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Altas temperaturas y depredación aceleran la muerte de páramos

Ciclo del agua
Colombia resguarda más de la mitad de estos ecosistemas en el mundo. De ellos surge la vida: el agua que toman más de 16 millones de personas, las verduras que consumen miles y cientos de especies de plantas y animales que no existen en ningún otro lugar. Pero varias amenazas, sobre todo el cambio climático —catalogado recientemente como ebullición global—, parecen haberlos condenado a muerte.

No hay forma correcta de definir un páramo. Si se le pregunta a un biólogo: el páramo es un ecosistema de alta montaña que va después del bosque enano y antes de los glaciares, plagado de especies endémicas y clave para la regulación hídrica. Si se le pregunta a un abogado: el páramo es un ecosistema estratégico, regulado por la Ley 1930, repleto de conflictividades socioambientales. Si se le pregunta a un campesino que lo habita: el páramo es el productor de la comida, el hogar de la familia. Si se le pregunta a un indígena muisca: el páramo es un templo sagrado. Si se le pregunta a un niño: el páramo es el hogar del frailejón Ernesto Pérez.

Lo cierto es que, según datos del Instituto Humboldt, los páramos son el corazón de los ríos del país, pues del recurso hídrico que gestionan se benefician cerca de 16,8 millones de colombianos y se nutren 153 hidroeléctricas. Son también la cuna del endemismo, a pesar de que sus tierras –aunque lucen muy fecundas– sean poco fértiles. De las 1.119 especies de plantas vasculares que crecen casi que exclusivamente en el páramo –como frailejones, bromelias, quiches, arándanos, mortiños o uvas del monte–, unas 730 son endémicas; es decir, no existen en ninguna otra parte del mundo.

Son también el hogar de 76.218 familias y santuario para 16 pueblos indígenas. Con sus 2’906.000 hectáreas (ha), representan la mitad de toda la extensión que existe de estos ecosistemas en el mundo.

Pero hay un dato específico del que, aunque puede resultar apocalíptico, poco se habla: al ritmo actual, el cambio climático —denominado recientemente como ebullición global, gravísima definición a la que llegó al alcanzar el nivel de temperaturas más elevadas de las que se haya tenido razón y que que marca que la crisis ambiental alcanzó un punto crítico— se convertirá en las próximas décadas en la sentencia de muerte o de transformación de muchos de los páramos del mundo. Una realidad, según algunos investigadores, casi que ineludible.

UBICACIÓN EN EL MUNDO

Los páramos se ubican geográficamente según dos indicadores: latitud y altitud.

El cambio climático está generando movimientos altitudinales que amenazan todo el ecosistema de páramos. Muchas especies tienen rangos y tolerancias térmicas muy reducidas, y a medida que la temperatura aumenta no podrán subsistir a menos que se desplacen hacia zonas más altas, para accededer a temperaturas bajas. Estos movimientos son muy complejos y restringidos debido a coberturas de suelo inhóspitas, cultivos y suelos desnudos, entre otros. Dos consecuencias derivadas de estos desplazamientos altitudianles son la extinción de las especies que no logren desplazarse, y la desaparición del ambiente, en término de temperatura, de las especies que habitan las áreas cercanas a las cumbres, en consecuencia también la extinción de estas.

De acuerdo con un estudio publicado en 2020 por investigadores de la Universidad del Rosario, el aumento de las temperaturas puede hacer que hasta el 52 por ciento del páramo de Chingaza –de donde llega el 80 por ciento del agua usada en Bogotá– no pueda sobrevivir. Vale recordar que, en el 2002, un informe elaborado por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), advirtió que las alteraciones en el clima generarían caídas en el número de las lluvias en el páramo y de la cantidad de agua que viene con esas precipitaciones. Y un estudio, desarrollado como tesis de doctorado en la Universidad Nacional en 2017, que utiliza un modelo matemático del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), muestra que para mediados de este siglo –en un plazo promedio de 25 años– los páramos y las zonas nivales, donde se produce nieve, tenderán a desaparecer casi que por completo.

