La Maison Gainsbourg abre por fin sus puertas: un viaje a la historia del pop francés

Aquí la crónica de un museo ansiado como pocos en París. Lógico, pues pocos mitos tan enormes como el de Serge Gainsbourg. Bienvenidos a la Maison Gainsbourg.
Maison Gainsbourg Rock  Folk en Gainsbarre París
Alexis Raimbault

Ya es realidad. La Maison Gainsbourg, la que fuera la casa del enfant terrible de la música francesa, acaba de abrir sus puertas. Tras años de rumores e incertidumbre, la guarida, la garçonnière parisina del compositor, se ha convertido por fin en un museo en su honor.

Más de treinta años después de su muerte, los impacientes fans del homme à la tête de chou podemos traspasar el umbral de este santuario, su preciado refugio de la rive gauche parisina, situado a dos pasos de Saint-Germain-des-Prés.

Maison Gainsbourg, fachada.Alexis_Raimbault

No es de extrañar la emoción: Serge Gainsbourg marcó una generación con sus extraordinarias melodías, sus potentes textos, poéticos, cínicos y provocadores, y su personalidad única. El parisino por excelencia, precursor de la nonchalance, que desfilaba desgarbado en richelieus sin calcetín, cabellera y barba (aparentemente) descuidadas y camisa de boy-scout abierta, sigue marcando su allure canalla en personajes de los cercanos cafés de la rue des Saints-Pères, los alrededores del école de Beaux-Arts o la terraza de La Palette.

Su hija, Charlotte Gainsbourg, cumple el sueño de rendir homenaje a la figura de su padre gracias a una experiencia inmersiva única, rica y conmovedora a través de la apertura de dos espacios en la rue de Verneuil, la casa, en el número 5 bis; y un museo y un café-bar en la acera de enfrente, en el número 14.

La residencia de Gainsbourg, donde vivió 22 años, entre mayo de 1969 y su desaparición en 1991, era ya lugar de peregrinaje. Por su fachada se ha merodeado (tanto o más que por su sepultura en el cementerio de Montparnasse), se ha fotografiado y se ha venerado con grafitis, dibujos y besos de carmín. Hoy desvela el legendario y singular interior de sus discretos 130 m², conservados intactos por voluntad de su hija Charlotte. Su misteriosa quietud, detenida en el tiempo a principios de los 90, invita a los visitantes a un viaje en su memoria, como un bucólico cliché de lo que imaginábamos de él.

Charlotte Gainsbourg en la Maison Gainsbourg, entre recuerdos familiares.Mondino

Al traspasar su puerta negra la inmersión es total. Este lugar de vida, de inspiración y de creación, elemento importante en la obra de Gainsbourg, sumerge en su gabinete de curiosidades, la neblina de lo que fue su alma y su morada, donde los días se confundían con las noches.

La maison de Serge Gainsbourg enajena con su banda sonora original, creada por Soundwalk Collective en colaboración con Charlotte Gainsbourg. Así, de dos en dos, y durante treinta minutos, los visitantes equipados con auriculares geolocalizados se desplazan siguiendo paso a paso las narraciones de Charlotte sobre los recuerdos y anécdotas vinculados a su padre y a la intimidad del hogar de su infancia.

Acompañados de su voz recorren (con cautela, como para no molestar) las diferentes estancias que componen una casa vivida. Entrando por el salón con sus oscuras paredes de fieltro, su bow-window a la inglesa y suelo de mármol blanco y negro, lo imaginamos melancólico en sus tardíos despertares, descalzo, con su jean desgastado, rezagado con un café, dando caladas a un cigarrillo Gitane.

Maison Gainsbourg, salón. París.Pierre Terrasson

El secreto y recargado espacio del esteta, de cierta extravagancia y barroquismo, guarda su presencia, habla de sus hábitos, su gusto por el detalle, así como de sus múltiples y queridos recuerdos cargados de histori: una banqueta ornada con cabezas de águila, estatuillas, marionetas, monos, recortes de periódicos y revistas, un bar en forma de concha o sus instrumentos de música… cada uno vinculado a una época de su vida.

En una cálida atmósfera, con moqueta estampada de amapolas y nenúfares, se accede a su despacho y biblioteca con obras de Verlaine, Rimbaud, Apollinaire... donde se retiraba a leer y escribir insolentes melodías. Casi con fetichismo se observa la chambre des poupées, que Jane Birkin tenía la libertad de decorar a su guisa; la cocina con botellas y paquetes retro; el cuarto de baño; su reducido armario con lo necesario, donde posan sus míticos zapatos blancos Zizi de Repetto; y el lugar más íntimo, su dormitorio.

