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Constituyente: ¿para qué?

Haya o no haya constituyente, esta se va a convertir en la plataforma política de Petro para el 2026.

María Isabel RuedaPeriodista
Roy Barreras y Juan Fernando Cristo pueden ser dos de los más capaces operadores políticos del país. De ahí que el nombramiento del segundo como repitente ministro del Interior no se pueda menospreciar. Fue uno de los ministros más ejecutivos de Santos. Cómo será de hábil que de sostener que una constituyente era totalmente inconveniente, se trasteó, a las dos horas de nombrado, a la tesis de que lo que sí es viable es una constituyente fruto de un acuerdo nacional que permita hacerlo por los carriles constitucionales.

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Eso está por verse. Lo que Petro tiene en la cabeza es otra cosa: el ejercicio del “poder constituyente” en manos de la gente, bajo un procedimiento que aún nadie ha entendido. Creo que ni Cristo.

Lo que Petro tiene en la cabeza es otra cosa: el ejercicio del “poder constituyente” en manos de la gente, bajo un procedimiento que aún nadie ha entendido. Creo que ni Cristo.

El asunto es que, con medio país incendiado, comenzando por el Cauca; y no más las noticias de hoy viernes de que en seis meses hay 100 menores reclutados por bandas criminales y que llevamos 48 bloqueos de la Panamericana, resulta insólito que este gobierno esté pensando en gastarse su capital político en una constituyente que no resuelve el problema de gobernabilidad, ni de inoperatividad del Ejército ni de envalentonamiento de los grupos criminales, pero sí nos deja en un suspenso político muy complicado y abre todo tipo de interrogantes. Para no mencionar que en dos años Petro lleva 37 ministros. (*fuente, ‘La República’).
¿Para qué es la constituyente? Petro enumera: “para cumplir con el acuerdo de paz del 2016” (ante lo cual el expresidente Santos fue el primero en desmentir para este fin su necesidad). Para “incluir la crisis climática” en el nuevo texto, como si esta requiriera normas constitucionales y no medidas ejecutivas del Gobierno; “el perdón social y la paz definitiva”. Por Constitución no se puede imponer una paz definitiva. Prueba, ya existe en el artículo 22, al igual que el perdón social vía amnistías, indultos y rebajas de penas que se conceden por ley. En cuanto al “derecho universal a la salud, la educación y las pensiones”, a un “nuevo ordenamiento territorial” y a las “reformas agraria y política”, no solo también existen en la Constitución del 91, sino que en el primer caso no ha habido plata para ello y en el 2 y 3 no ha existido el desarrollo legal que requerirían.
Pero volviendo a Cristo, me hace acordar de un cuento del jefe político José Name Terán. En una oportunidad juró que no votaría una reforma, finalmente lo hizo y su disculpa fue: “Sí, cambié de voto, pero no de opinión”. Así parece estar el ministro Cristo. Con el riesgo de que en ejercicio de su gestión termine cayéndose para un lado o para otro, como le pasó a su antecesor Velasco, despedido por X. Me explico: puede estar pensando como Alejando Gaviria, que entrar al Gobierno evitaría que Petro cometiera mayores embarradas, y pagó su precio. O puede arriesgarse a quedar como un idiota útil, porque si algo tiene Petro es que de ninguna manera se puede confiar en él. Su comportamiento es impredecible. Todo lo que tenga que ver con la realidad lo derrota. Cristo, de buena fe o por un interés político personal –eso se irá viendo– podría terminar legitimando algo que va para el otro lado como, quién sabe, la reelección de Petro, directamente o por interpuesta persona.
De otra manera, ¿por qué insiste Cristo en que esta reforma será desarrollada no por este sino por el próximo gobierno? ¿Cómo diablos hace Petro para dejar amarrado a su sucesor? Pero, además, contradice el espíritu de un acuerdo nacional al que se le imponga cambiar la Constitución, cuando su conveniencia es por esencia materia de discusión del acuerdo político, que incluso sería más útil para implementar leyes que de verdad necesitamos.
Los ministros del Interior, en otros países, no andan haciendo política todo el día sino asumiendo su responsabilidad en la seguridad del interior del país. Lo que sí parece probable es que haya o no haya constituyente, esta se va a convertir en la plataforma política de Petro para el 2026.

En definitiva, es una irresponsabilidad meternos en la cabalgata de una constituyente cuando la violencia se está comiendo vivo al país.

En definitiva, es una irresponsabilidad meternos en la cabalgata de una constituyente cuando la violencia se está comiendo vivo al país. Ya lo dijo el presidente de la Corte Constitucional, José Fernando Reyes, en muy oportuna celebración de los 33 años de la Constitución del 91: “Cuando los fantasmas de la violencia y la guerra siguen tan campantes, cuando el tronar de las armas y el afianzamiento del crimen parecen ensañarse contra nuestro territorio, la discusión no puede ser otra distinta de la defensa a ultranza de la Constitución del 91”.
Entretanto… El acuerdo político empieza mal, no juntando enemigos sino dividiendo a los amigos. Ejemplos: Santos y Cristo. David Luna –totalmente anticonstituyente– y Germán Vargas, quien la apoya. Y hasta Roy Barreras y Petro, que (me dicen) están un tanto distanciados...
MARÍA ISABEL RUEDA
María Isabel RuedaPeriodista
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