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Opinión

Educación

¿Las universidades, en crisis? Estos son los desafíos y la encrucijada que vive la academia

La universidad estaba orientada a la contemplación de la verdad y a transmitirla en el ejercicio de la docencia.

La universidad estaba orientada a la contemplación de la verdad y a transmitirla en el ejercicio de la docencia.

Foto:iStock

Los centros de conocimieno y de expresión intelectual están atravesando un momento de transformación.

Juan Alfredo Pinto
En la Universidad, ese lugar que ha sido el espacio de referencia para la expresión de la inteligencia y su aprovechamiento social, el ámbito de convergencia de muchas aspiraciones, epicentro cultural, escenario de los debates éticos y estéticos, allí donde se han encontrado en convergencia pacífica y divergente doxa y episteme, opinión común y conocimiento en clave de verdad, surge en nuestros días el espectro del cuestionador cuestionado, la des identidad del cualificado preservador responsable de la reproducción civilizatoria, la crayola de trazo indefinido de las rutas hacia el futuro, como si la institución estuviese en agonía.

Conforme a los criterios de

El período de gestación de esta institución incidente y decisiva en el surgimiento y acomodación histórica de las grandes corrientes del pensamiento fue largo. Los registros nos dan cuenta de un intervalo que se localiza entre los años 1050 y 1500. Constituyen manifestaciones que merecen reconocerse como antecedentes en la historia del pensamiento particularmente en Asia, las cuales podrían situarse en la antigüedad de civilizaciones euroasiáticas en otros recodos de la historia y de la geografía universales. Los casos de Nalanda y Taksha Shila en India son notables. A los efectos de una reseña compacta respecto a la Universidad como se entiende en Occidente, podemos decir que el proceso fundacional de la Universidad es cristiano y europeo.
Y las grandes discusiones que han acompañado el trasegar histórico de la Universidad en torno a la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, cuál de ellas primero, la libertad de cátedra, la libertad de investigación, la libertad interpretativa, la inspiración y el concepto doctrinal de universidad de que se trate, corren en paralelo con esta institución formidable de la humanidad que, siglo tras siglo ha sentido el picor urticante de las inflexiones históricas, ya como causa ya como consecuencia, al vaivén de las corrientes filosóficas, de las transformaciones socio culturales y económicas, del surgimiento de las fuerzas sociales y de sus influjos en la vida colectiva, los modos de producción y el poder.

El conocimiento y la verdad tienen una vocación trascendente

Las primeras universidades como Bolonia y París se establecen con un objetivo docente. Tal propósito se relacionó crecientemente con la escolástica. De la palabra latina “scholasticus”, los escolásticos eran aquellos que se ejercitaban en la enseñanza en las escuelas monacales, en la forma y el método de la actividad literaria. Así encontramos la misión central de la universidad medieval. Transmitir la filosofía medieval, el pensamiento teológico, recogiendo bases de lo clásico greco latino, validando ideas cimeras como la de Aristóteles para interpretar el cristianismo, especialmente la revelación. Grandes contribuciones estuvieron a cargo de teólogos como San Anselmo y su argumento de la prueba. 
La universidad estaba orientada a la contemplación de la verdad y a transmitirla en el ejercicio de la docencia. Un gran inspirador fue Santo Tomás que resolvió por vía de síntesis la aproximación ontológica, al considerar que todo lo que existe es inteligible y que todo aquello que pueda ser conocido por el hombre puede ser conocido con verdad, gracias al entendimiento divino que es causa de la verdad. Como se suele decir en pedagogía teológica ortodoxa, es preciso comprender que la idea de la verdad para ser alcanzada desde la razón natural debe incardinarse en una dimensión trascendental brindada por el conocimiento de las verdades que, no pudiendo obtenerse por las fuerzas naturales de la razón, se ofrecían mediante la revelación. Los textos de los evangelios servían como una guía para la investigación y aportaban según la concepción aceptada criterios para la corrección de conclusiones edificadas por la inteligencia humana. Esto significa que el conocimiento y la verdad tienen una vocación trascendente. Santo Tomás de Aquino, se encarga del estudio de los símbolos y alegorías bíblicas escolásticas.
En el lenguaje moderno siglos más tarde resulta frecuente observar ciertas apreciaciones despectivas hacia el tomismo y su acotación frente a los logros de pensadores medievales. Por ello, la historia institucional de la Universidad es un apoyo importante para entender la relación entre los alcances de la libertad en sus diferentes acepciones. El reconocimiento de los contextos es muy importante en la vida universitaria. Dentro de este relato, es vital comprender que la universidad medieval elevó el debate entre eruditos si bien no halló gran mérito al hecho de sembrar dudas en los iletrados que estuvieron claramente al margen de cualquier opción en la aproximación al debate teológico.
En el lenguaje moderno siglos más tarde resulta frecuente observar ciertas apreciaciones despectivas hacia el tomismo y su acotación frente a los logros de pensadores medievales. Por ello, la historia institucional de la Universidad es un apoyo importante para entender la relación entre los alcances de la libertad en sus diferentes acepciones. El reconocimiento de los contextos es muy importante en la vida universitaria. Dentro de este relato, es vital comprender que la universidad medieval elevó el debate entre eruditos si bien no halló gran mérito al hecho de sembrar dudas en los iletrados que estuvieron claramente al margen de cualquier opción en la aproximación al debate teológico.
La Universidad moderna se caracteriza por los centros de estudio como puntales de la investigación.

