Feria Modernista de Alcoy: una semana viviendo en el pasado

Casas, edificios y fábricas ponen en valor la historia y la arquitectura de Alcoy durante su Semana del Modernismo.
Semana Modernista de Alcoy Alicante
Josele Tortosa / Comunitat Valenciana

Un joven con pantalón bombacho y bigote retorcido pedaleando con pericia una bicicleta de estilo Grand Bi, o una pareja –asido el talle y brazos en alto– bailando al ritmo de una banda uniformada bajo un quiosco verde en mitad de la glorieta, o incluso un grupo de sufragistas enarbolando consignas de derecho al voto. 

No es difícil imaginar cualquiera de estas tres estampas en color sepia, como sacadas de una fotografía de principios de siglo. La suerte es verlas cobrar vida, y como por arte de magia mirar alrededor y advertir que la ciudad es la misma pero el tiempo no: ¡bienvenidos al Alcoy modernista!

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Durante una semana –del 19 al 25 de septiembre– la Feria Modernista de Alcoy revive su pasado de un modo muy “real”. La ciudad entera se dispone a sacar lustre a su legado artístico y cultural de forma pintoresca: una ambientación por calles y plazas que gana adeptos en cada edición. 

Feria Modernista de Alcoy, Alicante.Turismo de Alcoy

La indumentaria y la utilería de los participantes son esenciales para conseguir el efecto final, y es que Alcoy vuelve un siglo atrás sacando músculo del viejo sueño burgués, aquel que se maravillaba con una economía pujante que los lanzaba de cabeza hacia el progreso y la bonanza.

La industrialización de principios del pasado siglo dejó tras de sí un reguero de ganancias que transformaron toda la ciudad, y los empresarios del momento querían un Alcoy adaptado a su tiempo, con arquitecturas y avenidas al estilo de Barcelona (el perfecto espejo en que mirarse). 

Y así, empezaron a retorcerse las decoraciones, a imitar hojas y tallos, a brotar flores por las fachadas y las vidrieras; y vidrio, que empezó a usarse por doquier en puertas y dinteles de casas; o hierro, otro material muy de moda en la época que remataba las decoraciones de complicados balcones o rejerías de tiendas ilustres. Y con las arcas llenas y la sensibilidad a flor de piel, la ciudad se fue llenando de modernismo. Vamos, que cualquier excusa es buena –pero esta además es de lo más animada– para visitar este auténtico museo de la arquitectura a pie de calle.

Casa del Pavo, Alcoy, Alicante.Jorge Tutor / Alamy Stock Photo

Como en cualquier enclave, en Alcoy también hay un eje principal, un kilómetro cero al que volver una y otra vez durante el recorrido para mirar (y admirar) las fachadas y los edificios. A partir del carrer sant Nicolau se abren una serie de ramificaciones para no perderse en la ruta, y es que Alcoy pertenece por derecho propio al consorcio de ciudades dentro de la Ruta Europea del Modernismo. Así, bajando sant Nicolau y casi al lado una de la otra, se dan la mano dos platos fuertes: la casa del Pavo y el Círculo Industrial.

La primera, edificio privado –estandarte del burgués de postín en la época– es obra del arquitecto Vicente Pascual Pastor, y el nombre se lo debe a los grandes pavos reales de hierro sobre las puertas de entrada. La otra es el Círculo Industrial, y es obra de Timoteo Briet. Aparentemente sobria en su fachada, el interior fastuoso revela todo lo contrario: los empresarios alcoyanos, altaneros, querían ostentar el resultado de su esfuerzo. Y es que si por un lado el modernismo bebió del Art Nouveau francés también viró su gusto hacia el Sezession vienés, y en Alcoy se dieron arquitecturas sensibles a los dos gustos.

Casa Laporta, Alcoy, Alicante.Elías Seguí / Alcoy Turismo

Sigue la ruta por casas y fábricas, que ese era el sentir del momento: hombres de negocios en ciernes junto con los patrones de pedigrí, todos consagrados al arte de hacer dinero y mostrarlo impúdicos. Así, la casa como la fábrica, debían ser epítome de notoriedad, el culmen de una carrera exitosa expuesta (¡y bien expuesta!) a los ojos de todo el mundo. 

La Casa del Escaló (en la calle Joan Cantó, 2) o la Casa Laporta (en la avenida País Valencià, 26) dejan huella en el conjunto arquitectónico de la ciudad. Luego están las fábricas, aquellos oráculos pecuniarios de los que emanaba la dicha, y las antiguas fábricas de Rodes (en la calle Salvador Allende) o la de Sant Joan (en la calle ídem) se merecen una visita.

La ciudad era el hábitat natural del burgués, y acorde con su posición necesitaba el entorno (también en lo tocante a la arquitectura civil), por eso edificios como la antigua Central Hidroeléctrica (en la calle Colón, 1) repasan las claves del movimiento de ascendencia secesionista vienés entre simetrías verticales y sobriedad. 

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En el otro extremo, el Antiguo Parque de Bomberos le guiña el ojo al nuevo arte francés, con un balcón donde florece una vegetación exuberante y unos dinteles repletos de ornamentación (cabeza de león incluida).

A la ciudad no se le acaban los atractivos, que entre puentes y plazas la visita se puede dilatar tanto como se quiera. Sin mentar gastronomía, claro; o sea: peladillas, herbero y licor de café aparte, que eso es otro capítulo. Pero durante toda una semana, en la Feria Modernista de Alcoy se puede ver un faetón rodando en plena calle al lado de doña Amalia, una maestra ilustre que se entregó con afán a la tarea de educar a las mujeres después de sus jornadas laborales. Porque la historia de los sitios la hace su gente, y esta es la de un pueblo que quiere recordar su pasado.

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