Postales desde un verano blanco y azul

Algunas costumbres deberían volver. Por ejemplo, la ilusión de mandar una postal desde un verano blanco y azul.
Mijas
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Querido Kumar:

Recordarás que en su momento me hablaste de tus veranos trabajando en un barco de cocos que partía de la India y recorría el mundo con parada en la Costa Brava y Alicante. Quizás nunca llegaste a conocer estos lugares, las palmeras y los colores del paseo marítimo. Pero espero que, al menos, el blanco y el azul te recuerden todas esas historias que Ishwar y tú vivísteis en cada puerto lejos del mundo.

Esta postal que nunca llegué a enviar a un viejo amigo de Kerala, al sur de la India, me ha recordado estos días la nostalgia de rituales viajeros tan ‘vintage’ como mandar postales. Historias que buscan una segunda vida a través de todas las tarjetas que reconocemos en una tienda de souvenirs de Mallorca o la carpeta oculta en el cajón de los manteles del salón familiar. Una costumbre que ha experimentado un cierto renacer en los últimos años gracias a webs como Postcrossing y modas como el pen pal –envío de postales a personas que no conoces–, una microtendencia en redes sociales.

¿Y si este verano retomamos las postales? Contarle a nuestros abuelos los cotilleos del pueblo que se perdieron por volverse antes de tiempo, o mandar un beso de arena y salitre a la pareja que se tuvo que quedar trabajando en Madrid. A ese amor de verano, al amigo que tenías algo olvidado. Porque hay vida más allá del doble check azul de WA, estos siguientes lugares invitan a soñar con postales desde un verano en blanco y azul.

MACETAS AZULES EN IZNÁJAR (CÓRDOBA)

Frigiliana, Mijas, Níjar. Existen tantos pueblos andaluces como maceteros azules desbordados de geranios sobre un muro blanco. Una postal atemporal sobre la que podemos escribir mientras tomamos un mollete con la primavera (y el verano) eternos como mejores remitentes.

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UNA PUERTA AZUL EN TABARCA (O ALTEA)

Pocas estampas nos recuerdan tanto a nuestro verano como una casa encalada con una puerta azul. De GreciaSicilia, pasando por la tunecina Sidi Bou Said o provincias españolas como Alicante: ahí tienes las icónicas Cuevas del Rodeo en Rojales; el encanto blanquiazul del casco antiguo de Altea, o la puerta azul erosionado en cierto punto de la isla de Tabarca donde las gaviotas vigilan la llegada de una barca con la neverita abierta.

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Y JÁVEA SE CONFUNDIÓ CON GRECIA

Si hablamos de puertas azules, las que lucen en las barracas de la cala del Portitxol, también en la localidad alicantina de Jávea, son de las más icónicas. Pero si avanzamos por el paseo marítimo del pueblo rumbo al restaurante Cala Bandida descubrirás estampas como cierto edificio de balcones y ventanas azules que bien podrían conversar con las islas griegas. Para encontrarlo, solo tienes que detenerte junto al restaurante La Luna.

El origen, S'Alguer.Félix Lorenzo

ESA BARRACA EN CALA PALLERIDA

En diferentes ocasiones hemos hablado en Condé Nast Traveler de Cala S'Alguer, un colorido conjunto de barracas –o botigas– de pescadores en la Costa Brava que nos despista de otra sorpresa blanquiazul: la barraca que encontramos unos metros antes de llegar en Cala Pallerida, refugio que evoca el mejor verano retro.

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CASCO ANTIGUO DE CHELVA

Seguro que fuiste a Marruecos y no faltó una foto en las calles azulísimas del pueblo de Chefchaouen, ¿verdad? Pues quizás este año no haya que irse tan lejos cuando tenemos un pueblo como Chelva, floreciente en plena Serranía de Valencia. Antigua cuna de las comunidades cristiana, judía, y mudéjar-morisca, Chelva ostenta un mapa cromático en azules y blancos único, especialmente cuando paseamos por las callejuelas del Barrio Árabe de Benacacira.

