Road trip por Perú: 15 días de reservas naturales, montañas y una Maravilla del Mundo

En 3.000 kilómetros por la montaña descubrimos que no hay mejor manera de vivir un país que sobre cuatro ruedas.
Road trip por Perú.
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Este road trip por Perú empezó con tres amigas, un viaje de 10 horas en avión y un coche en Lima. Íbamos a pasar los próximos 15 días recorriendo más de 3.000 kilómetros por carreteras de montaña de un carril, con curvas imposibles, desniveles de casi 4.000 metros de altura y algún que otro frenazo para esquivar alpacas para llegar a nuestro destino: Machu Picchu.

Hoy, ya de vuelta, podría definir Perú con una palabra: contrastes. Entre las costas de agua roja de Paracas y los desiertos; o entre los grandes rascacielos de su capital y las aldeas a ruinas o ciudades incas que se suceden por el terreno. Sobre la carretera descubres que estás siempre “a una curva” de ver como las panorámicas de la luna del coche cambian de forma tan brusca como lo harían las imágenes en una pantalla. Siempre vas a estar d“a una curva” de pasar de un desierto montañoso a la selva salvaje. Contrastes, en definitiva.

LIMA ENTRE GASTRONOMÍA Y ARQUITECTURA

Vamos a empezar por el principio: Lima. Sus calles guardan resquicios de arquitectura colonial, neoclásica y contemporánea, donde puedes perderte para descubrir las indescriptibles galerías al descubierto que recogen su arte callejero. Como no queríamos perdernos detalle en nuestra breve visita, nos alojamos en el Hotel Hilton Lima Miraflores, a 35 minutos del aeropuerto y en pleno corazón del barrio de Miraflores.

Lima, Perú.Willian Justen de Vasconcellos en Unsplash

Preguntamos en el hotel qué lugares teníamos que ver y empezamos por el mirador del Malecón de Barranco. No podía faltar el Centro Histórico del Callao, con joyas como El Real Felipe, La Plaza Grau, La Plaza Gálvez y el puerto. Con posterior parada en el restaurante Don Giuseppe para probar sus anticuchos. Aunque, como recomendación extra para los más foodies, apunta Amoramar y su espectacular cocina fusión. Por supuesto, ninguna presentación requiere Central, nombrado en varias ocasiones mejor restaurante del mundo, y base de operaciones del renombrado chef Virgilio Martínez.

Tras un día intenso y vuelta al hotel, ahora sí que sí: comienza el viaje.

PARACAS: EL GRAN DESTINO DE COSTA

No hay capital que se precie sin lugar de costa a la que poder escapar. Eso es Paracas para Lima, un descanso costero para los urbanitas limeños. Primera parada que ya dejó el listón por todo lo alto gracias a la Cevichería Jhosselyne, recomendada por todos los locales.

Llegamos entonces al hostal Viajero Kokopelli, donde nos recomendaron visitar la Reserva Natural de Paracas, un idilio desértico con más de 500 especies marinas y terrestres protegidas. Por delante nos esperaban kilómetros del desierto “rosa” hasta la Playa Roja, nombre dado por el color de su arena. Por consejo de dos encargados de turismo de la reserva, comimos los pescaditos fritos del restaurante La Tía Fela en playa Lagunillas, ubicado en una pequeña formación de roca. Entonces, continuamos hasta nuestro objetivo final: la Playa de La Mina Pisco. Nos quedamos sin palabras (por todo).

Road trip por Perú: primera parada, la Reserva Natural de Paracas.Alamy
Una de las playas que descubrir en Paracas.Getty

DE LA COSTA AL DESIERTO DE HUACACHINA

No estaba en nuestros planes, pero un incidente con la colada en el hotel y la amabilidad del recepcionista nos llevó a un tour en buggy por el vecino desierto de Ica (a una hora y media aproximadamente).

Dicen que el desamor de una doncella con un caballero la llevó a tal llanto que de sus lágrimas surgió un oasis en pleno desierto. El oasis de Huacachina te dejará sin palabras. También lo hará el mar de arena donde cerrar el día viendo como el atardecer tiñe tanto las dunas y deja al fondo un oasis rodeado de palmeras –hazlo desde la piscina del Hotel Las Flores.

El oasis de Huacachina te dejará sin palabras.Pexels

Aprovechando la cercanía, visitamos también la pintoresa localidad de Brujas de Cachiche, un lugar lleno de leyendas y hechicería, como ya su nombre avanza. De hecho, encontrarás una especie de exposición al aire libre de estatuas donde seres mitológicos y brujas conviven con un interesante abanico de bodegas. Ah, y fue aquí también donde descubrimos que el lomo saltado iba a ser el plato estrella del viaje –gracias restaurante 8 CEPAS.

NAZCA: LA PRIMERA GRAN INTROSPECCIÓN DE LA CULTURA INCA

Otras cuantas horas de travesía –unas cuatro, aproximadamente– y nuestra primera gran experiencia en las montañas peruanas nos llevaron a conocer en el restaurante Mamashana de Nazca a un asturiano que nos recomendó el Hostal Curasi, en la entrada de la ciudad. Entre este restaurante y el del Hotel Curasi resolvimos por todo lo alto la comida de los dos próximos días.

