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Opinión

Columnistas

Prohibido hablar de cosas buenas

Nos queda grande admirar a referentes que, por fuera de la política, hacen cosas que vale la pena resaltar.

José Manuel AcevedoDirector de Noticias RCN
A propósito de una serie de entrevistas que publicamos en EL TIEMPO todos los sábados, con colombianos que tienen menos de 40 años y cuyas vidas meritorias merecen ser contadas, recibí un mensaje este fin de semana que me impulsó a compartir la siguiente reflexión. 

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Esta persona me decía que estaba cansada de tanto “buenismo” de mi parte; que hablar de estos temas denotaba tibieza y que uno en la vida tenía que asumir posiciones y referirse a los temas duros y no a estos sucesos ‘blancos’ que no hacen parte de la agenda de país que importa.
El comentario, tal vez, se suma a la apreciación de muchos que demandan del periodismo una tarea sistemática de hablar de los escándalos del momento, de denunciar ollas podridas, o de criticar –siempre criticar– con acidez y de manera implacable a unos y a otros.
A quien produjo el comentario, le respondo. Yo sí he tomado una posición en el periodismo y en la vida: la de poder reconocer en el otro, por muy distinto que piense, un sentido de humanidad. Hemos asumido, por ejemplo, con la redacción que dirijo en Noticias RCN, la posición de exaltar las vidas meritorias; de reconocer, con respeto, la existencia humana en clave de diversidad.
¿En qué momento hablar de lo bueno que nos pasa se convirtió en una cortina de humo, dizque para tapar las cosas malas y desviar la atención? ¿Por qué es tan difícil reconocer los méritos ajenos en vez de inspirarse en ellos para abrir caminos? ¿A qué horas el sentido egoísta se apoderó tanto de los colombianos, que aplaudir a quienes lo hacen bien se prohíbe, porque tal vez hay un exceso de “buenismo”, que más bien deberíamos evitar?

Hay una visión compartida mucho más profunda que nos impide entender que la realidad se compone de cosas malas, por supuesto, pero también de personas y de hechos muy buenos.

Es como si tuviéramos incrustada en el alma una cierta fascinación por la fatalidad, por los antihéroes y las malas noticias; una necesidad de construir relatos colectivos siempre a través de la tragedia y el dolor, porque no somos capaces de administrar un sentimiento de triunfo; porque nos queda grande admirar a referentes que, por fuera de la política, hacen cosas que vale la pena resaltar.
Y no es uno ni dos amargados o pesimistas los que piensan así. No. Hay una visión compartida mucho más profunda que nos impide entender que la realidad se compone de cosas malas, por supuesto, pero también de personas y de hechos muy buenos que nos queda grande valorar o darle un lugar en las agendas cotidianas.
¿Por qué prohibirnos, como sociedad, hablar de lo bueno, como si hacer referencia a estos sucesos o a estos personajes que construyen implicara olvidarnos de todo lo demás? De ambas cosas hay que hablar, pero, de repente, tomar la decisión de abrir un noticiero o darle primera página y con doble resaltado a una buena noticia, sin obviar todas las demás, es también tomar una posición vital: la de vernos como una nación que ha construido hazañas a partir de las personas buenas que la integran.
Al momento de escribir esta columna, la Selección Colombia lleva 27 partidos invictos. James, el jugador al que muchos daban por enterrado, es estrella, y de la mano de Lucho Díaz o Daniel Muñoz nos han traído una ilusión que, hasta este punto, ya ha valido la pena. Por primera vez en la delegación colombiana a los Juegos Olímpicos hay más mujeres que hombres y agrupaciones musicales de nuestra tierra, como Morat, rompen récords de asistencia a sus conciertos en el mundo. ¿Nos quedamos callados porque lo que importa es la política, Petro y la constituyente, o reconocemos –de una vez por todas– que el país es más que sus problemas de ocasión? Me niego a que esté prohibido hablar de lo bueno. ¿Y usted? 
José Manuel AcevedoDirector de Noticias RCN
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