como asistente de Jean-Luc Godard y después como productor y cofundador, junto con Eric Rohmer, de Les Films du Losange, casa de producción que produjo casi todos los films de Rohmer y de algunos de los cineastas fundamentales de la Nueva Ola y del cine europeo como Jacques Rivette, Jean Eustache, Jean-Daniel Pollet, Wim Wenders y Rainer Werner Fassbinder. Y desde luego de sus propios films, como realizador.
La gran virtud de Barbet, entre muchas otras, es su curiosidad. No es de extrañar que cuando el diario Libération hizo la encuesta “¿Por qué filma usted?”, él respondió con un escueto “Para saber más”. Es esa curiosidad la que le ha llevado a aproximarse a sus películas de ficción como si fueran documentales y a sus documentales como si fueran películas de ficción.
En Colombia se interesaba por todo: la fiesta brava, la fiesta sin fin, la locura colectiva de ‘Caliwood’, el sancocho, la salsa de Richie Ray & Bobby Cruz, el despecho de Alci Acosta y hasta las canciones típicas de Silva y Villalba. Pareciera como si Barbet necesitara de Colombia para ser feliz. Y siempre ha dicho que se siente colombiano de corazón.
De hecho, cuando estuvimos en el Festival de Cannes en 1990 apoyando a nuestro amigo Víctor Gaviria, que presentaba Rodrigo D. en la Selección Oficial, Schroeder entró como parte de la delegación colombiana. En 1985 Barbet regresó al Festival de Cartagena con el crítico Serge Daney, quien quedó maravillado con la ciudad y con una retrospectiva de Cantinflas que se proyectó en el inmenso y cavernoso Teatro Cartagena. Decenas de murciélagos revoloteaban sobre nuestras cabezas y, cuando cruzaban el mágico haz de luz del cine, proyectaban sus sombras de vampiros en la pantalla. Confirmación contundente para Daney del ‘gótico tropical’ que proponíamos los cineastas del Grupo de Cali.
Un cine de papel, guiones y otras letras, Luis Ospina (Planeta)

Un cine de papel, guiones y otras letras, Luis Ospina (Planeta)

Foto:Planeta

Luego fueron a Cali y Serge Daney se quedó en casa de Mayolo. Daney consignó sus impresiones de Colombia en Libération mediante un artículo que tituló ‘Cartagena resucitada’. Los años decisivos que vivió en Colombia y el retorno a su remoto pasado impulsarían a Barbet Schroeder a soñar con hacer una película en nuestro país.
Por eso vino ese mismo año en compañía del guionista y crítico Myron Meisel para investigar y terminar el guion inicialmente escrito por el director y por Pascal Bonitzer titulado Machete, un drama familiar ambientado en el mundo del narcotráfico y la guerrilla. Para llevar a cabo la reescritura del guion, acondicionaron el cuarto de los chécheres de mi casa como oficina, donde pasaban horas hablando y escribiendo a máquina. A los pocos meses Barbet regresó con una retrospectiva de sus películas, acompañado por sus colaboradores, el sonidista Jean-Pierre Ruh y el gran director de fotografía Néstor Almendros, quienes dictaron sendos talleres en Bogotá. Luego Barbet y Néstor viajaron a Cali.
En la Cinemateca La Tertulia pudimos apreciar copias prístinas en 35 mm provenientes de Les Films du Losange. Especialmente memorable fue la proyección de esa obra maestra del documental de la crueldad que es Général Idi Amin Dada: Autoportrait (la primera entrega de su ‘trilogía del mal’), con los comentarios y anécdotas desopilantes de su director y su camarógrafo.
‘La Rata’ Carvajal y yo acompañamos a Barbet y a Néstor a buscar locaciones para Machete por todo el Valle del Cauca, al que jocosamente llamábamos, haciéndole homenaje al título de unos de los films de Schroeder, La Vallée du Coca.
‘La Rata’ todavía conserva una notica muy afectuosa que nos dejó Néstor Almendros antes de partir del apartamento que el Museo de La Tertulia le prestó: “Anoche, mientras ustedes veían Conducta impropia, yo leía fascinado a Andrés Caicedo en la torre del museo. Era la pieza que faltaba del bello rompecabezas, en un breve tiempo he tenido el privilegio de asomarme por un balcón a un mundo casi perfecto. Consérvenlo. No lo estropeen. ¡Suerte! Néstor”.

