Senderos de Baviera: entre Alpes, cabañas, lagos y cervezas

En el sur del estado de Baviera mandan las praderas verdes, los bosques y la alta montaña. Son los Alpes alemanes, que nos disponemos a descubrir en una ruta de cinco días.
Una iglesia católica en Grainau con los picos Alpspitze Waxenstein y Zugspitze de fondo.
Getty

El senderismo más atrevido en Baviera (Alemania) tiene nombre propio: los Alpes. Cabañas, lagos, parajes que parecen imposibles, mucho aire puro y cerveza componen este viaje de cinco días.

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Al sureste de Alemania, haciendo frontera con Liechtenstein, Austria y Chequia, se encuentra el estado de Baviera (Bayern), donde una población de 13 millones de personas se reparte en una superficie como Castilla y León.

Está atravesada de forma horizontal por el río Danubio. La mitad norte se encuentra plagada de plantaciones de cereales: de las 1.300 fábricas de cerveza que hay en el país, 600 (prácticamente una por pueblo) están en Baviera.

Pero a medida que viajamos al sur, el paisaje va cambiando por praderas verdes, bosques mixtos de hayas y píceas y alta montaña. Son los Alpes alemanes, que nos disponemos a descubrir en una ruta de cinco días.

Amaneciendo en los Alpes.Getty

DÍA 1: LAGOS HELADOS Y CABAÑAS BUCÓLICAS

Nuestro guía, Jordi, nos recoge en el aeropuerto de Múnich (capital de Baviera) con la furgoneta de Bayern a medida, su agencia de viajes. Han organizado con la ONAT (Oficina Nacional Alemana de Turismo) esta aventura para un pequeño grupo de periodistas, fotógrafos y tour operadores.

En unas dos horas llegamos a Oberstdorf, epicentro de la región alpina de Algovia. Un pueblo plagado de tiendas para deportes de montaña donde nos reunimos con Raquel, la socia de Jordi.

Cogemos un bocata de salami, lechuga, mostaza y pepino en una panadería local y nos lo comemos a bordo del teleférico que nos sube hasta la estación de montaña (1.932 m) del pico Nebelhorn (cuerno de niebla), que haciendo honor a su nombre está comido por las nubes.

Nebelhorn.Getty

Comenzamos una ruta de 8,3 kilómetros donde las vistas quitan el hipo a medida que se despeja el cielo. A la derecha, la vegetación desafía la gravedad con praderas que llegan casi hasta las cimas, con el pico Hochvogel (el alto del pájaro, 2.593 m) dominando la cordillera que tenemos de frente.

“No es difícil de coronar caminando, pero no hay que tener vértigo”, nos comenta Alina, nuestra guía de montaña para esta excursión, quien nos explica también que corre el peligro de desplomarse hacia el otro lado (sobre un pueblo) por culpa del cambio climático.

A la izquierda, las cumbres que tenemos a apenas unos metros son igual de impresionantes. Hay pasos comidos por la nieve que nos obligan a pasar de uno en uno y, en algunos casos, con cadenas en los pies, lo que retrasará bastante nuestro ritmo.

El pico Hochvogel.Alamy

Por el camino veremos hasta tres lagos glaciales completamente helados. También milanos, marmotas y cabras montesas por la parte de la fauna, y orquídeas y gencianas (que usan allí para destilar el licor de schnapps, y que no debemos confundir con la flor venenosa que suele crecer a su lado) por la florística.

Tras cinco horas de caminata llegamos a la Schwarzenberghütte (1380 m), nuestra bucólica cabaña donde nos reciben unos arces ancestrales y un amigable poni.

Las cabañas son lo que nosotros solemos llamar refugios: lugares donde hospedarse en mitad de la montaña para reponer fuerzas. Tras quitarnos nuestras botas (lo primero que tenemos que hacer, para no llenarlo todo de barro; suelen tener chanclas para prestarnos si no hemos llevado nosotros) nos sentamos a la mesa de su agradable salón comedor.

