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Un inviable y un impresentable

La conducta de Trump, más allá de su ordinariez y su cinismo, podría obedecer a problemas neurológicos.

Vladdo
Luego del desastroso debate presidencial realizado hace dos semanas en Atlanta, en el que Joe Biden no dio pie con bola, y en el que las intervenciones de Donald Trump estuvieron plagadas de mentiras e inexactitudes, solo quedó en claro que la presidencia de la otrora democracia ejemplar de Occidente se la disputan un candidato inviable y uno impresentable. Sin embargo, parece que Biden no es el único que sufre los rigores de la senilidad, y ya hay quienes exigen que se les haga un escrutinio igual de riguroso a ambos candidatos.

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Es el caso del veterano periodista Dan Rather, quien en su newsletter semanal señala cómo en su país la opinión y los medios, que no le perdonan nada al actual inquilino de la Casa Blanca, son demasiado benévolos con las salidas en falso del candidato republicano.
Para ilustrar su postura, Rather trae a colación un discurso de campaña que el candidato republicano dio hace un par de meses en la histórica ciudad de Gettysburg, Pensilvania, donde hizo una serie de declaraciones inconexas y estrafalarias. En su artículo, este antiguo corresponsal en la Casa Blanca les dice a sus lectores que es posible que no hayan oído hablar del asunto debido a que fue cubierto de manera muy superficial, y que sobre el particular no dijeron ni una palabra los grandes medios que suelen ensañarse con los gafes del aspirante demócrata a la reelección.
A renglón seguido, Rather se pregunta: “¿Por qué las reglas son tan diferentes para estos dos hombres? Ambos deberían rendir cuentas por sus acciones y palabras, pero no lo hacen”. Y razón no le falta, pues, aunque Biden ha protagonizado varios episodios en los que ha quedado en entredicho su capacidad cognitiva, parece que la salud mental de Trump tampoco es que sea tan sólida como él nos quiere hacer creer.

En Estados Unidos tendría que escoger entre un tipo decente que ya casi no es capaz de nada y un troglodita que es capaz de todo.

Después del mencionado episodio de Gettysburg, algunos observadores insinuaron que a sus 78 años el republicano no se encuentra en sus mejores condiciones. Es más: el doctor John Gartner, quien fue profesor auxiliar de psiquiatría en la Universidad Johns Hopkins, dijo que gente cercana a Trump reconoce que “ya no es el mismo hombre que era hace cuatro años”, cosa que se refleja en “lo errático que es, lo confundido que está”. Y explicó además que tales comportamientos son parte del aparente problema de carácter que sufre, y que define como un “trastorno de personalidad narcisista básicamente maligno. Esto es lo que sucede con la demencia: el trastorno de personalidad empeora diez veces”.
Por lo anterior, no deberían sorprendernos las metidas de pata de Trump, que han sido numerosas, incluso en su gobierno. Por ejemplo, una vez tuvo que borrar un trino que él mismo había publicado a medianoche, y que contenía un término ininteligible. En otra ocasión armó un gran alboroto al anunciar erróneamente la trayectoria de un huracán, noticia que adquiere cierta relevancia cuando proviene nada menos que del presidente de Estados Unidos.
En otra oportunidad, el 4 de julio de 2019, en la conmemoración de la independencia de su país, cometió varios errores históricos, pero el más notorio fue cuando afirmó que en 1775 el ejército rebelde “derribó las murallas, tomó el control de los aeropuertos”, afirmación con la que se adelantó 128 años a la hazaña de los hermanos Wright, que realizaron el primer vuelo en 1903. Y ni hablar de las flagrantes mentiras que dice en las redes sociales o en sus discursos.
De alguna manera, el diagnóstico de Gartner puede servir para entender que la conducta de Trump –más allá de su ordinariez o su cinismo– podría obedecer a problemas neurológicos.
No la tienen nada fácil los electores en Estados Unidos, que tendrán que escoger entre un hombre bien intencionado que ya casi no es capaz de nada y un troglodita que es capaz de todo.
Vladdo
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