La fascinante familia de Felipe de Edimburgo: una zarina rusa, un rey desterrado, una monja ortodoxa y una tatarabuela feminista (entre otros)

El difunto duque de Edimburgo estaba emparentado con la práctica totalidad de las familias de la realeza que reinaban a principios del siglo XX, pero su vida se vio profundamente afectada por su trágico destino.
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Creatividad de Vanity Fair a partir de fotografías de Getty Images.

Pese a nacer en una mesa de cocina en la isla griega de Corfú, lo cierto es que Felipe de Edimburgo vino al mundo en 1921 como descendiente de buena parte de las principales dinastías europeas. Tal y como señaló su biógrafa Ingrid Seward en Prince Philip Revealed ("Revelaciones del príncipe Felipe"), tenía “más sangre azul corriendo por sus venas que su esposa, la reina".

Entre los ancestros y parientes de Felipe de Edimburgo se encontraban quienes le legaron su gran independencia, terquedad y enorme sentido del deber, así como su sentido del humor, todos ellos aspectos que le hicieron especialmente idóneo para ser el consorte que más tiempo ha ejercido en la historia de la monarquía británica.

Su tatarabuela: la princesa Alicia, gran duquesa de Hesse y el Rin

La princesa Alicia, tercera hija de la reina Victoria y su querido Alberto, nació en 1843. Durante su infancia fue conocida como la amable mediadora de su familia numerosa, toda una intelectual con una melancólica vena de mártir. Según Jerrold M. Packard, autor de Las hijas de Victoria, Alicia trató de romper sus "cadenas de oro" en numerosas ocasiones visitando a los inquilinos en sus casas de campo propiedad de la realeza, y en una ocasión se escapó de su niñera en la iglesia para sentarse en los bancos de los plebeyos.

Siendo adolescente, en 1861, se le atribuyó el cuidado de su padre, Alberto, en su lecho de muerte. Apodada "el ángel del hogar" por un amigo de la familia, también se cree que evitó que Victoria, completamente devastada, cayese en la más absoluta de las locuras. El 1 de julio de 1862, Alicia se casó con el apuesto y sencillo Luis de Hesse y el Rin, y se marchó a empezar una nueva vida en la conservadora Darmstadt (que ahora forma parte de Alemania).

Notablemente progresista para su época, la princesa estaba decidida a cambiar las cosas en su nuevo hogar. "Si uno nunca ve la pobreza y vive siempre en ese frío círculo de gente de la corte, los buenos sentimientos se acaban secando, y yo siento la necesidad de salir ahí fuera y hacer el poco bien que esté en mi mano hacer", escribió en una carta a su madre.

Mantenía un contacto frecuente con su heroína, Florence Nightingale, y se propuso cambiar radicalmente la asistencia sanitaria en Hesse. Un tiempo después acabaría abriendo el Hospital Alicia y el Gremio Femenino de la Princesa Alicia, que formaba a enfermeras. También promovió los derechos de la mujer (para disgusto de muchas aristócratas) con la iniciativa del Día de la Mujer de Darmstadt, e invitó a su casa al teólogo liberal David Friedrich Strauss, lo que llevó a su suegra, la emperatriz Augusta, a calificarla de "¡atea integral!".

La reina Victoria también se sentía amenazada por su hija progresista, a la que tildaba de “ingeniosa y grandilocuente y de querer hacerlo todo a su manera”. Según Victoria, Alicia se había atrevido a preguntar a sus hermanas sobre su vida sexual y su salud ginecológica, para horror de su madre. Tras la muerte accidental de su hijo favorito, Frittie, en 1873, su faceta melancólica se potenció. "Desearía estar muerta y probablemente no pasará mucho tiempo antes de que le dé ese placer a mamá", llegó a escribir.

