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Entrevista

Lecturas Dominicales

¿Qué escondían las marcas en las paredes del Club El Nogal después del brutal atentado que sufrió en el 2003?

María Elvira Escallón presenta su retrospectiva en el Museo de Arte del Banco de la República.

María Elvira Escallón presenta su retrospectiva en el Museo de Arte del Banco de la República.

Foto:Fernando Gómez

La retrospectiva de María Elvira Escallón es un viaje por la tragedia y la desidia de Colombia.

Fernando Gomez EcheverryDirector de revista Bocas y Lecturas. Ed...
Su hermana la salvó. “Tiene que ver esto”, le dijo. Hasta ese momento nunca le había pedido su opinión sobre sus proyectos arquitectónicos, pero ese día, el 7 de febrero de 2003, parecía un asunto de vida o muerte que le diera el visto bueno a sus planos y fue a la puerta de su trabajo. María Elvira Escallón fue al encuentro de su hermana en la entrada del Club el Nogal, donde trabajaba desde hacía unos años en el departamento cultural. Se montó al carro. Fueron a su casa y solo unos minutos después -mientras extendían los planos del proyecto en una mesa- estalló la bomba que acabó con la vida de 36 personas en uno de los atentados más brutales de la historia reciente del país.

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Atentado al club El Nogal, el 7 de febrero de 2003.

Atentado al club El Nogal, el 7 de febrero de 2003.

Foto:Archivo EL TIEMPO

Tres días después, la gerente la llamó para que entrara al club y evaluara las ruinas, “el terror queda condensado”, recuerda María Elvira. No había energía y subió con un par de guardias. Iba con casco y linterna, y poco a poco fue descubriendo las cicatrices más terribles de la tragedia. Las paredes –cubiertas de ceniza– tenían las marcas de los dedos de cientos de personas que trataban de escapar en la oscuridad. Y las fotografió.
El día que presentó por primera vez las fotos –que son justamente la primera parte de su retrospectiva en el Museo Urrutia del Banco de la República– alguien escribió en el libro de visitas de la exposición: “Visite el Hospital San Juan de Dios, el enfermo más grave que hay en Bogotá”. Y vino otra obra memorable, tal vez la más conocida de su producción artística: En estado de coma. Escallón fue al Hospital y conoció a un grupo de exempleados que, en secreto, se encargaba de no dejar caer a pedazos el hospital; limpiaban piso por piso, cuidaban las máquinas de diálisis en total estado de quietud, quitaban el polvo de las ventanas y, en medio de lo posible, no dejaban que sábanas y almohadas cedieran ante la humedad y la putrefacción.
Escallón fotografió el hospital, y hay imágenes tan desoladoras como la sombra de un cuerpo en unas sábanas amarillentas, pero fue más allá con una pieza que hoy es un ícono del arte colombiano: una cama de hospital que llegó a tal estado de abandono que, en su colchón, creció pasto. La pieza –en realidad– no es documental. María Elvira compró una cama de hospital de saldo, pintó su estudio con el color verde triste del hospital y, tras varios intentos, logró que el césped germinara en colchón. Y logró la metáfora perfecta del San Juan de Dios y los eternos problemas de la salud pública en Colombia.
Los Cultivos de la obra de María Elvira Escallón son la metáfora perfecta de la desidia y el desastre del Hospital San Juan de Dios.

Los Cultivos de la obra de María Elvira Escallón son la metáfora perfecta de la desidia y el desastre del Hospital San Juan de Dios.

Foto:Cortesía María Elvira Escallón

Su retrospectiva –con una impecable curaduría de Ana María Lozano y Luis Fernando Ramírez, y las hazañas del departamento de museografía del Mamu– ofrece mucho más. Escallón es una estudiosa del mundo natural y tiene obras y metáforas devastadoras como las piezas con tallas coloniales sobre árboles nativos, o las formas caprichosas en las que nos vemos reflejados en las formas de un árbol. 
María Elvira Escallón hizo un jardín con la maleza que crece en los lotes baldíos en Bogotá.

María Elvira Escallón hizo un jardín con la maleza que crece en los lotes baldíos en Bogotá.