Según explica Adriana Sánchez, doctora en Biología e investigadora del estudio desarrollado por la Universidad del Rosario, el cambio climático es una amenaza mucho mayor para estos ecosistemas, en el largo plazo, que el cambio del uso del suelo. La experta destaca que, como los páramos en Colombia son estacionales, si aumentan las temperaturas y la época seca se vuelve aún más seca, entonces estos pierden su capacidad de capturar y regular el agua.

“El páramo, como lo conocemos hoy en día: con pastos, pajonales, chusques, puyas y frailejones; es decir, todas estas plantas bajas, se van a transformar”, asegura. Sánchez, quien es experta en fisiología de plantas, resalta que una de las ventajas de la vegetación de este ecosistema es su capacidad para soportar condiciones extremas de bajas o altas temperaturas, lo que en teoría les permitirá, al menos en el corto y mediano plazo, posponer esa transformación e ir perdiendo territorio de a poco.

Básicamente los grandes páramos, explica la experta, se convertirán en mosaicos. Inmensas extensiones donde habrá parches de frailejones y otros parches de bosque, espacios con pajonales y otros con arbustos más grandes. La vegetación debajo del páramo empezará a subir y el ecosistema, tanto a nivel biológico como visual, se convertirá en otra cosa diferente a la que hoy conocemos.

Una opinión similar tiene Fernando Jaramillo, profesor de la Universidad de Estocolmo y doctor en Geografía Física. Él, junto con Sánchez, trabajó en el estudio sobre el impacto que tendrá el cambio climático en Chingaza. Pero ahora está próximo a publicar una nueva investigación que muestra de manera mucho más amplia cómo Colombia es el país con páramos que más consecuencias negativas verá con el aumento de las temperaturas.

Jaramillo, junto con otros investigadores, encontró que mientras en Ecuador y en Perú aumentarán las lluvias, en Venezuela y Colombia habrá una menor cantidad de precipitaciones. “La temperatura se va a incrementar en todos los países. Pero curiosamente va a subir más en Colombia y Venezuela. Y las lluvias bajarán más en esos dos países. Entonces es como el peor coctel”, resalta el experto.

De acuerdo con él, todo dependerá del escenario que experimentemos. Es decir: en la actualidad sabemos que, en promedio, la temperatura global ha aumentado al menos 1,2 °C con respecto a la de la época preindustrial, aunque hay estudios que hablan de que la cifra es mayor. Los científicos habían fijado en el Acuerdo de París de 2015 1,5 °C como el límite seguro para no traspasar. Sin embargo, se espera que a finales de esta década se cruce ese indicador.

“A los páramos les esperan cambios. Son muy sensibles por su localización tan alta y además, el rango de elevación tan pequeño en el que se pueden encontrar. No les esperan cosas buenas. Va a ser una lucha a largo plazo de esos ecosistemas por mantenerse como están. Pero lo que decimos es: o será un páramo como lo conocemos, o se convertirá en lo que llamamos un novel ecosystem, que es un ecosistema nuevo que se sale de los páramos climáticos en lo que está ahora”, enfatiza Jaramillo.

Ciclo del agua

Seleccione cada una de las características del páramo para leer su información

Precipitaciones

Cuando una nube se llena de agua líquida, cae del cielo principalmente en forma de lluvia o nieve.

Condensación

A medida que el vapor de agua se eleva, el aire fresco de la atmósfera hace que se condense en agua líquida, creando nubes.

Transpiración de plantas

El agua que liberan las plantas y los árboles también ingresa a la atmósfera.

Evaporación

El calor del Sol hace que el agua se evapore de los océanos, lagos y arroyos.

Nacimientos,
lagunas y ríos

La lluvia recorre la superficie de la tierra cuesta abajo debido a la gravedad.