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Aquí daremos buena cuenta de una ensalada de col, macarrones con salsa de pavo y el kaiserschmarrn, postre típico consistente en unas pequeñas crepes recién hechas a base de huevo, espolvoreadas con azúcar glas y a menudo acompañadas de compota de frutas. Todo regado con un par de pintas de Der Hirschbräu para dormir como angelitos en nuestras literas.

DÍA 2: CABAÑAS VEGANAS Y CASTILLOS DISNEY

Tras desayunar, con las agujetas empezando a aflorar, nos damos un paseo mañanero de una hora entre hayas, píceas y abetos (aprendemos a diferenciarlos gracias a sus hojas y ramas) hasta la parada del autobús que nos lleva hasta la furgoneta, con la que ya nos desplazamos hasta Kappel (pedanía de Pfronten, en Ostallgäu, Algovia del Este).

Comienza nuestro segundo día de senderismo por Baviera. Será con una pequeña (pero empinada) subida de media hora hasta la cabaña Hündeleskopfhütte (1180 m), que se enorgullece de ser la primera de todos los Alpes en ofrecer exclusivamente comida vegetariana y vegana en su carta (es exclusivamente un bar-restaurante, no ofrece servicio de pernocta).

Vistas desde la cabaña Hündeleskopfhütte.Hündeleskopfhütte

Todo gracias a Sylvia Beyer, oriunda de Allgäu y embajadora de la Oficina de Turismo de Alemania. Ataviada con su vestido tradicional, nos explica que la abrió en mayo de 2015 “para gente que le gusta lo tradicional en un sitio diferente”.

Desde entonces abre incluso en invierno: “Arreglo yo misma el camino con mi quitanieves”. “Toda mi familia es vegetariana”, confiesa antes de coger su guitarra para cantarnos canciones que hablan de vaqueros locos y caminos entre montañas.

En su espectacular terraza degustamos entrantes de humus, untables de espinacas y remolacha y tablas de quesos, así como de la contundente lasaña de calabacín, la sopa de lentejas especiadas y la käsespätzle (pasta casera hecha con queso, harina, agua y mucho huevo). De su nevera nos servimos nosotros mismos unas botellas de Clemens Weissbier y Hacker Pschorr.

El castillo de cuento de Neuschwanstein.Getty

La tarde la pasaremos en el pueblo de Schwangau (3.500 habitantes), conocido principalmente por albergar el castillo de Neuschwanstein, el más famoso de Alemania y uno de los más visitados de Europa. 

Fruto de los caprichos de Luis II, supone un castillo de cuento de hadas que inspiró hasta el propio logo de Walt Disney. Por dentro lo visitaremos al día siguiente.

Mientras, bajamos la comida con una ruta en bicicleta por sus alrededores, donde se encuentran también el lago Forgensee y el palacio Hohenschwangau.

El palacio Hohenschwangau.Alamy

Para cenar nos dirigimos al interior de la fábrica de cerveza Schloss Brauhaus. Allí nos explica Raquel que la carrera de maestro cervecero es una de las más exigentes del país (con una nota de corte de las más altas).

También que cada bar sirve exclusivamente una sola marca de cerveza, ofreciendo todas sus variables (estándar, de trigo, con limón, sin alcohol…).

Pedimos pintas de grifo hell (‘clara’, tipo lager), y las acompañamos de un clásico: salchicha con guarnición al gusto (elegida en un bufet libre) con patatas cocidas (lo habitual) y todo tipo de salsas.

Esta noche, por reponer fuerzas, cambiamos cabaña por el Hotel Maximilian.

DÍA 3: MIRADORES FLOTANTES

Tras descubrir a primera hora las maravillas del mencionado castillo en una visita con audioguía de media hora, ponemos rumbo a Garmisch-Partenkirchen (27.000 habitantes), estación invernal y de deportes de referencia en Baviera.