Foto:Mauricio Moreno

Hay una instalación con puertas de casas abandonadas, un jardín hecho con maleza que sobrevive en las duras condiciones de una sala de exposiciones sin un ventanal que le dé luz, un esqueleto que nos demuestra que tenemos que estar en mejor comunicación con la tierra y, entre otras cosas, una precipitación de arena que cae entre el tercer y el segundo piso y además de toda su poesía es un verdadero reto de ingeniería: son diez toneladas de arena de río que, lentamente, cubren los muebles de una cámara sellada herméticamente. Y también –como bienvenida– está su incontestable Polvo eres. Porque finalmente todos somos polvo, partículas, pequeñas motas de historia.

¿Las fotos del Club El Nogal fueron, de alguna manera, un antes y después de su obra?

Sí, lo he pensado muchas veces. Pero nunca sentí que me había escapado de la muerte. Fue más el impacto de sentirme tan cerca de la muerte y del terror de otros. Estaba encargada del área cultural y de la colección de arte. Mi horario era de 2 a 10 p. m., cuando se llevaban a cabo las actividades culturales. Ese viernes había un evento de amigos de la música clásica. Pero por alguna razón se canceló. Ya era el final de la tarde cuando me llamaron de portería a avisarme que mi hermana Marcela me estaba esperando. La llamé y me dijo con toda naturalidad que había venido a buscarme porque me quería mostrar unos planos para ver qué pensaba yo. Nunca, ni antes ni después, mi hermana me ha mostrado unos planos para ver qué pienso. Pero ella me esperó en su carro más de una hora, hasta que yo resolví salirme del Club, llegamos a su casa, que es a cinco cuadras y alcanzamos a abrir la puerta de su apartamento y a sentarnos en la mesa frente a los planos cuando se escuchó ese inolvidable rugido ensordecedor, largo y desconocido que rasgó la atmósfera. Literalmente ella me sacó de allá minutos antes de la explosión. Un misterio todo. Tres días después tuve que entrar a ver cómo estaba el patrimonio artístico del club, el edificio no tenía luz, entré con dos personas de seguridad y cada cual llevaba una linterna. En los pisos de abajo, El Nogal no tenía ventanas: allí estaba instalada la oscuridad más densa. A duras penas las linternas lograban vencer esas tinieblas. Era muy poco lo que podíamos ver. Empecé a notar que en las paredes habían inscritos unos signos, y más adelante los encontraba en las puertas, los ascensores, unos signos de una escritura desconocida, siempre a la misma altura. Me parecía que el edificio había sido marcado y no podía descifrar qué era lo que veía. Me tomó un tiempo largo comprender que como la explosión había causado un gran incendio, todo estaba cubierto por una capa oscura de hollín y en ese velo negro habían quedado registradas las huellas de las personas que habían estado esa noche en el edificio tratando de salir a tientas en la oscuridad. Entender esto fue como haber traspasado un umbral. 
Foto de la serie Desde adentro

Foto de la serie Desde adentro

Foto:María Elvira Escallón

Sentí una tristeza inmensa por ellos y pienso que en ese momento se selló mi intención de registrar esas huellas. Entendí que en ellas estaba condensado lo que habían vivido y que esa era la única manera que yo tenía de acompañarlos. Pedí permiso de fotografiar. Llevé mi cámara 35 mm y un trípode. Así hice esta serie fotográfica (Desde adentro), y decidí ampliarlas a escala uno a uno. También trabajé un video de 12 horas en tiempo real. Sentía muchísimo miedo, y también sentía que debía hacerlo rápido porque todo eso iba a desaparecer. La mayoría de esos negativos son negativos únicos y eran sencillamente largas exposiciones. En esas fotos quedó registrada esa atmósfera de lo que allí se vivió. No intervine nada, no moví ni toqué nada. Las fotos y el video no marcaron un antes y un después en mi producción artística, marcaron más bien mi sistema nervioso.

¿Por qué cree que su obra del Hospital San Juan de Dios ha conectado con tantas personas desde que la expuso por primera vez? 

Porque la gente no sabe lo que sucedió allá; y con la obra la gente lo puede ver, escuchar, y conmoverse. Es dejar al desnudo la negligencia institucional y el abandono y el saqueo del San Juan de Dios, pero también deja ver el cuidado del hospital moribundo por parte de un grupo de enfermeras y empleados que durante años limpiaron cada mosaico y lograron que fuera declarado patrimonio científico y cultural de la Nación. Por eso no lo han podido tumbar. Mi trabajo en el hospital primero fue documental; hice varias fotos y postales, pero sentía que faltaba algo, que necesitaba decir algo más, en algún momento le oí a un historiador una frase que me hizo ver de otra manera: “para hablar de la realidad también hay que acudir a la ficción”. Y ahí nació la serie de los Cultivos, la cama con cultivos de pasto. En el San Juan de Dios había 540 camas de hospitalización sin pacientes, pero también estaban estas mujeres que las limpiaban y no las dejaban corroer tras casi una década sin uso; el pasto necesita cuidados. La ficción también puede hablar de los recortes sistemáticos con las camas que parecen estar siendo devoradas por el edificio.
María Elvira Escallón decidió ir más allá del registro documental para narrar la tragedia del Hospital San Juan de Dios.