Aguas subterraneas

Parte del agua se filtra al suelo como humedad del suelo o agua subterránea.

por qué son importantes los páramos en el ciclo del agua

La conjunción del clima de páramo y las características de vegetación y suelos hace que los hidrosistemas de páramo constituyan unos reguladores naturales de la escorrentía. Algunos autores les denominan las fábricas de agua. Otros le asocian el efecto de esponja a la regulación hídrica, mostrando su importancia en los flujos en épocas de estiaje.

alta humedad
Bajas temperaturas
baja evapotranspiración
Alta precipitación
precipitación horizontal
suelos porosos

La humedad se manifiesta por el rocío, la constante neblina y las lloviznas frecuentes: características de las altas montañas tropicales de clima húmedo. Por las bajas temperaturas y la alta nubosidad, la evapotranspiración es reducida y es ésta una de las principales razones del alto rendimiento hídrico de estos ecosistemas.

Durante el período seco, la radiación solar puede ser muy alta al igual que las variación de la temperatura a lo largo del día (hasta 20°C en horas sol y temperaturas bajo cero durante la noche). El resto del año típicamente constituye una sola estación húmeda con 40% o más de días lluviosos.

Algunas de estas características que ha desarrollado la vegetación en el páramo son la formación de rosetas que sirve de defensa contra viento y frío, la enanificación arbustiva, hojas coriáceas que reduce la pérdida de agua por transpiración, cubiertas de pelos en las hojas para captar el agua de lluvia o de rocío y la agrupación de varias plantas pequeñas en cojines, entre otros.

Las precipitaciones anuales en páramos oscilan entre valores bajos de 600 mm/año hasta más de 3000 mm/año. La variabilidad espacial de la precipitación está fuertemente relacionada con la topografía y con las direcciones de los aportes de humedad desde los océanos, la amazonia y la orinoquia.

Otra fuente importante de agua en los hidrosistemas de páramo es la precipitación horizontal, que se refiere al proceso por el cual pequeñas gotas de agua presentes en las nubes o la niebla son movidas por el viento hacia la vegetación, donde son interceptadas y acumuladas en gotas más grandes que se precipitan, escurren por la superficie de las plantas o son absorbidas por ellas

Los suelos de páramos son, por lo general, de origen volcánico y se caracterizan por ser húmedos y ácidos. El suelo paramuno es rico en humus bien descompuesto, de acidez considerable, enmohecido y de color pardo oscuro o negro; con un espesor que varía entre algunos centímetros y un metro. Los suelos de páramo se caracterizan por tener altas porosidades y altas conductividades hidráulicas.

Los principales impactos

Hernando García, director general del Instituto Humboldt, explica al respecto que los páramos están padeciendo un calentamiento muy rápido si se compara con el de otras zonas de la Tierra (se calientan 1,6 veces más rápido que las áreas circundantes). Además, les está llegando menos lluvia y como consecuencia son más secos, lo que afecta la supervivencia de muchas especies de plantas.

“Aunque conocemos relativamente bien la composición de especies de los páramos, el país no cuenta con un sistema integrado para el monitoreo continuo de la biodiversidad que permita entender su estado y sus tendencias y así responder de manera rápida a las presiones generadas por los motores de cambio”, resalta García.

Para resolver esto, desde 2017 el Instituto Humboldt y el Ideam, en asocio con el Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecoregión Andina (Cndesan), plantearon la Estrategia para el Monitoreo Integrado de Ecosistemas de Alta Montaña en Colombia (EMA), cuyo objetivo es evaluar el estado actual y las tendencias de cambio de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos de los ecosistemas de alta montaña. Este proyecto, entre otras metas, busca generar conocimiento de base para apoyar políticas públicas y estrategias de gobernanza más adecuadas.

En ese sentido, destaca el funcionario, es clave entender que muchas especies en los páramos, tanto plantas como animales, migrarán al no encontrar las condiciones ideales para sobrevivir. Esto se suma a que, como habrá menos lluvias y temperaturas más cálidas, es probable que los cerca de 17 millones de personas que en promedio dependen de la regulación hídrica que proveen los páramos tengan impactos negativos en el abastecimiento de agua diario.

“Los páramos no van a desaparecer, van a cambiar. Podemos esperar cambios en cómo funcionan y en cómo nos proveen servicios. Aquí hay un llamado: urgen los compromisos globales de reducir gases de efecto invernadero para ver un clima menos extremo en los próximos años, y compromiso de varios sectores en la gestión de los páramos con estrategias sostenibles, mejorando la capacidad de estos ecosistemas para adaptarse”, resalta García.

