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Petro y su nuevo caballero de Troya

El problema de fondo está en la verdadera intención de Petro con su embeleco de asamblea constituyente.

Viviane Morales Hoyos
Se equivocan quienes se tranquilizaron después de oír el anuncio del nuevo ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, de que la Asamblea Constituyente se realizará solo si hay un acuerdo nacional y respetando todos los procedimientos constitucionales.

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Claro, después de las propuestas al estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde del excanciller Leyva y del exfiscal Montealegre, que pretendían derivar del acuerdo de paz de Santos con las Farc la autorización para realizar directamente una constituyente sin pasar por el Congreso ni la Corte Constitucional, las afirmaciones de Cristo parecieran volvernos al terreno de la razón.
No hay tal. Para que entendamos, es oportuno recordar lo que hace apenas unas semanas dijo Petro: la sustancia por encima de las formas. Frente al rechazo unánime que despertaron las torpes propuestas de sus lunáticos asesores, Petro entonces decide jugar a las formas con tal de garantizar la sustancia. Esa es la misión de Juan Fernando Cristo. El país ya conoce lo suficiente la habilidad de Petro para distraer y ponerles máscaras a sus intenciones reales.
El problema de fondo está en la verdadera intención de Petro con su embeleco de asamblea constituyente. Petro desprecia la Constitución de 1991. Lo dijo claramente en su autobiografía, Una vida, muchas vidas, cuando relata su encuentro con el entonces constituyente Otty Patiño: “Un día, en medio de estas grandes movidas políticas, visité a Otty Patiño, que era constituyente; Otty me dijo una frase que me sorprendió y que mencioné al final del capítulo anterior, me anunció: “Esta es la revolución”. No he podido olvidar esas palabras porque al principio no las capté. Cuando las dijo Otty pisaba un tapete muy fino en el Centro de Convenciones y yo no entendía cómo se le podía llamar a eso la revolución, para mí la revolución era el pueblo en las calles como protagonista de las transformaciones. En ese momento ya era claro que la lucha no eran las armas, pero era evidente que ser unos políticos muy alejados del pueblo tampoco era el camino, la constituyente no era sin duda la revolución”.

Que nadie se llame a engaños, la constituyente que quiere Petro es el mejor camino subversivo para acabar con la democracia e instaurar un régimen totalitario de izquierda, su verdadera obsesión ideológica.

Aquí está el meollo del asunto. Petro quiere acabar con la Constitución de 1991, que siempre vio como una traición a la revolución, por eso cree que para hacer su revolución debe eliminar todos esos obstáculos a los que atribuye el no haber podido cumplir con sus promesas de cambio. Limitar las competencias de las cortes y de la Procuraduría que tanto le tallan, eliminar la camisa de fuerza de la junta del Banco de la República que no le ha permitido, según él, reactivar la economía; acabar con las garantías a la propiedad privada y la libre empresa y, cómo no, permitir la reelección inmediata. Que nadie se llame a engaños, la constituyente que quiere Petro es el mejor camino subversivo para acabar con la democracia e instaurar un régimen totalitario de izquierda, su verdadera obsesión ideológica.
Si para eso tiene que pasar por el cumplimiento de unas formas, bienvenido Cristo, maestro en componendas o, como dice él, en “acuerdos nacionales”. El ministro conoce muy bien las mañas congresionales porque comparte el ADN de los congresistas. No le quedará difícil conseguir las mayorías en la Cámara y en el Senado y con métodos menos ramplones que los de Olmedo. La aprobación de la Corte Constitucional tampoco será un obstáculo, pues para cuando llegue allí la ley de convocatoria tendrán asegurados por lo menos cuatro votos. Eso sin contar con que maneja las alquimias de la interpretación constitucional, recordemos cómo logró que el resultado del No del plebiscito de 2016 se convirtiera en un Sí a través de una interpretación de la Corte Constitucional. Así que sin mucho problema y con un manejo inmaculado de las formas pondrán a votar a los colombianos en el segundo semestre del 2025 para la realización de la asamblea constituyente.
Estando claros en su verdadera intención, lo que no puede ocurrirnos es que caigamos en la trampa de una ingenuidad suicida que permita la incubación del virus letal que destruiría nuestra democracia. 
Viviane Morales Hoyos
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