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Proceso de Paz

Camilo Torres: ¿Cómo murió el cura que se marchó a la guerrilla del Eln?

Los aportes del padre Camilo Torres, como sociólogo y abanderado de causas sociales, lo convirtieron, pese a su muerte, en un líder muy influyente de la segunda mitad del siglo XX.

Los aportes del padre Camilo Torres, como sociólogo y abanderado de causas sociales, lo convirtieron, pese a su muerte, en un líder muy influyente de la segunda mitad del siglo XX.

Foto:Archivo EL TIEMPO

¿Por qué el presidente Petro dijo que uno de los caminos del Eln era el del sacerdote? Análisis.

Armando NeiraEditor político
En medio de las inciertas horas que atraviesa la negociación entre el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional, Eln, el presidente Gustavo Petro le planteó una disyuntiva a la guerrilla: toma el camino del sacerdote guerrillero Camilo Torres Restrepo o del capo del narcotráfico Pablo Escobar.

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Al margen de haber tenido papeles protagónicos tan distintos en la historia de Colombia, ambos murieron en acciones ejecutadas por la fuerza pública.
En efecto, Torres Restrepo, pionero del movimiento de la Teología de la Liberación, cofundador de la facultad de Sociología en la Universidad Nacional y una de las figuras símbolo del Eln, nació en Bogotá el 3 de febrero de 1929 y murió en un combate armado en San Vicente de Chucurí el 15 de febrero de 1966.
Era miembro de una respetada familia. Su padre, Calixto Torres Umaña, era un prestigioso médico pediatra y activista del Partido Liberal; y su madre Isabel Restrepo Gaviria, una distinguida dama de sociedad.
 
Murió en Patio Cemento en combates con tropas de la Quinta Brigada de Bucaramanga, comandadas por el coronel Álvaro Valencia Tovar, quien, años atrás, fue su amigo de infancia. El Ejército Nacional ocultó el cadáver en un un lugar separado de las demás fosas comunes. No se le reveló al público precisamente para evitar que se convirtiera en un lugar de peregrinación por la admiración que entonces inspiraba.
El periodista Plinio Apuleyo Mendoza escribió en EL TIEMPO un reportaje que tituló: "Camilo Torres, mi inolvidable amigo".
En éste hace un detallado recuento de su vida y de su trágica muerte. Esto escribió en las páginas de este diario:
"Recuerdo ahora el día que la madre de Camilo, Isabel Restrepo, llamó a Luis Villar Borda alarmada para pedirle que fuera a sacar a su hijo de un extraño encierro que se había impuesto luego de unas vacaciones en el Llano. Yo lo acompañé. Era un sábado en la tarde.
Camilo, abrigado con una ruana blanca, aceptó bajar con nosotros a la calle sin que por ello perdiera un aire absorto, como ausente, muy extraño. Descendíamos hacia la carrera quinta por la calle dieciocho, donde quedaba su apartamento, cuando decidió contarnos su secreto.
“He decidido hacerme sacerdote”, nos dijo. Guardó silencio y sin mirarnos, como si hablase consigo mismo, agregó: “Lo más grave ocurrió ayer, se lo dije a Teresa, mi novia”. Era, por cierto, Teresa Montalvo, hija del combatido ministro conservador José Antonio Montalvo.
Camilo nos pidió que guardáramos celosamente aquel secreto. No quería que esta decisión suya la conociera su madre, pues estaba seguro de que ella se opondría, pues no era muy creyente. Luis tomó en serio esta petición.
Días después, lo acompañó a la Estación de la Sabana para que tomara el tren que lo llevaría a Chiquinquirá, donde se proponía entrar al monasterio de los Padres Dominicos. Antes de salir de su casa, maleta en mano, Camilo aprovechó la ausencia de Isabel para dejarle sobre la mesa del comedor una esquela en la que se despedía y le contaba la razón de su partida.
Lo que no imaginó es que ella, luego de leerla, tomara apresuradamente un taxi y se dirigiera a la estación del tren. En un vagón encontró a su hijo y, sin dudarlo ni importarle el escándalo, lo sacó de una oreja. Pese a su colérica oposición, Camilo acabó por imponer su voluntad. Abandonó para siempre sus estudios de Derecho e ingresó al Seminario Diocesano de Bogotá.
Días después, Luis y yo nos enteraríamos del papel que habían tenido en la decisión de Camilo dos sacerdotes dominicos franceses, Nielly y Blanchet, que habían llegado a Bogotá para ejercer un apostolado en favor de su orden. Parecían misioneros de un catolicismo renovado, lo cual debió subyugar a nuestro amigo.