Pero, mientras llega ese momento, el país también tendrá que lidiar con otras amenazas como la ampliación de la frontera agrícola, la ganadería y la minería, problemáticas que requieren una inmediata solución.

Reporteros de EL TIEMPO recorrimos algunos de los páramos más representativos de Colombia y registramos cómo inmensos bosques de frailejones se convirtieron en extensos cultivos de papa y cebolla en Tota-Bijagual-Mamapacha, de qué forma se saca oro del corazón de Santurbán, cómo surge y corre el agua de entre las montañas del Sumapaz, y la manera como el conflicto armado ha afectado a Guanacas-Puracé-Coconucos.

Los valiosos templos de agua

Javier Silago vive en Aquitania, un municipio que hace parte del complejo de páramo Tota-Bijagual-Mamapacha y está ubicado al frente la laguna de Tota, en Boyacá. Es campesino e integrante de la Fundación Defensa y Salvación del Humedal Lago de Tota y una de las voces que abogan por proteger el páramo y el agua que brinda a los ciudadanos a través de la agroecología y la restauración de áreas afectadas.

“La gente sabe, sabe que hay un problema que estamos generando. Que también nos genera un problema económico. Hacemos esfuerzos y hay esfuerzos del Estado. Pero toca seguir trabajando, porque aún estamos lejos”, afirma. Según él, durante los últimos años, la destrucción del bosque altoandino y la agricultura intensiva vienen dejando a su municipio con cada vez menos agua.

Si bien los páramos han sido denominados erróneamente ‘fábricas de agua’, lo cierto es que este ecosistema más que producir lo que hace es capturar y posteriormente proveer. Según explica la bióloga María Teresa Becerra, quien trabajó como líder de la Agenda de Páramos y Alta Montaña del Instituto Humboldt, funcionan más como una esponja que captura el agua y la va liberando según si hay mucha o poca.

Eso, en gran medida, es una de las más grandes prestaciones ecosistémicas que tienen. Son un reservorio, una caja fuerte –con consciencia propia– del líquido más preciado por la humanidad. Un invento de la naturaleza que solo existe en Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela y del que, además, nuestro país es dueño de más de la mitad del que existe. Mientras en latitudes más al sur, en países como Chile, Uruguay o Argentina, las sequías dejan incendios y pérdidas multimillonarias, en Colombia, entre sus montañas, hay esponjas gigantes repletas de biodiversidad y mucha mucha agua.

De hecho, un informe publicado en 2023 por el Sistema de Información de Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa) señala que dicha situación representa un desafío social, ambiental, económico e institucional para la región que solo será más grave con el pasar del tiempo. Según el Sissa, Chile registra un 40,53 % de su territorio en sequía, Argentina tiene un 59,58 % de su territorio bajo distintos grados de sequía, y Uruguay es el territorio con más sequía, con el 99,75 % de su territorio afectado.

Mientras eso pasa, el rendimiento hídrico de Colombia (la cantidad de agua que produce el país) es seis veces más alto que el promedio mundial y tres veces más que en Suramérica.

PÁRAMOS EN COLOMBIA Sierra Nevada de Santa Marta Perijá Santurbán Tamá Almorzadero Sierra Nevada deL Cocuy Pisba Tota-Bijagual-Mamapacha Guantiva-La Rusia Iguaque-Merchán Altiplano cundibiyacense Rabanal-Río Bogotá Guerrero Chingaza Cruz Verde-Sumapáz Los Picachos Miraflores La Cocha-Pataskoy Chiles-Cumbal Doña Juana-Chimanoy Sotará Guanacas-Puracé-Coconucos Nevado del Huila-Moras Farallones de Cali Las Hermosas Chili-Barragán Los Nevados Sonsón Frontino-Urrao Belmira Citará Tatamá El Duende Cerro Plateado Paramillo Yaraguíes

LOS PÁRAMOS SON ECOSISTEMAS ESTRATÉGICOS que regulan y proveen cerca del 70% del recurso hídrico del país y poseen grandes niveles de endemismos. Su vegetación, sus suelos y sobre todo sus turberas pueden retener 10 veces la cantidad de carbono atmosférico que un metro cuadrado de bosque tropical, ayudando a contrarrestar el calentamiento global.

