Hotelísimos: días perfectos en Another Place

De nuestros días en Lake District guardo esa certeza (es un regalo) de no querer estar en ningún otro lugar, ni en otro momento, con nadie más.
Ullswater Inglaterra
Lewis Harrison-Pinder, Another Place

Momentos, tengo cada día más claro que casi todo va de momentos, la búsqueda de instantes perfectos donde habite la emoción. Párate a pensar un segundo. Días perfectos —esto lo sabe bien Jacobo Bergareche— hay poquísimos a lo largo de una vida. Me sigue fascinando (y aterrando al mismo tiempo) el arranque de su novela, las palabras de Abderramán III: “He reinado ya más de cincuenta años en la victoria o en la paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placer, estaban a mi disposición, ninguna bendición terrenal parecía estar fuera del alcance de mis deseos. En este predicamento, conté diligentemente los días de pura y genuina felicidad que me tocaron: ascienden a catorce”.

¿Pero momentos de pura y genuina felicidad? Ay, querido califa, eso es otra cosa. Por eso decidí ya hace un tiempo ser más modesto con mis expectativas, pretender tocar el cielo un ratito no más, dejar los días (y toda su inmensidad) para reyes y poetas, quedarme yo con momentos donde no sienta más que calma, entregado sin más al asombro, “la vida agotada en mí”. De nuestros días en Lake District guardo al menos dos instantes bellísimos, los sentidos avasallados, esa certeza (es un regalo) de no querer estar en ningún otro lugar, ni en otro momento, con nadie más.

Shepherd Huts, Another Place, Inglaterra.Another Place

The Lakes es la zona rural dentro del condado de Cumbria, al noroeste de Inglaterra, y desde luego una de las regiones más hermosas de Gran Bretaña. Nuestro viaje arrancó en el aeropuerto de Manchester —el trayecto hasta los lagos es un sueño: montañas, carreteras secundarias, castaños, hayas y robles. Nuestro destino es Another Place, hotel (Hotelísimo) que es puro paisaje, desnudez, la verdad atávica de la naturaleza luciendo palmito a tres pasos de uno de los dieciséis lagos de la zona, Ullswater.

Cenamos en Rampsbeck, “a relaxed space with an open kitchen and views to the lake”, un par de platos sencillos, cocina honesta de temporada, lubina a la brasa, venado, algo de verdura. Decidimos alojarnos en sus Shepherd Huts, pequeñas cabañas de pastor (hechas a mano) desde las que poder ver el cielo, una pequeña chimenea, troncos y mantas de lana, un termo para el té, una cafetera de las que no usan cápsulas (bendito sea el Señor), un candil para iluminar sus noches. Tras la cena paseamos frente al lago, el viaje fue cansado, nos acostamos pronto. Comienza a llover, las gotas repican sobre el lucernario, es el cielo susurrando bajito. No consigo olvidar aquella sensación, aquella calma, bendición terrenal. Por la mañana nos despierta una bandada de gansos, tras las cabañas (rodeadas de narcisos) cientos de sicomoros cobijan nidos de cuervos anunciando el nuevo día. El siguiente momento pertenece a Laura.

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Laura en el columpio, Another Place.Jesús Terrés

Tras el desayuno en “nuestro jardín”, se acerca hasta uno de los columpios frente a Ullswater, se queda un rato ahí, escuchando a petirrojos y gorriones, balanceándose al son de este vivir sin prisa. Refresca en este amanecer cubierto de rocío, me recuerda después una frase que ha leído en el libro que encontramos sobre la mesa de nuestro castillo de madera, “time outside make us feel better inside”. Es verdad. A lo largo del viaje también hubo momentos de desasosiego, pequeños desencuentros, culpas de nadie prendiendo nuestra calma, pero es que la vida son las dos cosas. Lo pienso estos días, escribiendo este texto, volviendo a aquel lago. Sintiendo de nuevo cada verso, aquella noche bajo sus estrellas, la alegría y la tristeza. Llega hasta aquí el sonido de sus alas.

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