María Elvira Escallón decidió ir más allá del registro documental para narrar la tragedia del Hospital San Juan de Dios.

Foto:Fernando Gómez

La exposición tiene una obra emblemática: Nuevas floras, esas tallas de madera colonial sobre árboles vivos y también una nueva serie donde crea cuerpos humanos con ramas. ¿Cuándo supo que el cuerpo humano estaba lleno de ramas, hojas y raíces?

La obra de María Escallón ha explorado la relación entre la naturaleza y el hombre.

La obra de María Escallón ha explorado la relación entre la naturaleza y el hombre.

Foto:Cortesía María Elvira Escallón

Hace tiempo me di cuenta de similitudes entre ramas y huesos. Entonces coleccionaba ramas que me parecían semejantes a fémures, húmeros, falanges, y un buen día, en el 2017, me dio por hacer un brazo con esas piezas y la imagen de la obra La creación de Adán vino a mi memoria. Así que, poco a poco, buscando ramas, interviniéndolas levemente, articulándolas entre sí, fuimos y armamos esa pieza. La pieza sugiere alianzas, transmisiones de conocimiento, insiste en la dependencia de los humanos de este reino central que crea la atmósfera que respiramos, nuestro alimento, buscando restablecer algo que siento como un parentesco hace tiempo olvidado. 
La fabulosa criatura mitad vegetal-mitad humana de María Elvira Escallón.

La fabulosa criatura mitad vegetal-mitad humana de María Elvira Escallón.

Foto:Fernando Gómez

Me gustaría que los seres vegetales, los árboles, las plantas, así como está empezando a suceder con los animales, sean reconocidos también como parte de la familia del hombre. Tuve la suerte de vivir de niña un año y medio en el campo. A esa edad, un año equivale a 20 de hoy en día. Estuve muy cerca de los árboles, las plantas, el río, las montañas, las piedras, la tierra y los animales, eso queda en uno.

¿Qué significa Polvo eres y cómo se conecta con la precipitación de arena?

Cuando entré al Hospital Santa Rosa, otro hospital detenido en el tiempo, que encontré después del San Juan de Dios, quise grabar una frase que fuese una talla de piso a techo en el hall de recibo del hospital. Era casi un lema del sistema de salud en esos días: “Polvo eres”. Al comienzo me parecía al principio una sentencia de un Dios inclemente y que ofrecía esta vez muy poco consuelo y un futuro sin mucha redención. Hay cierta condena prematura del cuerpo, que aún está vivo, implícita, en esa frase. No me dejaron hacer el letrero en el hall (en la exposición se reprodujo en un tamaño impresionante: 13 metros x 3). Entonces hice un video en el que vemos que golpe a golpe se va construyendo esa frase sobre un muro. Y lo proyecté a un costado del hall. A medida que pasó el tiempo esa frase se fue llenando de otras connotaciones: hemos oído que estamos hechos con la misma materia que las estrellas y las nebulosas más remotas, por ejemplo. Me llamaba la atención que la frase dice polvo y no tierra. Y el polvo es un conjunto de partículas volátiles que no están aglutinadas formando un cuerpo… Ahora me parece que esto tiene relación con los enunciados de que no somos sólidos como creemos y sentimos: somos partículas vibrando a altas velocidades que conforman una pequeña nebulosa mucho más etérea de lo que pensamos. La Precipitación de arenas, por su lado, es un dispositivo para ver pasar el tiempo. En la sala hay un hilo de arena que se activa dos veces al día y cae del tercer piso al segundo. La acción dura siete meses y 10 toneladas de arena de río caerán y se acumularán en esta cámara sellada que tiene objetos que provienen de mis exposiciones anteriores. Siempre me preguntan por qué uso arena de río. El río es algo muy parecido al presente, corre y no se puede volver atrás, sobre la arena del río han corrido décadas, siglos, milenios. El río pasa y nunca se detiene. 

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