ÁREAS DE PARQUES NACIONALES

33%

DE LOS PÁRAMOS SE ENCUENTRA DENTRO
DEL SISTEMA DE PARQUES NACIONALES NATURALES

CONSERVACIÓN

La presencia de figuras de protección del Registro Único Nacional de Áreas Protegidas (Runap) se ha incrementado a lo largo del tiempo. La mayor protección se logró en los años 70 y luego a partir del 2007. Algunos complejos de páramos presentan variadas figuras de conservación, lo que conlleva a que existan diferentes niveles de protección en el país.

CAMBIOS EN LA COBERTURA

86%

DEL ÁREA DE LOS PÁRAMOS DEL PAÍS CONSERVA SUS COBERTURAS NATURALES.

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“Si yo cortara todo esto y dejara el suelo desnudo, sin las plantas propias del páramo, el agua caería y se iría automáticamente generando deslaves, lluvias torrenciales, erosión y se perdería toda. Lo que hace el páramo es regular, para que podamos disfrutar el agua no solamente en una temporada sino constantemente”, enfatiza Becerra.

A pesar de que uno de cada tres colombianos toma agua que proviene de un páramo, y pese a la cada vez mayor consciencia que hay por la importancia de su protección, estos ecosistemas están repletos de problemas y conflictividades. Una realidad que los pone en riesgo y que dificulta su conservación, sobre todo si se tiene en cuenta que su recuperación es lenta y puede tomar, en algunos casos, hasta más de medio siglo.

Especies Nativas
Danta de Páramo

Danta de Páramo

Tapirus pinchaque

Desde los 1400 hasta 4000 msnm

Bosques altoandinos y páramos

En Peligro

La danta de páramo, también conocida como tapir andino, es la especie más pequeña del género de los tapires. Su longitud aproximada es de casi 2 metros y mide alrededor de 75 a 90 centímetros de altura. Se caracteriza por su pelaje denso y oscuro que funciona como una adaptación a los climas fríos y una mancha blanca que rodea la boca lo diferencia del resto de especies. Se encuentra en peligro de extinción, pues su comportamiento solitario lo vuelve vulnerable en un hábitat fragmentado.

Oso de Anteojos

Oso de Anteojos

Tremarctos ornatus

Desde los 200 hasta los 4750 msnm

Bosques húmedos andinos, bosques de montaña y páramos

Vulnerable

El oso andino, también conocido como oso de anteojos, es una especie endémica de los Andes y el único oso suramericano existente. Su nombre se debe a la coloración blanca de su pelaje alrededor de sus ojos, una característica predominante. Pasa la mayor parte de su tiempo entre las ramas de los árboles. Está catalogado como una especie vulnerable, amenazado por la pérdida y fragmentación de su hábitat debido a la extensión de la infraestructura y actividad agrícola. Es considerado como una especie sombrilla por su relevancia en procesos de conservación.

Periquito Aliamarillo

Periquito Aliamarillo

Pyrrhura callyptera

Entre los 1,700 y los 3,400 msnm

Bosques de niebla, bosques de montaña y páramos

Vulnerable

El periquito aliamarillo es una especie de ave identificada únicamente en la cordillera oriental de los Andes colombianos. Su principal característica diferenciadora son las manchas amarillas ubicadas en la parte frontal de sus alas y su pecho color pardo. Es considerada como una especie Valor Objeto de Conservación (VOC) para el Parque Natural Nacional Chingaza, porque solo se encuentra en ese lugar y está catalogada como de amenaza vulnerable, por la pérdida de las zonas forestales.