Durante nuestra estancia en Nazca visitamos algunos de sus tesoros menos conocidos, como los Acueductos de Cantalloc, los cuales, a pesar de datar del 330 A.C al 530 D.C, siguen en funcionamiento. O el centro ceremonial de Cahuachi, lugar de celebración de rituales y ofrendas relacionadas con la actividad agrícola, y los Paredones, antiguo lugar de retiro de los incas.

Sin olvidarnos, claro está, del plato fuerte de la parada: las líneas de Nazca, más de 300 líneas y jeroglíficos que ocupan una superficie de 1000 km cuadrados cuyo origen es tan desconocido como los misterios que encierran. Lamentablemente el vértigo y los fuertes vientos no nos permitieron disfrutar de esta maravilla mundial desde las alturas. Para los atrevidos y a los que el buen tiempo acompañe, que no duden ni un segundo en contratar alguno de los tours disponible para ello.

El famoso colibrí de Nazca.Alamy

UN TOUR POR LAS MONTAÑAS

Hora de adentrarse en los Andes. Primer consejo: aprovecha cualquier oportunidad para repostar (nunca sabes dónde estará la próxima gasolinera) y elige una buena playlist. El viaje es largo. Aunque es en este tramo cuando te das cuenta de donde reside la magia de este país.

Aquí cada persona se volvía nuestra guía y los restaurantes pasaron a ser una especie de guachinches –tabernas o tiendas. Porque ahí donde solo llega el frío, las familias sacan las ollas a la calle y por menos de 5 € por persona puedes degustar un buen plato con arroz, choclo y el guiso de carne que toque en el día. De los de verdad, de los de casa. No puedo olvidar tampoco las cabañas donde familias vendían quesos producidos en sus granjas y alfajores y bocadillos caseros.

Las montañas y el río Apurimac, provincia de Abancay.Getty

Nos llevó dos días cruzar las montañas y en nuestro camino hicimos noche en Pampamarca y en Abancay, donde pudimos tener un reencuentro con el lomo saltado y el pisco sour en Matías Restobar y descansar en el Hotel Murano. Breve pero intenso. Lo justo para tomar fuerzas para el destino estrella (aunque luego más bien fue estrellado).

CUZCO: LA CAPITAL DEL IMPERIO INCA

Cuzco es una ciudad que respira historia y donde te recibe con una gran montaña que lleva grabado “Viva el Perú”. Poco queda de lo que fuese la capital del imperio inca. En su lugar, la arquitectura colonial da paso a una urbe que nos resultó más bien familiar, con iglesias y construcciones de influencia hispano árabe.

La catedral de Cuzco.Getty
Unaytambo Boutique Hotel, nuestra parada en Cuzco.ACPOLAR

Unaytambo Boutique Hotel es una casona virreinal, de estilo andaluz y de unos 600 años, cuya recepción, con un estilo que nada tenía que ver con el estilo general del interior del hotel, conservaba la que fuese la casa de Pachacuteq, el inca que extendió el imperio hasta convertirlo en el más extenso de la América precolombina.

Gastronómicamente hablando, es complicado decir algo negativo de Cuzco. Comenzamos por un picoteo en el mercado central de San Pedro, seguido del restaurante Mistura Grill Cusco, una joya en plena Plaza Mayor que oculta una terraza donde se puede ver la plaza de forma única, acompañando las vistas con impresionantes cócteles y gastronomía.

De nuestra cena en el restaurante Kao, solo añadir una vez más que el lomo saltado es impresionante en todas sus versiones. Y que los choclos con tartar son una delicia. Además, si no hubo tiempo para probar Central, o si se quiere repetir, Senzo es el restaurante de Virgilio en esta ciudad (y está ubicado dentro del magnífico hotel de Belmond Palacio Nazarenas).

Comiendo en Senzo, Cuzco.Belmond

Como no teníamos prisa, al día siguiente nos despertamos para alquilar una excursión en quad al Apukunaq Tianan, un conjunto de esculturas líticas grabadas por el cusqueño Michel de Titan Monteagudo Mejía que esperan a tan solo 13 kilómetros de la ciudad y que lleva unas cuatro horas. Y entonces, en este sorprendente paraíso, nos llegó la noticia…

En Apukunaq Tianan.Lucía Lera

Tras ocho días al volante, cuando teníamos pensado descansar unos días en Cuzco y disfrutar de la ciudad para saltar directamente a nuestra última parada, Machu Picchu, nos enteramos de que una huelga general iba a paralizar sus calles por una semana, por lo que decidimos cambiar el plan y salir a toda velocidad de la ciudad. Aquí otro consejo: no conduzcáis por la noche por los Andes.

Fue inesperado tener que volver a la carretera al día siguiente sin saber a dónde ir. Pero viajar en carretera sin planificación lleva a paradas que, aunque se planteen como el peor escenario, pueden derivar en auténticas aventuras. Así fue nuestro caso cuando nos recomendaron que podíamos aprovechar esos días que nos “sobraban” pasando más tiempo en el Valle Sagrado. Y vaya acierto.