Para continuar, al atravesar la calle, el número 14 ofrece un lugar híbrido formado por un museo, una librería-boutique, y el Gainsbarre, un café y piano-bar.

Exposición temporal en Maison Gainsbourg, París.Alexis Raimbault

El museo muestra la vida y obra del “poeta maldito” en una sumersión de una hora en su mundo gracias a ocho capítulos cronológicos. Esta colección permanente reúne alrededor de 450 piezas originales, manuscritos, obras y objetos emblemáticos, ropa y joyas que pertenecían a Serge Gainsbourg, como la mítica chaqueta de rayas vintage de mujer que compró en Portobello Road en 1973 con Jane Birkin, que se convirtió en su uniforme durante los 70 y 80.

Junto a las vitrinas, ocho pantallas transmiten una selección de archivos televisivos, fotográficos, cinematográficos y raras transmisiones de radio (algunas inéditas), en las que en que la voz en off de Serge Gainsbourg cuenta su propia trayectoria.

El rico fondo documental del museo además atesora 25.000 referencias, documentos inéditos, mobiliario… e importantes obras como el Homme à Tête de Chou de Claude Lalanne, el manuscrito original de La Marsellesa de Rouget de Lisleo o la Chasse aux Papillons de Salvador Dalí, además de manuscritos, un amplio archivo de prensa y un registro fotográfico de diapositivas e impresiones originales.

Gainsbarre, París.Alexis Raimbault

Al final del recorrido el museo organiza pequeñas exposiciones temporales temáticas sobre elementos claves de su historia, siendo la de apertura “Je t’aime... moi non plus”, dedicada al controvertido título, una de las canciones francesas más conocidas en el mundo, grabada por Jane Birkin y Serge Gainsbourg en 1968, aunque un año antes grabó otra versión menos conocida (e igual de sexy) con Brigitte Bardot.

Por su parte, la librería-boutique, pensada como un concept store, propone exclusivos artículos que ilustran las diferentes facetas del rico universo del compositor, fotografías, objetos icónicos y, por supuesto, vinilos en 33 y 45 RPM con la discografía completa del artista, amén una selección de álbumes de sus numerosos intérpretes.

Para los amantes de su estilo, la boutique propone prendas de vestir y accesorios reeditados, gafas, jeans, camisas, y una reproducción de la icónica chaqueta rayada de Gainsbourg en edición limitada y firmada por Saint Laurent (patrocinador oficial) bajo la dirección artística de Anthony Vaccarello.

El despacho de Serge, Maison Gainsbourg, París.Pierre Terrasson

Su espacio librería, imaginado como un centro de recursos documentales, brinda obras biográficas de referencia, ediciones especiales de libros relacionados con Gainsbourg o clásicos del paisaje literario del compositor, provenientes de su biblioteca personal.

Y por último, pero no lo último, el Gainsbarre, su café y piano-bar, retoma la estética y la atmósfera del 5 bis rue de Verneuil.

Durante el día su sencillo menú, elaborado por Paris Society sirve ligeros platos inspirados en las cartas de room service de los hoteles y la hora del té británico, lobster rolls, croque monsieur a la trufa, verduras crujientes, un clásico bocata jambon-beurre, foie-gras, trío de tarama, ostras Cadoret #3 o sandwiches.

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Cóctel en Gainsbarre, París.Alexis Raimbault

Por la noche, Gainsbarre se convierte en acogedor y aterciopelado piano-bar, las luces se atenúan y el gran muro de espejos se ilumina, revelando los manuscritos de Elisa, Bloody Jack, Bubblegum o Pamela Popo. Y, como un tributo a los bares de templos tan apreciados por Gainsbourg como el Hemingway del Ritz o el Bar Anglais del Raphaël, sirve ostras, écrasé de patatas al caviar, salmón gravlax… y cócteles tradicionales ligados a la historia de la mixología, una selección de los clásicos de Gainsbourg como el Gibson, el Terrible o el famoso 102.

Para revivir la magia todas las noches a partir de las 20h, uno de los tres pianistas del Gainsbarre, Philippe Ours, Ciarri Winter o Florent Garcimore, acompaña a la clientela. Las piezas elegidas son clásicos de jazz y blues que Gainsbourg tocaba en sus primeros años de carrera musical en bares y cabarets de la capital, como Madame Arthur, en Pigalle, o Milord l’Arsouille, en Palais Royal.