Venado Soche

Venado Soche

Mazama rufina

Entre los 1,500 y los 3,500 msnm

Bosques húmedos tropicales, bosques de niebla y páramos

Vulnerable

El pelaje de tonos rojizos y la coloración oscura en patas y rostro dan el nombre al venado soche. Mide entre 80 y 90 centímetros de longitud de cabeza a cola y 45 centímetros de altura. Su supervivencia depende de la extensión y cobertura vegetal de su hábitat, y los riesgos en él, lo que hace que se encuentre en amenaza vulnerable. Es una especie huidiza y de hábitos nocturnos, que utiliza la vegetación densa como escondite y mecanismo de defensa.

Lagartija de Bogotá

Lagartija de Bogotá

Anadia bogotensis

Entre los 1,900 y los 3,750 msnm

Bosques de niebla y páramos

Casi Amenazado

Anadia bogotensis es una especie que se adapta a ecosistemas altoandinos. Mantiene su temperatura corporal habitando entre la hojarasca y las rocas y se posa en las hojas de frailejón únicamente para tomar la luz del sol. Habita en poco más de 20,000 kilómetros cuadrados en la cordillera oriental de Colombia, razón por la cual se le considera endémica. Es una especie casi amenazada (NT), pues su población disminuye al mismo tiempo que la calidad y extensión de las zonas donde habita por las actividades urbanizadoras.

“Si yo cortara todo esto y dejara el suelo desnudo, sin las plantas propias del páramo, el agua caería y se iría automáticamente, generando deslaves, lluvias torrenciales, erosión y se perdería toda. Lo que hace el páramo es regular, para que podamos disfrutar el agua no solamente en una temporada sino constantemente”, enfatiza Becerra.

A pesar de que uno de cada tres colombianos toma agua que proviene de un páramo, y pese a la cada vez mayor conciencia que hay por la importancia de su protección, estos ecosistemas están repletos de problemas y conflictividades. Una realidad que los pone en riesgo y dificulta su conservación, sobre todo si se tiene en cuenta que su recuperación es lenta y puede tomar, en algunos casos, hasta más de medio siglo.

Conservados, pese a las vacas, la minería y la papa

Un páramo, por sí solo, no es un área protegida. Si bien es un ecosistema clave para el país como la Amazonia, por sus prestaciones como reguladores del agua y hogar de miles de especies, tan solo el 51 % de los complejos paramunos de Colombia tienen algún tipo de medida de conservación jurídica.

Por ejemplo, 971.342 hectáreas de páramos colombianos son parques nacionales naturales, otras 124.368 ha son parques regionales, que no se pueden afectar de ninguna manera, mientras que 226.042 son zonas con algún tipo de protección que se puede realinderar y donde, con permisos, se puede hacer sustracción. El resto, cerca de 1 millón y medio de hectáreas, son territorios como cualquier otro.

Aun así, los páramos tienen un buen nivel de conservación. Solo el 16 % de su cobertura está degradada, y la mayor parte de esa pérdida se concentra en la zona centrooriental del país, donde la agricultura y la ganadería han sido los dos grandes factores de pérdida de especies de plantas como frailejones y migración de animales como el oso andino.

De acuerdo con Juan Carlos Benavides, coordinador del Laboratorio de Ecosistemas y Cambio Climático de la Universidad Javeriana, si bien es cierto que existe un buen nivel de conservación en algunos complejos paramunos, aquellos cercanos a zonas de alta demanda agrícola –y que ya han sido degradados– siguen perdiendo cada vez más cobertura.

Es decir, mientras más cercanos estén los páramos a la frontera agrícola, mayor es su afectación. Así, complejos como Tota-Bijagual-Mamapacha, Guantiva-La Rusia-Guerrero, entre otros ubicados en la cordillera Oriental, son ejemplos claros de cómo un ecosistema, a pesar de ser estratégico desde el punto de vista ambiental, al ser también motor económico de la comunidad entra fácilmente en conflicto.

Frailejones

En los páramos colombianos, los frailejones, o espeletias, son las plantas que mejor representan a estos hábitats. Son descritas como ‘torres vivientes’ cargadas de agua. Sus tallos y hojas actúan como esponjas que acumulan y luego liberan el líquido por una gran extensión del terreno, contribuyendo al metabolismo y regulación hídrica de estos ecosistemas.

