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Una cuestión de decisiones

La neuroplasticidad nos ofrece una poderosa herramienta para la automejora y el desarrollo personal.

Catalina ReNgifo*
Aún recuerdo la primera vez que Sebas me habló de neuroplasticidad, recuerdo como con cariño me explicaba que la neuroplasticidad es esa capacidad que tenemos de aprender nuevas habilidades, adaptarnos a nuevas situaciones y, lo más importante, formar nuevos hábitos sin importar nuestra edad. La neuroplasticidad es la base científica que respalda la idea de que nunca es demasiado tarde para cambiar.

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Llevo entonces años aprendiendo sobre el potencial que tiene nuestro cerebro para reorganizarse formando nuevas conexiones neuronales. Me he visto inmersa en libros interesantísimos que me invitaban a descifrar el mágico mundo de las posibilidades que creamos para nosotros mismos. Sin embargo, en todos esos libros no había podido percibir de cerca de una manera tan palpable lo que era la neuroplasticidad, como lo hice en una semana con mi papá.
Para quienes me conocen bien saben que siempre busco la excusa perfecta, el motivo adecuado o la necesidad requerida para recomendar un libro e incentivar a las personas a la lectura. Fue así como en una de esas charlas poderosas con mi papá le reté a que juntos leyéramos. Mi padre, que nunca había sido un lector consagrado, vio en el reto la excusa perfecta para compartir conversaciones y tiempo conmigo. Así que, ignorando mis intenciones de experimentar con él la transformación de un cerebro a través de los libros, aceptó la lectura de Hábitos atómicos. Y allí fue donde todo comenzó.

Con los libros llegaron diferentes pensamientos e ideas sobre la vida, y con ellos mi papá fortaleció habilidades de decisión y maneras de enfrentarse a los problemas.

Después de un esfuerzo consciente, determinando el tipo de lectura que le atrapaba, la misma se volvía más automática. Mi papá se estaba levantado en la mañana, hacía deporte (como lo recomiendan los hábitos atómicos) y luego dedicaba al menos treinta minutos a leer un buen libro. Como me explicó Sebas años atrás, en cada conversación que tenía con mi papá sentía cómo las conexiones neuronales se fortalecían, cómo las ideas infundadas sobre la edad y el no poder aprender algo nuevo eran replanteadas y cómo, lo que antes era casi imposible hoy se hacía realidad: mi papá pasó de leer un libro al año a leer hasta seis libros al mes.
Con los libros llegaron diferentes pensamientos e ideas sobre la vida, y con ellos mi papá fortaleció habilidades de decisión y maneras de enfrentarse a los problemas, todo fue posible gracias a esa pequeña y atómica decisión que él tomó, porque decidir cambiar un comportamiento es el primer paso hacia la formación de un nuevo hábito. Y es la constancia la que habilita esa neuroplasticidad, que a su vez nos permite reforzar estas decisiones a través de la repetición y la práctica. Cada vez que repetimos una acción, las conexiones neuronales asociadas se fortalecen, haciendo que el comportamiento sea más fácil de realizar en el futuro.
La neuroplasticidad nos ofrece una poderosa herramienta para la automejora y el desarrollo personal. No importa la edad, siempre es posible formar nuevos hábitos y cambiar comportamientos. Como dice Ramón y Cajal: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”. Así que, si estás buscando cambiar un hábito o adoptar uno nuevo, recuerda que tu cerebro está de tu lado, listo para adaptarse y crecer.
Catalina ReNgifo*
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