RUTA (INESPERADA) POR EL VALLE SAGRADO

La fortuna entonces nos llevó al Valle de Urubamba –a unos 67 km al noroeste de Cuzco–, cuyo primer contacto lo tuvimos desde las increíbles vistas que ofrece la azotea del Hotel Andes de Urubamba, aunque pasamos las noches en el Tambo del Inka, un magnífico hotel en plena naturaleza.

Alberto y Chiquis, un matrimonio mexicano, se convirtieron en nuestros padrinos del viaje. Nos conocimos en una cata de cerveza local en el hotel, sabores que nos sorprendieron (a bien). Ahí también conocimos a tres grandes mujeres, con las que compartimos una cata de piscos. Sabe igual que el aguardiente, así que no tiene un gran encanto, aunque si lo tuvieron los pisco sours de después.

Habitación con vistas en Tambo del Inka.Jason Dewey

Dado que teníamos que aprovechar nuestro traspiés en Urubamba–algo de lo que no me arrepiento– decidimos conocer un poco más sobre el lugar. Un catálogo y muchas preguntas en la recepción del hotel nos desvelaron que el Valle Sagrado es un territorio al pie de los Andes que se extiende a lo largo del río Vilcanota, sagrado para los incas, que pasa a llamarse Urubamba tras su paso por el pueblo con el que comparte nombre y donde estábamos hospedados.

El límite del Valle Sagrado lo marca el pueblo de Ollantaytambo, a unos 25 minutos en coche, donde pudimos visitar su imponente fortaleza, un centro ceremonial inca construido en una ladera que tiene todo lo característico de la arquitectura del Valle: terrazas verticales, un templo al sol, otro dedicado a un animal sagrado (en este caso al cóndor) y baños reales.

La fortaleza inca de Ollantaytambo.Getty
Ollantaytambo.Getty

Al día siguiente y en poco más de 30 minutos llegamos al poblado de Chinchero para ver los cultivos verticales tan característicos del imperio inca. Resulta que, dada la verticalidad del terreno alpino, los incas diseñaron una estructura donde el terreno se corta sucesivamente en escalones planos para poder cultivar. Ahí entendimos por qué había tantas “escaleras” naturales por las montañas.

Las terrazas típicas de Chinchero.Getty

Sabiendo la importancia de la agricultura local quisimos probar un plato con producto de la zona a nuestra llegada al hotel. En el restaurante nos hablaron de las papas de Perú (el país produce más de 3.500 especies diferentes) así que no pudimos dejar pasar el que hasta día de hoy ha sido el mejor plato de ñoquis de la historia, gracias Restaurante Hawa.

Dos días y medio después tocaba poner rumbo hacia Aguas Calientes, punto de acceso a las ruinas incas de Machu Picchu.

Y LLEGÓ MACHU PICCHU

Hay varias formas de vivir Machu Picchu. Bien yendo y volviendo a Aguas Calientes, que tiene grandes hoteles como el Inkaterra Machu Picchu Pueblo Hotel, bien haciendo los 42 kilómetros del Camino del Inca sin prisa pero sin pausa, o bien, llegar a meta y quedarse en el Belmond Sanctuary Lodge, el único edificio construido en la montaña de Machu Picchu.

Olé nosotras que elegimos la tercera opción. Poder ver el amanecer sobre las montañas y disfrutar del espectáculo alpino completamente descansado y vacío es indescriptible.

Es imprescindible en Machu Picchu ir con guía, la montaña se vive de otra manera sabiendo su historia. Un dato curioso: la montaña que sale en las fotografías es Huayna Picchu, Machu Picchu es donde se asienta el poblado. Y de esta ruta poco más que añadir que ya no se sepa, a parte de lo impresionante de las ruinas fusionadas con el entorno. Ahora sí, hora de bajar y de comer en el restaurante de Inkaterra Machu Picchu Pueblo Hotel, que nos recomendaron en la recepción del Tambo del Inka (y menos mal).

Machu Picchu, la famosa ciudad inca ubicada en Los Andes.Getty

UNA SORPRESA FINAL

Como nuestra estancia en el Valle Sagrado se prolongó más de la cuenta, teníamos pocos días para volver a Lima y no queríamos renunciar a parar en Soraypampa. Ahí nos alojamos en Salkantay Sky Camp, unas cabañas semitransparentes en medio de la montaña, a 3.900 metros de altura. Imposible describir con palabras el cielo estrellado de esa noche. El motivo de nuestra parada no era otro que ver con nuestros ojos el azul de la laguna de Humantay para comprobar que, efectivamente, se había ganado su nombramiento como una de las maravillas naturales de Perú.

La laguna de Humantay, una de las maravillas naturales de Perú.Pexels

Vuelta a la carretera. Por delante otros 3 días intensos de conducción haciendo noche en las poblaciones de Ayacucho y Huancayo hasta, finalmente, llegar a Lima. Vuelta a la ciudad. Vuelta a la capital. Vuelta a casa. Eso sí, con el corazón (y la retina) plagados de momentos indescriptibles.

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