Camilo aprovechó la ausencia de Isabel para dejarle sobre la mesa del comedor una esquela en la que se despedía y le contaba la razón de su partida.

Cuando, tiempo más tarde, tomé la decisión de irme a París, donde terminaría estudiando Ciencias Políticas con el anhelo de quedarme allí por un tiempo indefinido, pensé que difícilmente volvería a encontrarme con Camilo. Pero no fue así. Apareció de visita en París cuando adelantaba sus estudios en Lovaina. Me sorprendió verlo por primera vez vestido con sotana.
Cuando regresamos a Colombia, nuestra relación siguió tan estrecha como en nuestros tiempos de estudiantes, solo que ahora a través de otro amigo común: Gabriel García Márquez, que había sido condiscípulo suyo en la Facultad de Derecho de la Nacional.
Con frecuencia almorzábamos en casa de Gabo. Camilo nos mantenía al corriente de las actividades de carácter social que adelantaba en los barrios más pobres de la ciudad. Alguna vez nos presentó a un pobre hombre que había tenido que robar para vivir, y que él se empeñaba en rescatar de su miseria.
Nos contaba también de la labor que estaba cumpliendo con las granjas escuela creadas por él en los Llanos Orientales.
Hay algo que nunca he olvidado y creo haber referido varias veces. Cuando Gabo quiso que yo fuera el padrino de su primogénito, Rodrigo, invitó a Camilo para que se hiciese cargo del bautizo. Recuerdo que estábamos en casa de mi futuro compadre tomándonos una copa de vino.
De pronto, Gabo contempló al bebé que yo tenía en mis rodillas y se le ocurrió decir: “Este pelao va a ser policía en Magangué”. Yo, comprometido en aquella época con un movimiento de izquierda, levanté el bracito de Rodrigo y repliqué: “Policía ni de vainas, este niño va a ser guerrillero”.
Camilo movió la cabeza con desaliento y declaró que no podía aceptarme como padrino, pues como tal estaba lejos de cumplir la misión espiritual que de un padrino espera la Iglesia católica.
Trabajo le costó a Gabo convencerlo de que se trataba de un chiste que no debía tomar en cuenta. Como sea, me aceptó al fin, pero puso como condición que la ceremonia, en vez de hacerla en latín, como era usual en esa época, la haría en castellano.
¿Podría yo imaginar entonces cuál iba a ser el destino de Camilo, luego de dejar su hábito religioso para vestir en las montañas de Santander el uniforme del Eln?
Todo eso sucedió años después. Sus más cercanos amigos seguimos de cerca con inquietud el proyecto político en que se sumergió de pronto, causando, por cierto, gran revuelo en todo el país. Su Frente Unido habría podido convertirse en un partido político con gran futuro.
Llegué a saber de pronto que había tomado contacto con el Eln. Viviendo yo en Barranquilla, allí llegó Camilo un día. Aproveché para hacerle una entrevista radial que a la mayoría de los oyentes debió resultarles extraña.

¿Podría yo imaginar entonces cuál iba a ser el destino de Camilo, luego de dejar su hábito religioso para vestir en las montañas de Santander el uniforme del Eln?

Hablamos del mismo tema que muchos años atrás, en nuestra ya lejana adolescencia, habíamos abordado caminando por Chapinero: el amor cristiano.
Él decía, frente al micrófono, que para que el amor fuera eficaz había que llegar a una sociedad sin explotadores ni explotados, capaz de asegurar una igualdad donde ese sentimiento cristiano pudiera florecer sin odios ni rencores.
Si para ello –agregaba– es preciso afrontar un cambio por la vía revolucionaria, uno debía estar dispuesto a hacerlo. Mi reflexión fue contundente: “Camilo, una cosa es amar al prójimo y otra, matarlo”.
Ahí tuve la angustiosa premonición de que Camilo Torres iba a terminar en el monte.
¿Cómo murió? Solo hace poco tiempo lo supe, gracias a un testimonio excepcional que el país desconoce.
Sacerdote Camilo Torres.

Sacerdote Camilo Torres.

Foto:Archivo particular

Se trata de un oficial retirado del Ejército llamado Jorge González Angulo. Entonces, era subteniente y participó en el combate de Patio Cemento.
Herido por una ráfaga de fusil, recibió catorce tiros en el cuerpo y cayó a tierra. Antes de perder el conocimiento vio a Camilo, pistola en mano, acercarse a él. Camilo le apuntó, pero al encontrarse con su lánguida mirada no se atrevió a disparar.
Los eternos segundos de aquella indecisión le costaron la vida, pues fue alcanzado por el disparo de un soldado".
POLÍTICA
Armando NeiraEditor político
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