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El arte importa

El mundo, cuando parece aturdir con el ruido y el caos, es contrastado por él, con sus mensajes reflexivos y profundos.

Martha OrtizConsultor en Innovación y media
“El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir”, escribió Vicente Huidobro, el gran autor vanguardista chileno del primer tercio del siglo XX. Una afirmación que aplica a lo especial en el arte.

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No hay nada pasivo e infértil en torno al él. Crearlo, observarlo, coleccionarlo es intelectualmente estimulante y divertido. Cuando se está en su presencia no quisiera uno que nadie se pierda de él. El arte importa.
Es un ambiente de conversación. Serio y lúdico. El mundo, cuando parece aturdir con el ruido y el caos, es contrastado por él, con sus mensajes reflexivos y profundos. Preguntas y respuestas. Cuando parece enloquecer y agobiar, está él esperando con el oxígeno que propone su belleza, que detiene y permite la consciencia de la respiración. El arte dispone una salida, a veces más bien una entrada, tranquila o perturbadora, para desconectar y conectar.
Es un tema de identidad. Mientras internet es una plataforma que permite el acceso a un mundo global y abre el conocimiento y la imaginación a un espacio infinito de influencias con un espectro entre lo negativo y lo positivo, presenta también el riesgo de poner distancia con nuestro entorno. Con esa pregunta, quiénes somos, qué nos compromete con la tierra donde se nace, se siente y se deja huella. El arte nos propone nuestro dialogo.
Es un lugar real y físico. No es poco ya presenciar los cuerpos con celulares, que parecen empezar a involucionar físicamente en deficiencias de visión, manos adoloridas y espaldas jorobadas. Detrás de esa dedicación absorbente está también la tendencia al aislamiento social, víctima del algoritmo del entretenimiento y bajo la equivocada creencia de dar por sentado que se es parte de algo cuando se tiene un amigo y un me gusta virtual. El arte invita a erguirse de nuevo para permitirse estimular todos los sentidos.
Es un espacio de encuentro. Yo con yo. Yo con la pantalla. Con algo de disciplina y disposición, yo con el que piensa como yo. Poco más. Yo. Infertilidad que los espacios que lo albergan contrastan cuando permiten y promueven que seres diferentes se encuentren inspirados por una misma disposición o pasión. El arte hermosamente nos hace testigos en paz del arco iris de los distintos.

El arte es valiente. Así son las tres mujeres que presenta el Mambo en su segundo ciclo expositivo del 2024.

Es un albergue de innovación. Es un sitio fértil para explorar en el sentir, el pensar y el hacer. Donde lo impensable se permite. Se trata. El arte promueve la creatividad de quien la hace y la recibe.
Es un patrimonio y un legado. El artista inmerso en su entorno plasma su visión de su época construyendo con sus colegas un diálogo narrativo del pasado y del presente, testimonio de la historia de una sociedad. El Museo de Arte Moderno de Bogotá, por ejemplo, alberga una colección de más de 5.000 obras. ¡Una conversación sobrecogedora y deslumbrante! El arte alberga lo que somos y no. Aciertos y fracasos. Nuestra realidad imperfecta para conocer y transformar.
El arte es valiente. Así son las tres mujeres que presenta el Mambo en su segundo ciclo expositivo del 2024. Silvia Rivas, argentina, Cronotopías. Ana Mercedes Hoyos, colombiana, Desde la ventana; y Nijole Sivickas, lituana-colombiana, Estudio. Artistas honestas que se atreven a dar forma a sus búsquedas a su manera. En las letras de esta última “Ahora, aquí, espero que le den más importancia a mis trabajos que a mi raquítica hoja de vida”.
La conciencia del arte. Indispensable necesita cómplices en el individuo, en lo público y lo privado, que la hagan viable y sostenible. Necesita expandirse para que nadie se pierda de ella y su potencial transformador. El arte importa.
* Transparencia: Soy Directora del Museo de Ate Moderno de Bogotá.
@MOrtizEDITOR
Martha OrtizConsultor en Innovación y media
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