Pese a que se han logrado avances en cuanto a la protección y recuperación de los páramos, múltiples amenazas persisten sobre la biodiversidad de sus elementos. Entre los desafíos a los que se enfrentan estos ecosistemas se encuentran la ampliación de la frontera agrícola, el turismo, la urbanización y el cambio climático.

Seleccione cada uno de los frailejones para leer su información

Según Benavides, el páramo pierde cada año cientos de hectáreas, aunque no exista una entidad o estudio que las cuente. La mayoría de ellas se queman para posteriormente hacer agricultura, sobre todo cultivos de papa, que es de las pocas plantaciones con capacidad para crecer allí. La tierra de este ecosistema es una de las menos productivas que existen, por su pH ácido y sus condiciones climáticas extremas.

Aun así, y a pesar también de que en los últimos tres años, según Fedepapa, el precio del bulto del tubérculo ha variado desde los 55.000 pesos hasta los 175.000, llegando en algunos casos a ni siquiera cubrir los costos de producción, la frontera agrícola se sigue expandiendo y el páramo se sigue perdiendo.

“Aunque se ha sentido un efecto durante los últimos años en la protección de los páramos, este, en realidad, no ha sido el resultado de la política pública, sino más bien por un abandono de esas tierras, que son poco productivas. Entonces, ha existido una recuperación en ciertas partes del país, sobre todo en las zonas más remotas, porque los jóvenes se han ido a otras ciudades. Pero, en términos generales, los páramos en zonas degradadas se siguen afectando, y esas zonas vienen aumentando a ritmos bastante complicados”, enfatiza Benavides.

Porque no se puede conservar sin las comunidades. Esa máxima, que parece sencilla, desenvuelve una gran cantidad de conflictos socioambientales que asfixian a este ecosistema. Según explica el director de la Clínica de Medio Ambiente y Salud Pública de la Universidad de los Andes, Mauricio Madrigal, si bien es cierto que existen a nivel jurídico suficientes instrumentos y capacidades para protegerlos, falta un ordenamiento territorial que entienda que existen comunidades que viven allí y que durante años han usufructuado ese territorio y que ponen –conscientes o no– cada vez más presión sobre el ecosistema.

De hecho, los páramos tienen ley propia, la 1930 de 2018, que busca su integralidad, preservación, restauración, uso sostenible y generación de conocimiento a partir de ellos. Algo que ni siquiera otros ecosistemas igual de claves y mediáticos, como la Amazonia, han logrado.

“Estos ecosistemas, además de ser claves y poseer valores ecológicos esenciales para la vida de las comunidades circundantes, también tienen valores económicos que entran de alguna manera en choque y en tensión con los ecológicos. Ahí es donde está esa decisión de Estado que tenemos que tomar como país y como sociedad. ¿Qué es lo que vamos a conservar y hasta dónde lo vamos a conservar? ¿Cómo lo vamos a conservar y cómo lo vamos a explotar?”, enfatiza Madrigal.

Por ejemplo, en complejos como Guanacas-Puracé-Coconucos, en pleno macizo colombiano, ha habido procesos de integración entre comunidades indígenas con iniciativas campesinas e institucionales para plantear alternativas que permitan proteger el ecosistema. Lo cual podría ser replicado y profundizado en otras zonas del país.

Desde el actual gobierno (al igual que en otros anteriores) han sido muy conscientes de ello. Tras su llegada, la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, ha trabajado en la gestión con las comunidades y el llamado “ordenamiento alrededor del agua” en complejos claves como Sumapaz (que entrega el 1 % del agua que se toma en Bogotá y gran parte del consumo rural de varios municipios de Cundinamarca) o Santurbán (que hace lo propio en Bucaramanga y Santander). Ambos son ejemplos de la compleja conflictividad social que existe alrededor del páramo por la economía. En las faldas de Sumapaz está la agricultura, y en el centro de Santurbán, la minería.

