Distrito XIII: el París menos reconocible

Aunque sea más apetecible inyectarse directamente en ese ambiente cosmopolita característico de décimo distrito, el decimotercer arondissement parisino tiene cada vez más que decir como alternativa. 
Vista de la Biblioteca Nacional de Francia .
Alamy

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El Distrito XIII de París puede que, a priori, suene menos apetecible que inyectarse directamente en ese ambiente cosmopolita característico de décimo distrito, pero este arondissement parisino tiene cada vez más que decir como alternativa. 

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No es lo mismo entrar en París por la bulliciosa Gare du Nord que por la más solitaria Gare de Austerlitz. No es lo mismo el alboroto multicultural del décimo distrito que la asepsia amplia y silenciosa del decimotercero.

Nord, cálida y casi desquiciante, parece diseñada para la bienvenida; Austerlitz, indefensa frente a su gran plaza, se antoja una despedida. Por no parecerse, no se parece ni el Sena, ausente en la primera y manso y distante frente a la segunda.

Y aunque, de hecho, quizá sea más apetecible inyectarse directamente en ese ambiente cosmopolita característico de la capital francesa y que tan bien se despliega en el décimo distrito, el decimotercer arondissement parisino tiene cada vez más que decir como alternativa.

Allí todo es menos obvio, menos llamativo, más remoto. En vez de asaltar al visitante, lo espera y le exige que exprima su curiosidad.

Gare de l'Austerlitz.Alamy

El río Sena nos servirá de catalizador. Entre la quinta y decimotercera zonas (recordemos que se distribuyen sobre el plano en espiral), a la orilla del río se sitúa el Museo de escultura al aire libre, que abre las puertas hacia un París más contemplativo.

Con obras de Sorel Etrog, Marta Colvin o Nicolas Schöffer bajo los sauces llorones y el viento fresco del río, uno confirma que no es necesario hacer colas ni comprar entradas para disfrutar del arte que esta ciudad ofrece en cada rincón.

No menos estética es la pasarela de Simone de Beauvoir, que se enreda sobre sí misma como una ola más del río y reivindica las múltiples formas en que la arquitectura puede ser tan útil como hermosa.

Pasarela Simone de Beauvoir con la biblioteca Francois Mitterand detrás.Alamy

Las distancias se alargan, y el recorrido a través de amplios espacios públicos nos conduce hasta la Biblioteca Nacional de Francia (François Mitterrand).

Su arquitecto, Dominique Perrault, lleva hasta el extremo este particular sentido del vacío al crear una de las plazas más singulares y extraterrestres de la ciudad: una tupida selva refresca a los lectores desde el subsuelo, recogida entre cuatro grandes torres simétricas que configuran un rectángulo de una soledad sobrecogedora.

No importan los grupos de jóvenes practicando skate o parcour; lejanos quedan quienes bailan o graban vídeos de Tiktok. Cualquier presencia humana es poca ante el volumen de este complejo.

Atestiguamos lo contrario solo unos metros más hacia el este, donde, entre árboles y vallas, Les Frigos se lleva la medalla de oro como propuesta alternativa de este desconocido barrio e, incluso, de todo París.

Numerosos grafitis y murales delatan la reconversión que experimentó en los últimos años esta instalación de tipo industrial, que ahora cobija el taller de varias decenas de artistas.

La Biblioteca Nacional Francois Mitterrand, de Dominique Perrault.Alamy

LES FRIGOS

Desde 1921 hasta la década de los 60, esta atípica instalación señalada por su robusta torre de hormigón sirvió de almacén refrigerado para la compañía de trenes París-Orléans. Aquí penetraban cada día los convoyes de largo recorrido para pertrecharse de alimentos antes de iniciar su trayecto. En el interior, diversas fotos e indicaciones recuerdan este pasado.

Tras un período inactivo, SNCF, siguiente propietaria y actual ferroviaria francesa, decidió alquilar sus amplias salas (a algunas de ellas todavía se accede a través de puertas de congeladores) y pasillos a una generación que pedía a gritos un lugar para expresarse.

Desde 1981, numerosos artistas tienen aquí su propia fortaleza de ideas, un espacio aislado de la ciudad, que genera sinergias y favorece las condiciones para poder desarrollar distintas disciplinas.

Les Frigos.Alamy

Un ejemplo de la divergencia de propuestas es Jacques Rémus, que se define a sí mismo como una mezcla de futurismo y nostalgia. Sus “termófonos” son un conjunto de tubos que, al calentarse, emiten sonidos puros, singulares, potentes y perturbadores.

Este extravagante órgano evoca escrituras musicales específicas que interactúan con el espectador de manera profunda.

Otro tipo de arte poco habitual llega de mano de The Office, una propuesta gastronómica en la que la chef Emilie Suzanne-Birot ofrece cenas privadas con platos sorprendentes (a su elección) para grupos reducidos. Una especie de restaurante por encargo.

Allí también exhibe la obra de su padre, Michel Birot, antiguo fotógrafo de moda, deportes y retratista, que tenía su taller en este mismo lugar. Es una de las pocas vías de acceder a este singular espacio.

Una antigua puerta de congelador en Les Frigos.Alamy

Pero si no nos basta con disfrutar del ambiente de Les Frigos y mezclarnos con el espíritu artístico de los residentes, siempre se puede reservar mesa en Aiguillage, una galería con restaurante que ocupa el único bajo abierto al público.

Aunque con una carta muy reducida, el menú del día es asequible y tan original como sus cuadros, con platos ligeros, ingredientes y maridajes que se podrían describir en términos pictóricos.

En su entorno se suceden edificios administrativos y de negocios, con su ordenado movimiento durante la semana y su artificialidad de fin de semana. Para descansar, siempre nos quedan la arbolada rivera del Sena y otros espacios verdes como el Parque Kellermann o la Plaza de Italia.

En Aiguillage, galería con restaurante.Aiguillage

Parte de la revitalización de este distrito viene de mano de la Ciudad de la Moda y el Diseño, un edificio cuyo aspecto, más pretencioso que exitoso, nos recuerda a una especie de Museo Pompidou frustrado que se hunde en el Sena.

Tan pegado está al río que solo es posible apreciarlo desde la orilla opuesta. En cualquier caso, su relevancia es cada vez mayor, al contar desde la pasada década con el Instituto Francés de la Moda y con Art Ludique, un museo recreativo que incluye cómics, animación y videojuegos.

Aunque quizá sea el menos parisino de la capital francesa, el Distrito XIII de París se desarrolla con la misma fuerza que otrora lo hicieron barrios grabados en nuestro imaginario colectivo. Comprenderlo requiere tiempo, estar abierto a aquello que París no nos tiene acostumbrados. Y por eso mismo, visitarlo también supone un alivio a un paso del centro más asfixiante.

Cité de la Mode et du Design.Alamy

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