La princesa Alicia murió de difteria el 14 de diciembre de 1878, y fue la primera en fallecer de los hijos de Victoria y Alberto. Le sobrevivieron cinco hijos —Victoria, Irene, Ernesto y las pobres Ella y Alix, que fueron asesinadas durante la Revolución Rusa. Sigue leyendo para saber más sobre la historia de Ella.

La tía abuela: Isabel Fiódorovna, gran duquesa de Rusia

Canonizada como santa por la iglesia ortodoxa rusa, la gran duquesa de Rusia tendría un enorme impacto en su familia. Gentil, compasiva y enérgica, Ella (así era conocida dentro de la familia) fue el amor no correspondido de su primo, el futuro káiser Guillermo II, que dejó la espada a un lado el tiempo suficiente como para escribir poesía en su honor.

En 1884, Isabel se casó con el gran duque Sergio Aleksándrovich de Rusia, gobernador de Moscú, un tipo mucho mayor que ella y extremadamente estirado. Ella, una estrella de la alta sociedad, alentó el romance entre su dolorosamente tímida hermana Alix y el futuro zar Nicolás II. Pero la alegre vida de bailes, trineos y actos benéficos de Isabel terminó abruptamente en 1905, cuando su marido fue asesinado por los revolucionarios. Según Robert K. Massie, autor de Nicolás y Alejandra:

El gran duque acababa de despedirse de su esposa en su apartamento del Kremlin y atravesaba una de las puertas cuando le estalló una bomba encima. Al oír la estremecedora explosión, Ella gritó: "Es Serge", y corrió hacia él. Lo que encontró no fue a su marido, sino un centenar de trozos de carne irreconocibles, desangrándose en la nieve. La gran duquesa se acercó con valentía al cochero moribundo de su marido y alivió sus últimos instantes diciéndole que el gran duque había sobrevivido.

Desde aquel día, Isabel pareció encarnar a su madre, Alicia de Hesse. Visitó al asesino de su marido en prisión, pidiéndole que rezase junto a ella por su perdón. Abrió el convento de Marta y María en Moscú y se hizo abadesa, si bien se aseguró de que sus favorecedores hábitos gris perla fuesen diseñados por el pintor de la alta sociedad Mikhail Nesterov. A través de su convento, Ella alimentó a miles de personas y cuidó de un número casi igual de elevado. También caló a Rasputín desde el principio y en 1916 alertó a su hermana, entonces la emperatriz Alejandra, diciéndole que acabaría con la familia real.

La emperatriz estaba furiosa y ordenó que se llevasen a su hermana en carruaje. Las dos hermanas no volvieron a verse jamás. Durante la revolución rusa, el amor de la infancia de Isabel, entonces el káiser Guillermo II, trató de salvarla pero sus esfuerzos fueron en vano. El 18 de julio de 1918, al día siguiente del horrible asesinato de Nicolás, Alejandra y sus cinco hijos, Isabel y otro grupo de integrantes de la realeza fueron arrojados a una mina abandonada en los Urales. Aunque les lanzaron granadas, un campesino curioso escuchó cómo las víctimas cantaban himnos.

Cuando el Ejército Blanco descubrió los cuerpos unos meses después, hallaron la cabeza del joven príncipe Juan dentro del pañuelo atado de Isabel.

La muerte de la familia real rusa no solo impactó a su madre, sino también al propio Felipe. Así lo manifestó en 1957: “Me encantaría ir a Rusia, aunque esos bastardos asesinaron a la mitad de mi familia". Décadas después donó su propio ADN para ayudar a identificar los restos de la familia de Nicolás y Alejandra.

El padre: Andrés de Grecia y Dinamarca

Desenvuelto, encantador y trágicamente descuidado, según un pariente, el príncipe Andrés podía tomarse a broma absolutamente cualquier cosa que le deparase la vida. Su hijo Felipe estaba de acuerdo, afirmando que salir con su padre y sus tíos era como ver a los hermanos Marx en acción. Pero sus risas eran fruto de una gran discordia.