La Universidad moderna se caracteriza por los centros de estudio como puntales de la investigación.

Foto:iStock

A los economistas los escolásticos nos dejaron conceptos importantes de filosofía moral, la construcción de aproximaciones sistemáticas sobre la teoría del valor, el concepto de precio justo y tesis de mérito sobre la teoría del dinero

La universidad evoluciona, esa es su esencia

La Universidad moderna comienza en el siglo XVI: La Desteologización de la condición humana encuentra en la razón una motivación liberadora. Los estados nacionales y las universidades juegan un papel en el auge de las lenguas vernáculas que se alejan del predominio del latín. La forma de autonomía orientada por el claustro fue progresivamente alterada por el servicio al estado y a la nación. Bajo el nuevo paradigma la Universidad era espacio de hombres que debían formarse en libertad, abiertos a la experiencia humana, en contradicción con el ideal medieval del hombre sometido voluntariamente a la Ley de Dios.
 Con el tiempo la libertad del alumno fue cediendo al mayor conocimiento, a los profesores. La Universidad moderna se caracteriza por los centros de estudio como puntales de la investigación. Desciende la teología y aumenta la responsabilidad hacia la sociedad. El estado se interesa por la Universidad. El humanismo fue superando a la escolástica. La investigación tomó mayor espacio y luego la especialización.

La universidad en tiempos de redes y plataformas está obligada a la nivelación consciente en materia tecnológica y al discernimiento debido de las relaciones de poder que la atraviesan

Los momentos de la búsqueda de la individualidad, el libre albedrío y los valores humanos se instalaron como opuestos a los valores divinos que empezaron a ser parte del pretérito. El impulso del humanismo fue claramente secular. Este humanismo secular produce la revolución científica del siglo XVII y la ilustración del siglo XVIII. Surgen así los programas de artes liberales en reemplazo de los escolásticos.
La universidad de investigación o humboldtiana, identifica el período moderno de los siglos XIX y XX. Los principios de la Universidad de Berlín son claves para entender la universidad moderna: La unidad entre investigación y docencia, la libertad de cátedra entendida como libertad de los profesores para investigar y enseñar, la libertad de los estudiantes para tomar cualquier curso, la centralidad de las artes y las ciencias.
La universidad de investigación o humboldtiana, identifica el período moderno de los siglos XIX y XX. Los principios de la Universidad de Berlín son claves para entender la universidad moderna: La unidad entre investigación y docencia, la libertad de cátedra entendida como libertad de los profesores para investigar y enseñar, la libertad de los estudiantes para tomar cualquier curso, la centralidad de las artes y las ciencias.
La Universidad moderna ofrece innumerables logros en materia de contribuciones de y para la ciencia, en el desarrollo tecnológico, la innovación y la organización de la producción, la vida urbana y los órdenes político y económico. La libertad de cátedra vivió un período de consolidación dentro del cual los investigadores y profesores pudieron investigar lo que desearon sin restricción distinta de la que colocaran las instituciones educativas superiores y los propios alumnos, sin perjuicio del servicio a la comunidad a través de la formación de profesionales competentes para el estado, las actividades liberales y el ejercicio productivo.
La universidad moderna ofrece innumerables logros en materia de contribuciones de y para la ciencia.

La universidad moderna ofrece innumerables logros en materia de contribuciones de y para la ciencia.

Foto:iStock

Empero, la historia de la Universidad se explica en el oleaje sinusoidal de los auges y las interpelaciones. Este ritmo puede tornarse vertiginoso mas no es nuevo, es connatural. Las problemáticas internas ganan en complejidad en cuanto a la necesidad de adaptarse a procesos de cambio más intensos. Y esa intensidad demanda enormes esfuerzos por la captación de fondos y la absorción de tecnologías de soporte para la acción educativa. Este último objetivo no puede reducirse a la idea de la universidad como empresa, dentro de la cual, los alumnos son clientes, pues ello reemplazaría de manera elemental la hipótesis antigua de la academia como una comunidad de maestros y discípulos. 
El rediseño es mucho más complejo y requiere una nueva comunión múltiple entre maestros, estudiantes y administrativos, la administración con métodos empresariales y rigor, redes tecnológicas y humanas, libertad de interpretar, metodologías con presencia difusa y contacto humano y autoridad con alta densidad participativa. La relación con múltiples actores sociales y con el empresariado de todos los tamaños y grados de sofisticación es fundamental. En nuestro modelo, en Uniempresarial, la formación dual donde el estudiante convive tanto en el aula como en la empresa, reduce el ciclo formativo y vive la simbiosis teoría-práctica tanto en el aula y en el laboratorio como en la empresa, creciendo en el aprender haciendo y graduándose con un empleo real, a los acordes del humanismo digital.

