Uno de nuestros últimos flechazos viajeros es el Riurau de María, ubicado en Parcent, en el corazón de la comarca de la Marina Alta. ¿Que no sabes lo que es un “riurau”? Sigue leyendo, porque cuando te escapes (o te mudes) a este paraíso mediterráneo, escucharás esta palabra a menudo.
Hace un par de siglos, la comarca alicantina de la Marina Alta vivió una época de esplendor gracias a la producción y la exportación de uva pasa. La variedad que se empleaba era la autóctona, la moscatel. Pero a principios del siglo XX, llegó la temida plaga de filoxera y toda una serie de fatalidades que pusieron fin a este boyante negocio. La vid se sustituyó por cultivos como el naranjo y las edificaciones tradicionales en las que se secaba la pasa se dedicaron a otros fines.
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DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN
A esa arquitectura típica, caracterizada por sus arcadas, se le llama “riurau”. Desde hace unos años, estas bellísimas construcciones están volviendo a florecer para honrar nuestra herencia y raíces. Uno de ellos es el Riurau de María: respetando su esencia, la familia Woodward Moncho ha convertido este antiguo secadero de pasa del siglo XVIII, que ha ido pasando de generación en generación, en alojamiento rural con capacidad para 8 personas.
“Mi abuelo Pepe Andrés era el propietario, pero este riurau pertenecía a sus antepasados”, comienza a contarnos Salomé Moncho. “Cuando era niña, recuerdo que venían a vendimiar la uva a finales de agosto para escaldarla en la caldera que aún conservamos en el patio. Después, se colocaba sobre los cañizos y se dejaba secar”.
UN PROYECTO CON ALMA
Las tres habitaciones del Riurau de María (todas con baño) están precisamente en el espacio que funcionaba como secadero, donde se resguardaban las uvas pasas de la humedad o del viento. “La casa de labranza anexa, donde ahora están el salón y la cocina, era el corral donde mi abuelo tenía el macho, con lo que labraba el campo y en el que llevaba los capazos de la uva”. Desde este pueblo, Parcent, la pasa se transportaba hasta Denia, donde se vendía: la capital de la Marina Alta era el centro neurálgico desde cuyo puerto se enviaba a toda Europa.
El Riurau de María ya funcionaba desde 1998 como casa rural de alquiler, y en ella también celebraban las fiestas familiares a la sombra del algarrobo, pero cuando Salomé la heredó, en 2022, decidieron reformarla. Su hija, la arquitecta Marta Woodward, se encargó de aportar el soplo de aire fresco, modernidad y practicidad que buscaban.
“Creamos un proyecto desde el sentimiento, para que el alma de los abuelos permaneciera intacto”. En su jardín con piscina dan ganas de quedarse a vivir, pero puedes empezar por contemplar desde aquí el amanecer cada mañana, con vistas al pueblo y a las montañas que lo rodean. Después, prepara el desayuno en su cocina de estética retro, decorada con utensilios antiguos como molinillos de café o damajuanas.
La simplicidad y el minimalismo se han apoderado de cada estancia, pero también la paz propia de los tonos tierra y la filosofía del “menos es más”. Las piezas rescatadas de anticuarios reposan livianamente en cada rincón, en el que se cuela la inspiradora luz mediterránea.
Otra de las joyas del riurau es la cerámica de Salomé, que es marca de la casa. La encontrarás en los originalísimos platos de la cocina, de caras abstractas o seres marinos, pero también en los lavabos que ha creado a medida.
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“Quería compartir mi afición con los huéspedes, porque es sencillo pero entrañable que esté todo hecho con mis manos y mucho amor. Y compartirlo con mis hijas es un plus”, nos confiesa Salomé. Aquí todo queda en familia, porque se respira esa calidez de los hogares en los que hay recuerdos felices, una higuera en el patio… y chimenea en el salón.
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