En 1903, Andrés, hijo de Jorge I de Grecia, se casó con la hermosa Alicia, la hija de Victoria (la mayor de los hijos de Alicia y Luis de Hesse). Fue “la boda del siglo” y el enlace, al que acudió la flor y nata de la realeza europea, lo pagó el zar Nicolás II. Se cuenta que durante la luna de miel de la pareja, le dijo a su novia, completamente sorda, que su regalo de bodas era una motocicleta, algo que le hizo llorar del ataque de risa.

Pero no tardaron en surgir los problemas. Jorge I fue asesinado en 1913, y la creciente familia de Andrés se vio abocada al exilio. Como líder del ejército durante la guerra greco-turca de 1919-1922, fue acusado de desobedecer órdenes, lo que provocó la diezma del ejército griego en Esmirna. Fue sometido a juicio por un consejo de guerra y huyó con su familia (incluido el pequeño Felipe) a bordo del buque de guerra Calypso, que fletó el rey Jorge V de Inglaterra.

En público, Andrés parecía tomárselo todo con calma. En 1923, hizo estas declaraciones a Los Angeles Times, pensando sin duda en su sangrienta historia familiar: "Así las cosas, estoy desterrado de por vida, pero es mejor estar desterrado de por vida que dejar de respirar el resto de tu vida", y bromeó diciendo que tenía fondos suficientes, por lo que no tendría que "dedicarse al cine ni a los negocios".

Andrés, Alicia y sus cinco hijos acabaron mudándose a una casa prestada en Saint-Cloud, Francia. En 1930, escribió Hacia el desastre, su versión de los hechos que le habían llevado ante aquel consejo de guerra. Ese mismo año, su familia se desintegró. Alicia fue internada en un sanatorio, las cuatro hijas se casaron y enviaron a Felipe a vivir con unos parientes en Inglaterra.

Perpetuamente falto de dinero, Andrés se convirtió en un vagabundo de la jet set que de vez en cuando aparecía en la vida de Felipe para bromear con él o soltarle clichés como que "para ser un príncipe había que destacar como un príncipe... un príncipe, de hecho, siempre debe demostrar su valía".

El príncipe exiliado pasó sus últimos días en Montecarlo con su fascinante amante, la (autodenominada) condesa Andrée de la Bigne. Andrée, de cabellos dorados, era una conocida actriz e hija de una famosa cortesana parisina, Valtesse de la Bigne. Andrés murió en 1944 de un ataque al corazón tras una fiesta, sin poder ver a sus hijos debido a la guerra. Aunque entre las posesiones materiales que dejó a su hijo apenas figuraban algunos gemelos y cepillos para el pelo con grabados, en el trato se parecían mucho.

"Era tan parecido a él", recuerda su hija Sofía, hermana de Felipe. "Felipe tenía los mismos gestos, movimientos, manera de levantarse, de andar y de reír: un sentido del humor colosal, siempre veía el lado divertido de las cosas y hacía reír a los demás".

La madre: Alicia de Battenberg, de Grecia y Dinamarca

Mientras que su marido, del que estaba separada, siguió la estela de los playboys tras los sucesos que desplazaron a su familia, Alicia, la madre de Felipe, recurrió al extremo contrario, movida por un fervor religioso y un legado familiar de servicio y cuidados.

Mucho se ha escrito sobre la excéntrica Alicia, hija de Alicia de Hesse, la hija mayor de Victoria. Según Hugo Vickers, autor de Alice: Princess Andrew of Greece (Alicia, la princesa Andrés de Grecia), tras décadas de guerra y exilio como integrante de la familia real griega, esta princesa de belleza exquisita se obsesionó cada vez más con sus ideas espirituales y de otros mundos, incluyendo la práctica ocultista de la escritura automática. En 1929, su estado se agravó. Así lo cuenta Vickers:

Se volvió intensamente mística y se tumbaba en el suelo para poder desarrollar "el poder que se le transmitía desde arriba". Creía haber desarrollado el poder de curar en sus manos y lo utilizó eficazmente en el reumatismo de la niñera de los niños... En junio afirmó que podía detener sus pensamientos como un budista.

