• LatAm premiere: Agustín Toscano, director de “En vos confío”

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    Agustín Toscano.

LatAm premiere: Agustín Toscano, director de “En vos confío”

Agustín Toscano (Tucumán, 1981) comenzó su carrera en la escena teatral como director, dramaturgo y productor teatral. Posteriormente incursionó en el cine con “Los dueños” -dirigida junto a Ezequiel Radusky- con la que obtuvo la Mención Especial del Jurado en la Semana de la Crítica de Cannes en 2013. Su segunda película, “El motoarrebatador”, también fue estrenada en Cannes, en la Quincena de Realizadores, cinco años más tarde. En esta oportunidad, Toscano incursiona en el cine de no ficción, pero sin abandonar por completo sus orígenes, al proponer una película híbrida entre el documental y la ficción. El filme tuvo su premiere mundial en Tallinn Black Nights Film Festival (PÖFF) y prepara su estreno nacional para finales de noviembre.

Producida por Juan Pablo Gugliotta, Nathalia Videla Peña y Oriana Castro desde Magma Cine, “En vos confío” contó con algunos técnicos internacionales como el director de fotografía, Arauco Hernández, pero se trata de una producción enteramente argentina realizada con el apoyo del INCAA.

La película tiene como protagonistas a Susana y Nélida, una pareja de ex novicias que en 2006 fueron condenadas a 20 años de prisión tras ser acusadas de asesinar a una maestra amiga de ambas en Tucumán. Muchos aspectos de sus vidas han cambiado desde entonces, entre otras cosas, Nélida es ahora Daniel. Otros aspectos se han mantenido intactos, como el amor y la devoción que se profesan y su indiscutible fe.

Con una gran habilidad para tejer narrativas cautivadoras, Toscano nos invita a sumergirnos en el mundo de “En vos confío”, una película organizada casi como una ópera, con pasajes musicales que hilan una historia atrapante, llena de misterio, tensión y una humanidad desbordante. Más allá de las convenciones del documental y la ficción, Toscano explora la complejidad y lo inesperado de la vida a través de la historia de sus protagonistas, narrando un drama que parece de otra época. El límite entre realidad y ficción se vuelve difuso, y ese límite se pone aun más en entredicho en los números musicales, realizados mediante planos secuencias que le dan una fuerza tremenda a los diálogos prefabricados de los entrevistados. De esta manera, la película desafía con sutileza las convenciones, haciendo posible que los diferentes dispositivos converjan en un relato que, ante todo, es un cuento popular que nos invita a posicionarnos como espectadores activos.

En todas tus películas se nota un claro interés por retratar Tucumán, pero ¿por qué esta historia y este formato? 

En 2006, yo vivía en Tucumán y apenas había empezado a estudiar cine. Fue un caso realmente inquietante, las noticias tenían como elemento central la investigación y la vida de una maestra. Había una escuela, había maestras y una desapareció. En ese momento, había una idea que me daba vueltas, y quedó en la película: que las maestras hacían un sketch. Paso siguiente en la historia, desaparece el cuerpo y nunca vuelve a aparecer. Uno no veía a las acusadas como capos de la mafia capaces de hacer desaparecer cuerpos, sino que eran dos mujeres cuya historia traía otras cosas, incluyendo el hecho de que ellas decían que las perseguían por ser lesbianas. Y todo esto era motivo de charlas cotidianas. Esa fue mi primera entrada al caso, como un oyente, como una persona que simplemente escuchaba, debatía y se lo contaba a sus conocidos. Y al hacer esto me di cuenta de que la historia despertaba un interés grande en la gente.

¿Y cómo se convierte en película?

Un día, todavía haciendo teatro, leí de nuevo “Julio César” de Shakespeare, y se me ocurrió hacer una puesta en escena con maestras y una directora. En ese momento me di cuenta de que algo tenía que ver con el caso, aunque fuera ridículamente vinculado. Hasta que un buen día tuve muchas ganas de hacer documentales. Y me di cuenta de que no quería hacer esa ficción, no me quería hacer cargo de ese pensamiento que tuve de Shakespeare. Quería ir a la cárcel de mujeres de Tucumán y conocer a Susana y a Nélida, que en ese momento ya era Daniel, y conversar, a ver qué me contaban, qué me decían, cómo veían la historia. Cuando entro a la cárcel de mujeres, me encuentro con una especie de jardín de infantes, una imagen muy distinta de la cárcel de hombres donde yo había estado por el “El motoarrebatador”. Ahí veo unas cuantas mujeres y entre ellas está Daniel, este personaje que es hombre y mujer, y vive ahí. Cuando finalmente los tuve enfrente y empezamos a hablar, me vi un poco contando lo que finalmente está en la película. Y se los dije: yo me imaginaba yendo a la cárcel, conversando con ellos sobre su vida. Al principio desconfiaron un poco, pero después me dijeron: “Puede ser, nosotros también queremos contar la historia, nosotros nos callamos mucho en el juicio”. Y ahí vieron que me interesaba, no sólo el caso, sino también su puesta en escena del caso. Y así se fue dando, todo muy lento y burocrático. Y todo me fue llevando a este misterio que es la película, que en algún punto es como cantar "La luna tucumana”, que es folclore, pero en versión operística, carcelaria, trans y gay.

“Yo siempre digo que es que como un drama medieval, pero, al mismo tiempo, tiene una vigencia terrible, es decir, una cárcel de mujeres donde habitan personas trans y monjas lesbianas".