“Es una discusión a fondo con el campesinado sobre apoyo y reconversión productiva, pero, sobre todo, acerca de las garantías para permanecer en el páramo en una coordinación conjunta de gobernanza del agua. Porque los campesinos se han sentido criminalizados y estigmatizados, cuando sabemos que la situación de garantizar la función ecológica del páramo es un tema que tenemos que trabajar entre todos”, le dijo Muhamad a EL TIEMPO.

Al respecto, Gloria Yaneth Flórez, investigadora de la Universidad Católica de Manizales y doctora en Desarrollo Sostenible, destaca que en muchos casos quienes están debajo de los páramos esperan que aquellos que los habitan sean los encargados de cuidarlos, sin que reciban nada a cambio. Mientras que quienes están allí terminan encerrados en una disyuntiva entre hacer agricultura y ganadería, básicamente lo que han hecho toda la vida para comer, o no hacerlo para salvaguardar el ecosistema, pero sin saber de qué vivirá su familia.

Los problemas del futuro

No obstante su buena conservación, de su protección a medias y de su cada vez mayor reconocimiento –porque los páramos están de moda–, lo cierto es que los investigadores consultados para este reportaje coincidieron en que es necesario que se acelere su protección, que se enfrente la problemática de la presión que ejerce la agricultura y que se empiece a pensar, con prontitud, el reto que se viene con el cambio climático, que es claramente la mayor amenaza.

El aumento de las temperaturas pondrá entre la espada y la pared a los páramos, como lo han mencionado estudios del Ideam, la Universidad Nacional y diversos investigadores: hará migrar los frailejones a zonas más altas (aunque algunos se queden sin dónde vivir y terminen extinguiéndose); hará más sencillo cultivar los páramos y por lo mismo propiciará su degradación (porque habrá menos heladas y tierras con condiciones menos extremas), y traerá una gran cantidad de especies de plantas y animales que migrarán desde zonas bajas hacia áreas más altas, buscando un mejor clima (lo que aumentará la presión en el ecosistema).

“En últimas, los páramos están en la parte alta de las montañas, y a medida que la Tierra se caliente van a ser empujados más y más hacia arriba. Y hay montañas que no son tan altas para que estos puedan seguir subiendo. Es posible que en los próximos 50 años muchos de los páramos bajos de nuestro país sean reemplazados por bosques arbustales y ya no veamos pajonales abiertos con frailejones. Y es una realidad para la que nos tenemos que preparar”, finaliza el investigador y experto en cambio climático de la Universidad Javeriana Juan Carlos Benavides.

Pero aún queda mucho por hacer. Este reportaje multimedia es una muestra de que los páramos son un ecosistema que aunque está contra las cuerdas tiene dolientes. Visitar y conocerlos también ayuda a su protección. Hacer un llamado a las autoridades contribuye a su conservación. Los páramos son el corazón de los Andes colombianos, un reservorio de agua, biodiversidad y especies único en su tipo. Evitar que desaparezcan es también un deber de aquellos que contamos con el privilegio de tenerlos.

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Créditos
Enviados especiales y redacción:
Alejandra López, Edwin Caicedo, José Alberto Mojica y David Alejandro López Bermúdez.
Diseño y concepto gráfico:
Sandra Rojas, Sebastián Márquez, Juan Felipe Murillo y Dany Esteban Valderrama.
Ilustraciones e investigación de especies:
Sebastián Márquez, Juan Felipe Murillo y Dany Esteban Valderrama.
Investigación de datos e infografía:
Sandra Rojas.
Maquetación:
Sebastián Márquez, Norman Jaimes y Carlos Bustos
Fotografía y realización audiovisual:
Sergio Iván Acero, César Melgarejo, Leonardo Castro, Mauricio Moreno, Néstor Gómez; Instituto Humboldt, Cumbres Blancas.
Apoyo en video:
Sergio Cárdenas y Juan Sebastián Arango.
Editor de Fotografía:
Jaime García
Editor Reportajes Multimedia:
José Alberto Mojica
Editora de Vida/Medioambiente:
Adriana Garzón
Editor de Mesa Central:
Jhon Torres
Publicado el 2 de agosto de 2023.