Alice fue enviada a un sanatorio en Suiza, donde se le hizo el más que dudoso diagnóstico de una "condición libidinosa neurótica-prepsicótica" y fue sometida a horribles tratamientos, incluyendo la "exposición de las gónadas a rayos X, con el fin de acelerar la menopausia". Llevaron ocasionalmente a Felipe a visitar a su madre enferma, lo cual solía resultarle aterrador.

No obstante, la trágica muerte de su hija Cecilia en 1937 pareció suponer un punto de inflexión en la vida de Alicia. Insistió en quedarse en la Atenas ocupada durante la guerra, salvando la vida de la familia judía Cohen y ayudando a los enfermos. Cuando un general alemán (probablemente consciente del matrimonio de su hija Sofía con un destacado nazi) le preguntó qué podía hacer por ella, le respondió: "Puede sacar a sus tropas de mi país".

En honor a su tía Ella, convertida en mártir, Alicia fundó la Orden Griega Ortodoxa de la Hermandad Cristiana de Marta y María, y empezó a vestirse de monja sin renunciar a todos los placeres mundanos. Tal y como señaló irónicamente su madre, Victoria, “¿Qué puede decirse de una monja que fuma y juega a la canasta?".

Alicia pasó sus últimos años junto su hijo, en el palacio de Buckingham. Antes de su muerte en 1969, le escribió una carta: “Queridísimo Felipe, sé valiente y recuerda que jamás dejaré de estar a tu lado y siempre me encontrarás cuando más lo necesites".

Fue enterrada junto a su heroína, Ella, a los pies del Monte de los Olivos, en Jerusalén. Cuando su hija Sofía se opuso, argumentando que estaba demasiado lejos de Inglaterra, Alicia replicó: “¡Tonterías, hay un servicio de autobús que está perfectamente bien!”.

Los tíos: Jorge y Nadejda (Nada) Mountbatten, marqueses de Milford Haven

Tras la disolución de su familia en 1930, un príncipe Felipe de nueve años quedó al cuidado del hermano de su madre, Jorge Milford Haven. Jorge, un brillante y bohemio héroe naval, estaba casado con la vanguardista y trotamundos Nada, nieta del poeta Alexander Pushkin. Formaban parte de la "banda del palacio", un grupo de jetsetters bañados en champán liderado por los Milford Haven, el hermano de Jorge, Dickie, y su fascinante esposa, Edwina.

En la finca de Milford Haven, Lynden Manor, Felipe podía practicar su saxofón con aires de jazz, jugar al bádminton en una pista hecha únicamente para él y su primo David, y jugar con el ferrocarril en miniatura de su tío, valorado en 60.000 dólares. También es posible que se topase con su legendaria colección de pornografía. Según la biógrafa Barbara Goldsmith, la colección incluía libros de incesto, zoofilia, bondage y flagelación con títulos como Lady Gay: Sparkling Tales of Fun and Flagellation ("Lady Gay: relatos chispeantes de diversión y flagelación").

Fueran cuales fueran los pecadillos adultos de la pareja, lo cierto es que trataban a Felipe como a un hijo, le pagaban el internado y le colmaban de amor. En 1934, Nada saltó a los titulares al verse involucrada en la explosiva batalla por la custodia de la heredera Gloria Vanderbilt. Durante una vista judicial, una criada francesa acusó a la madre de la pequeña Gloria, también llamada Gloria, de besar a su querida amiga Nada en un hotel de Cannes.

"La señora Vanderbilt estaba en la cama leyendo un periódico, y allí estaba Lady Milford Nada junto a la cama, con el brazo alrededor del cuello de la señora Vanderbilt (el brazo de Lady Milford alrededor del cuello de la señora Vanderbilt) y besándola como una amante", insistió la criada.