La universidad postmoderna

El pesimismo cultural de la postmodernidad camina por las aulas y por los prados de las instituciones superiores de la educación. La Universidad moderna acumuló activos y pasivos. De los primeros da cuenta la sociedad del rendimiento y la acumulación; de lo segundo, las evidencias de la depredación del patrimonio natural planetario, la crisis climática, el fenómeno migratorio, la expansión de los conflictos y las contradicciones presentes entre tecnología y libertad humana.

No es suficiente afirmar que ya no estamos en la sociedad del capital y vivimos en la sociedad del conocimiento.

Es abrumadora la abundancia de las voces en la arena internacional sobre la disolución de los valores y subsecuentemente de las instituciones. Abrumadora es igualmente la dificultad de nuestra especie para compactar una nueva axiología universal de referencia, una batería de valores altamente correlacionados con el sentido de la sostenibilidad trascendente que establezca la consideración ética general del hecho económico, la introyección social de la sostenibilidad, la rectoría humana sobre la dinámica tecnológica y el aseguramiento de la libertad de pensamiento y acción individuales.
La Universidad es parte de este problema. Los indicadores de merma en matrículas, la deserción, la tendencia escapista hacia los entrenamientos cortos, la autodidáctica sobre plataformas y redes algunas veces elemental, la virtualización de todo y para todo con sus ventajas y riesgos intrínsecos, constituyen una enorme interpelación a escala internacional. Entre nosotros, la sobre inversión en activos fijos de lucimiento en desmedro de la inversión en investigación, patentes, activos cualitativos y culturales en numerosas instituciones privadas, también abre interrogantes. Sin embargo, la sociedad asigna a la Universidad un papel protagónico y la educación superior debe asumirlo con gran responsabilidad. Luego de incorporar y digerir muchos cambios transformadores, nos encontramos ahora ante el desafío de concebir de manera diferente las instituciones de la educación superior. Permítanme algunas reflexiones sobre esta construcción socio cultural paradigmática.
Para que la libertad de pensamiento llene todos los espacios, las universidadades deben  ser espacios de la democracia a través de la afirmación de lo individual sin jerarquía.

Para que la libertad de pensamiento llene todos los espacios, las universidadades deben ser espacios de la democracia a través de la afirmación de lo individual sin jerarquía.

Foto:iStock

Frente al vacío democrático, a esa democracia de cascarón y descrédito que hemos llamado ádeiocracia, la cual recibe y padece desaires en forma de hartazgo y el hostigamiento de poderosas naciones gobernadas por autócratas, estructuras monopartidistas y coaliciones neo populistas de derecha e izquierda por igual altamente reaccionarias, la Universidad en tiempos de redes y plataformas está obligada a la nivelación consciente en materia tecnológica y al discernimiento debido de las relaciones de poder que la atraviesan. El autoritarismo didáctico-pedagógico, el centralismo, los programas impuestos, las evaluaciones punitivas y la estructura misma de las carreras, tienden a perder espacio severamente.
No es suficiente afirmar que ya no estamos en la sociedad del capital y vivimos en la sociedad del conocimiento. No colma tampoco la dialéctica conceptual hablar de la internacionalización de forma general. La relación con el capital también ha de ser democrática sin reducirse a un trueque acrítico entre saberes y fondos. Y esto vale para el sector público y para las instituciones estatales. Las universidades son centros irradiadores de conocimiento mas no ignoran que dicho conocimiento es fuente de poder e instrumento del poder. La Universidad es testigo de la globalidad y en su contribución como servicio público de variado alcance según su definición institucional, debe cuidar de la democratización del conocimiento, la tecnología y de las contribuciones innovadoras.
Para que la libertad de pensamiento llene todos los espacios de la palabra Universidad un objetivo de la Institución en postmodernidad es ser expresión de la democracia a través de la afirmación de lo individual sin jerarquía. Al final, esa libertad de pensamiento es la prioridad del mundo universitario. La Universidad, de cuando en cuendo vive momentos angustiosos cuando sus detractores pretenden colocarla en agonía. No obstante ella revive con más energía y capacidad de incidencia. Se trata de la libertad. En predios del pensamiento Kantiano aprendimos que las dificultades que se presentan al momento de articular el principio de la libertad y el imperativo del orden parecen generar, en efecto, una tensión. También sabemos que la reforma progresiva de las instituciones jurídico-políticas permitirá a los hombres avanzar en la realización de ciertos fines que la razón práctica nos impone en forma de deberes, fines tales como la constitución, el derecho cosmopolita y la paz perpetua entre los Estados. La libertad y el saber no deben producir temor. Sartre, antecesor de la postmodernidad insistió sin fatiga: no sólo el ser humano es libre de elegir en todo momento, sino que está “condenado a ser libre”; le es imposible ser de otra manera.
JUAN ALFREDO PINTO S.
Rector Uniempresarial para EL TIEMPO
Juan Alfredo Pinto
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