La Virgen de los sicarios se volvió un succès de scandale, no solo cuando se estrenó en el Festival de Venecia, sino también en Colombia

Meses después supe que la “película colombiana” de Schroeder se había caído por esas razones inconcebibles por las que se caen algunos proyectos cinematográficos. En 1987 Karen Lamassonne y yo visitamos a Barbet en Los Ángeles cuando se encontraba en plena preproducción de Barfly, película que estuvo en desarrollo casi siete años y que varias veces estuvo a punto de cancelarse por diversos motivos. Entre ellos, el litigio que sostuvo con el impredecible productor israelí Menahem Golan, pues este, al borde la quiebra, quería vender a un tercero los derechos del guion original de Bukowski. Con la tenacidad que lo caracteriza, Barbet hizo una huelga de hambre en la puerta de Cannon Films y luego amenazó con hacer una rueda de prensa en la cual se cortaría la falange del dedo meñique con un cuchillo eléctrico Black & Decker. Una vez superado este impasse, gracias a Francis Ford Coppola Barbet pudo rodar la película y se convirtió en un prestigioso director de Hollywood.
Pero Barbet siguió viniendo casi todos los años a Cali. La última vez que lo vi en mi ciudad fue en diciembre de 1989, cuando vino con la artista Sophie Calle, también aficionada a los toros (y a los toreros). Para cerrar con broche de oro la década de los ochenta, el Grupo de Cali alquiló una mansión con piscina como la de Sunset Boulevard y realizó tremendo rumbón, al cual asistieron Barbet y Sophie en compañía de una cuadrilla de toreros y banderilleros. Los excesos no conocieron límite; la fiesta de Caliwood Babylon se prolongó hasta la tarde del día siguiente.
A Barfly (1987) le siguieron Reversal of Fortune (1990), Single White Female (1992), Kiss of Death (1995), Before and After (1996) y Desperate Measures (1998). Después las visitas de Barbet a Colombia se hicieron cada vez más esporádicas, aunque nunca abandonó la idea de hacer una película en el país. Siempre que coincidíamos en alguna ciudad del mundo aprovechábamos para encontrarnos. Un día le hablé de la novela de Fernando Vallejo, La Virgen de los sicarios, y le comenté que la adaptación de ese libro podría ser perfecta para realizar su “película colombiana”, pues sabía que era su sueño. Me llamó apenas unos días más tarde para pedirme que lo ayudara a contactar al escritor, y lo hice por intermedio de Enrique Ortiga, un amigo común que también se encontraba viviendo en Ciudad de México.
Luego de un par de conversaciones, Barbet viajó y ocurrió el encuentro. Su conexión fue inmediata y sus encuentros fructíferos; por ejemplo, que Schroeder consiguiera traer a Vallejo de vuelta al cine, un arte que para el escritor paisa era tan solo “un embeleco del siglo XX”.
El cineasta Barbet Schroeder:, director de La virgen de los sicarios

El cineasta Barbet Schroeder:, director de La virgen de los sicarios

Foto:Archivo. EL TIEMPO

Dada la experiencia que ‘La Rata’ había adquirido durante la filmación en Medellín de La vendedora de rosas (1998), de Víctor Gaviria, se volvió el productor asociado de La Virgen de los sicarios. A los pocos días de haber llegado Schroeder a Medellín con un par de franceses de la producción, les tocó presenciar varios asesinatos en vivo. Los franceses huyeron a París despavoridos diciendo que no filmarían ahí ni muertos. Barbet, entonces, se rodeó de colombianos para rodar su película colombiana, el primer largometraje en la historia del cine grabado en video de alta definición. La mayoría del personal reclutado por Schroeder y por el productor Jaime Osorio había sido parte del equipo de mi película Soplo de vida (1999). Dada la tensión que reinaba en la ciudad y el peligro que corría un extranjero filmando en Medellín una película escrita por el siempre inconveniente Fernando Vallejo, el rodaje tuvo que ser semiclandestino; había dos versiones del guion: una para presentar a las autoridades y otra para el rodaje. A menudo se usaron dos unidades: una falsa para despistar a los curiosos y otra real a pocas cuadras para poner en imágenes el explosivo guion. El propio Schroeder escribió un diario de rodaje que tituló ‘Fin de siglo en Medellín’, publicado por la revista Número y traducido por Playboy como “Colombia: Land of Death”.
La Virgen de los sicarios se volvió un succès de scandale, no solo cuando se estrenó en el Festival de Venecia, sino también en Colombia. Saltaron a la palestra los eternos defensores de la imagen colombiana, los que creen que pueden tapar el sol con un dedo en el país más violento del mundo. Uno de ellos fue el periodista Germán Santamaría, quien en tono inquisidor escribió: “Vamos a decirlo de manera directa, casi brutal, hay que sabotear, ojalá prohibir, la exhibición pública en Colombia de la película La Virgen de los sicarios”. Vallejo se defendió brillantemente ante los medios y, después de ser un escritor relativamente desconocido, se volvió una figura mediática polémica e incómoda para el país.
Casi tres años después fue la premier mundial en el Festival Internacional de Cine de Morelia de mi documental La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo (2003). La noche de la proyección, Vallejo me acompañó hasta la puerta del teatro, pero no entró a la sala. Se retiró discretamente porque dijo que le abochornaría mucho que la gente lo viera en la pantalla grande y en la sala a la vez. Entonces entré junto con Barbet Schroeder y Werner Herzog al cine y nos sentamos a ver el documental. Pero esa ya es otra historia…L
LUIS OSPINA

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