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UN VERANO ALMERIENSE (POR JAVI LOZANO)

Goler por los patios de una calle marinera, asomarse a las calas más ‘bonicas’ o sumarse a los niños que juegan al ‘puño o vaina’ en el muro de una casita encalada. Los veranos almerienses ya no se entienden sin los ‘rinconcicos’ del fotógrafo Javi Lozano, quien combina el vocabulario propio de este icono del Mediterráneo con las fotografías más costumbristas y refrescantes de la tierra del ‘regomello’.

CLUB NÁUTICO DE LUARCA (O MARCHICA)

La ciudad asturiana de Luarca evoca ese verano del norte atrapado entre el Cantábrico y los praus ensoñadores. Esta villa blanca de encanto marinero confirma que hay vida más allá de Cudillero y despliega el encanto de un casco histórico exquisito de casonas blancas y postales irresistibles como el antiguo Club Náutico, también conocida como Marchica, con sus blancos y azules echando un pulso al verde.

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UNOS DÍAS (O UNA VIDA) EN LOS APARTAMENTOS DE LA MÁS BONITA (VALENCIA)

La Casa del Puerto es un alojamiento donde parecen converger todos los veranos de la ciudad de Valencia. Ya sea Cala Mordida, Cala Bonita, Cala Blava o Cala Salada, estos cuatro apartamentos conectados por un patio interior han sido habilitados en dos casas de 1919 y 1926 en el barrio de El Cabanyal y prometen el refugio mediterráneo definitivo. Entre ventanas y puertas azules, La Más Bonita nos invita a extender la experiencia en su restaurante, situado en primera línea de playa e ideal para escribir esa postal mirando al mar.

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ÍNDICO MANCHEGO EN CAMPO DE CRIPTANA

Hay postales que también dan ganas de escribir al regresar de la playa, cuando sabes que quizás ya nunca volverás a ver a tu amor de verano y la rutina aguarda al llegar. Una nostalgia que te envolverá durante una parada en pueblos como Puerto Lápice o Campo de Criptana, ambos en Ciudad Real, donde el blanco encalado y ese azul tan característico habrían dado ganas de volverse a la playa al mismísimo Don Quijote.

BLANQUIAZUL SES ILLETES

A Formentera no podemos pedirle más azul durante el verano, especialmente cuando hablamos de joyas naturales como Ses Illetes. Una lengua de arena blanca que podría confundirse con azúcar y a la que se abraza un Mediterráneo prístino y ensoñador. Para completar la ruta cromática, nada mejor que dejarse caer por las antiguas barracas del pueblecito de Es Caló de Sant Agustí.

CIELO O MAR, PERO SIEMPRE DESDE BINIBECA VELL (MENORCA)

Cualquier visita a la isla de Menorca incluye una parada en el municipio de Sant Lluís, donde el pueblo de Binibeca Vell se convierte en el espejo del verano más genuino. El blanco cal es la seña de identidad de este núcleo urbano construido a partir de la marina local en los años 60. El resultado es un paraíso estival cuyas calles siempre desembocan en el azul del mar. O el cielo, ya no lo sabemos.

Caleta de Sebo (La Graciosa)Getty Images

VERANO AZUL, BLANCO (Y VOLCÁNICO) DESDE LA GRACIOSA

La octava (y última) isla de Canarias siempre fue como el mejor espejismo desde el Mirador del Río, en la vecina Lanzarote. Sin embargo, el tiempo ha confirmado que La Graciosa es el paraíso atemporal donde vivir la vida sencilla: una bicicleta entre un páramo ocre interrumpido por el Atlántico, bien de puertas y ventanas azules en La Caleta de Sebo y Casas de Pedro Barba –los dos únicos núcleos “urbanos”–, y callejuelas níveas entre las que siempre espía el mar.

…Y TANTAS BARCAS EN LA CALETA

El azul Atlántico parece hacer el amor con el blanco de tantas barcas salpicando el horizonte. Es la estampa que siempre nos vuelve a enamorar cuando visitamos la ciudad de Cádiz y nos asomamos a su playa por excelencia. La Caleta siempre nos espera cobijada entre dos castillos,a veces lodo, otras Mare Nostrum, pero siempre a la espera del único color que puede rivalizar con estas postales desde un verano perfecto: el de una ‘golden hour’ como pocas en la costa española.

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