¿Cómo fue producirla y cómo se financió la película?

Con muy bajo presupuesto, al menos en comparación con cualquier cosa que yo hubiera hecho anteriormente. Es una película con un equipo técnico liviano, muy local. Se pudo hacer con el aporte del INCAA más algunas otras cosas que se consiguieron. La música, por ejemplo, que para mí es muy importante, tiene el aporte de una banda sinfónica y un coro notable de la provincia de Tucumán, algo que conseguimos con Bruno Masino por contactos y porque somos tucumanos. Porque si no, ese modelo de música era impagable, con tantos músicos sonando todo el tiempo. Eso es una muestra de cómo se consiguieron la mayoría de las cosas. La cárcel también se consiguió así. Mucha gestión, mucha gente de producción avanzando para que nos dejaran ingresar a otros espacios, para que nos dejaran mostrar una cosa o la otra, porque al principio todo era no. Pero creo que el dinero es un factor menor en esta ecuación, lo que realmente pesó fue la voluntad. Creo que es un cine bastante independiente, hecho artesanalmente, y creo que también por eso fue posible mantenerlo durante tanto tiempo, porque las primeras imágenes de esta película son de 2018. Siento que nos gusta lo que encontramos, esta nueva forma de jugar con el lenguaje que nos interesa a todos. Algo que nos parece seductor para explorar, ir más hacia el lado experimental y no tanto a lo que yo pensaba que iban a ser mis documentales. Tiene su encanto sacarle jugo a todas las piedras y la verdad que me pareció muy divertido el proceso de estar todo el tiempo desarrollando nuevas habilidades de gestión para poder hacerla.

La película participó en diferentes espacios de industria, ¿cómo sentís que te ayudó esa experiencia?

El recorrido fue bastante decisivo. La película estuvo en el WIP: LAB 2022 del LINK, el área de industria del FIDBA- Festival Internacional de Cine Documental Buenos Aires. Ahí fue la primera vez que mostré unos escasos 10-12 minutos, que generaron un interés inmediato. Pasó algo similar en Málaga, donde también participó en un work in progress y recibió premios. Quienes la veían, querían saber más de la historia, se ponían en el lugar de espectador. La gente quedaba enganchada con la historia, como quien quiere ver más capítulos o conocer mejor a los personajes. Fue algo que no esperábamos para nada en esos círculos, donde uno va a trabajar y espera que se le acerque un programador de un festival y le diga “te quiero en tal sección”. Y eso me gusto mucho, porque la película da cuenta del estado del mundo y de un cambio de paradigma y es maravilloso. Y vi lo que pasaba en el sector de la industria. Despertaba esas ganas de hablar de la época, de las cárceles, de las mujeres, de los trans.

Fueron espacios que te ayudaron a entender cómo contar la película al espectador.

Exactamente. Yo siempre quise hacer arte popular, en el sentido de hacer obras de teatro y que vayan las vecinas y los vecinos y las recomienden. Cuando empecé a hacer películas, también pasó un poco eso de recomendarlas y compartirlas, pero desde un lado más cinéfilo y no tanto por haberle llegado a la gente, por decir “a la pucha, mira lo que puede pasar, por más creyente que uno sea se te puede venir encima la noche”. Y hay algo de eso que me fascinó, el ver a la gente como más “aniñada”.  También nos gusta esa sensación de que, quizás, un destino muy bueno para esto sería algo más televisivo. No por lo televisivo en términos despectivos, sino por una cuestión más popular. 

¿Y respecto a la decisión de hacer un híbrido entre ficción y documental?

Como documental, está todo guionado, pero no por mí, sino por los personajes que aparecen, por casi todos. Fue el guion que armaron para la puesta en escena judicial. Y eso está bueno porque juega con esa idea de cuestionar qué es la ficción y qué es el documental. Yo soy muy consciente del relato que están armando y, conscientemente, tomo todo eso para contar un cuento. Yo siempre digo que es que como un drama medieval, pero, por otro lado, tiene una vigencia terrible, es decir, una cárcel de mujeres donde habitan personas trans y monjas lesbianas. En muy poco tiempo pasaron cosas que pueden ser vistas como ángulos de cambio de época muy fuertes.

A fin de cuentas, no importa tanto si es un documental o una ficción.

Para mí es lindo verlo desde la óptica de que “estoy viendo un documental”, no me interesa tanto la pretensión del híbrido, pero me parece divertido. Estamos en un territorio en el que todo parece estar siendo elemento de un documental, pero hay una poderosa ficción funcionando por detrás, una ficción que ni siquiera está pensada para la película, sino para convencer a un jurado, a unos seres que supuestamente eran imparciales y que ya tomaron una decisión. Ahora, a nosotros, como espectadores, nos queda la revancha de tomar una nueva decisión, de ser jueces,  y eso también es una ficción. Creo que era eso lo que yo quería transmitir. Me gusta cuando el cine logra ponerte en ese lugar medio judicial de tener que decidir qué es verdad y qué es mentira. El espectador como parte del triángulo.

¿Cuál crees que sería la estrategia de distribución ideal?

El espacio de festivales lo he vivido y está buenísimo, y lo quiero de nuevo. Hasta ahora, mis películas han sido bastante marginales en el mundo post-salas, y aunque no tengo preferencia por nada, siento que esta película se puede llevar una linda revancha en ese sentido.