La historia se convirtió en un escándalo internacional, y los Milford Haven fueron convocados a palacio para conversar sobre esta crisis. Nada denunció aquella afirmación presentándola como una mentira malintencionada, mientras que Margarita, la hermana mayor de Felipe, también defendió públicamente a su tía y a la Sra. Vanderbilt. Jorge murió de cáncer en 1938, allanando así el camino para que su hermano, el legendario Louis "Dickie" Mountbatten se convirtiese en la principal influencia paterna en la vida de Felipe.

La hermana favorita: Cecilia de Grecia y Dinamarca

Felipe fue mimado por sus cuatro hermanas mayores, Teodora, Margarita, Cecilia y Sofía. Su favorita era Cecilia, encantadora, alegre y diez años mayor que él. En 1931, Cecilia se casó con el apuesto Jorge Donato, gran duque de Hesse, con su hermano pequeño llevándole la cola del vestido.

Pero la tragedia le sobrevino el 16 de noviembre de 1937. La revista TIME la denominó "la maldición Hesse". Donato y Cecilia, embarazada de ocho meses, se dirigían a Inglaterra para asistir a la boda de su hermano, el príncipe Luis, con Margarita Geddes. A bordo viajaban dos de sus tres hijos y la madre de Donato, Eleonora.

Según los informes, el avión se estrelló contra una chimenea en las afueras de Ostende (Bélgica). Al parecer, el piloto había intentado realizar un aterrizaje de emergencia a ciegas, y los restos del avión dieron una pista del motivo. Junto al cuerpo de Cecilia había un bebé recién nacido, lo cual llevó a los investigadores a pensar que Cecilie se había puesto de parto de manera prematura mientras seguía en el aire, por lo que que el piloto intentó aterrizar.

Felipe, que entonces tenía 16 años, se encontraba estudiando en Gordonstoun cuando supo la noticia de que su querida hermana había muerto, sumiéndose en un profundo shock. Acudió al funeral celebrado en Darmstadt, controlada por los nazis, y caminó junto al marido de su hermana Sofía, Cristóbal de Hesse, futuro oficial de la Luftwaffe ataviado con un uniforme de las SS. Años después afirmó que Cristóbal era “una persona muy tierna”, además de “amable y con buen sentido del humor. Así que en realidad era completamente lo contrario de lo que cabría esperar”.

Según Ingrid Seward, otros miembros de la familia real también lucían las tristemente célebres camisas marrones, y multitud de plebeyos hacían el saludo nazi al paso del cortejo fúnebre. Las repercusiones de los vínculos nazis de su familia llevan décadas haciéndose notar, a pesar de que Felipe sirvió con valentía en el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial. Seward afirma que durante la investigación de 2008 sobre la muerte de la princesa Diana y Dodi Al-Fayed, Mohamed Al-Fayed aseguró que Felipe nunca aceptaría a Dodi en la familia. Durante un interrogatorio, Mohamed mostró sus “pruebas”, que transmite Seward:

"¿Todo esto se deriva de su creencia de que el príncipe Felipe no sólo es racista, sino también nazi?" Al-Fayed respondió: "Así es. Es hora de enviarlo de vuelta a Alemania, de donde vino. Si quiere saber su nombre original, acaba en Frankenstein", y empezó a agitar una fotografía tomada en 1937 durante el funeral.

Aunque a sus hermanas se les prohibió asistir a su boda de 1947 a causa de sus maridos alemanes, sí fueron invitadas a la coronación de la reina Isabel II, en 1953. Su última hermana superviviente, Sofía, de quien se decía que era muy franca y divertida, solía acompañarle al Royal Windsor Horse Show. Fallecida en 2001, fue el último vínculo directo de Felipe con su fascinante familia.

Artículo original publicado por Vanity Fair US. Accede aquí.