Una calle de Garmisch-Partenkirchen.Alamy

Por el camino descubrimos la gran afición por las tallas de madera. También los mayos, obeliscos de madera trabajados por los jóvenes de cada pueblo y adornados con la bandera bávara (azúl y blanco) y los oficios locales.

Un teleférico nos sube hasta Kreuzeckhaus (1.652 m). Desde allí emprendemos la ruta más exigente del viaje, con las agujetas en todo su esplendor.

Subimos por la ruta 1a hasta Alpspix, donde dos miradores suspendidos en el aire de forma imposible nos muestran una considerable caída libre a través de sus rejillas transparentes. Nuestro vértigo se pondrá a prueba.

También para, tras atravesar el cercano pico Osterfelderkopf (2.057 m), cambiar de valle y emprender una empinada bajada por la ruta 11 (donde se facilita el descenso con escaleras de madera). Las vistas quitan el aliento.

Atravesando el pico Osterfelderkopf.Getty

En lo alto veremos numerosas chovas piquigualdas (parecidas a los cuervos, pero de pico amarillo) que se nos acercarán sin reparo a ver si les cae un trozo de bocadillo. Según vayamos descendiendo y vaya habiendo más vegetación, nos cruzaremos también con numerosas salamandras alpinas.

A eso de las 17:00h llegamos a Höllentalangerhütte (1.381 m). Esta cabaña nos muestra los contrastes con respecto a la de la primera noche.

Si la otra era pura tradición, ésta nos ofrece todo tipo de modernidades en su interior: salas donde secar botas y ropa (todo un acierto, ya que nos ha ido lloviendo la última hora), wifi y duchas donde el agua caliente se activa con monedas para limitar el derroche.

Cenamos de forma temprana una sopa de puerros y patatas, carne de cerdo en salsa con arroz y verduras, y tarta con nata de postre, regado con una Hacker-Pschorr.

Hacemos un poco de sobremesa con charlas y juegos de mesa antes de caer rendidos en nuestras literas.

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DÍA 4: DESCENSO POR EL INFIERNO Y SUBIDA HASTA EL CIELO

Desde nuestra ubicación, los más aventureros suben a pie hasta el Zugspitze (2.962 m), el pico más alto de Alemania. Se tardarían unas cinco horas, rematando la ascensión por una vía ferrata.

Nosotros, no obstante, subiremos por medios menos heroicos. Y es que vamos a descender primero por la Höllentalklamm (garganta del valle del infierno), uno de los momentos de mayor impacto visual.

Un río de agua azul turquesa (debido a su alto contenido en calcio) ha esculpido en la roca un impresionante cañón; de forma paralela, las primeras expediciones de montaña escarbaron una ruta de casi un kilómetro que va desdoblándose en un túnel interior y una pasarela exterior.

Höllentalklamm (o la garganta del valle del infierno).Alamy

Podremos descubrir cómo lo hicieron en el pequeño museo que hay en una cabaña al llegar al final, justo antes de pasar por la taquilla (cuesta 6 euros el acceso, que se cierra en invierno cuando se llena de nieve).

El camino sigue ahora por un hayedo hasta la pedanía de Hammersbach (770 m), desde donde nos trasladaremos al lago Eibsee. Allí nos espera Benjamin, guía experto en escalada.

Con él subimos en teleférico hasta el Zugspitze, atravesando nubes como si estuviésemos subiendo al mismo cielo. En lo alto hay construida (desafiando toda lógica) una estación de tres plantas donde hay todo tipo de servicios (desde tienda hasta restaurante).

Suben hasta tres teleféricos diferentes: el nuestro, el que sube desde Austria (estamos en la frontera), y el que lo une con la estación del tren-cremallera. Pero lo más impresionante son las vistas de sus miradores, con una panorámica de 360º a los Alpes y una caída libre de cientos de metros.

Uno de los miradores en la estación Zugspitze.Zugspitze

Desde uno de ellos hay un pequeño acceso para subir a la cumbre en cuestión, coronada como tantas otras por una cruz. Hay quien lo atraviesa sin ningún tipo de seguridad, pero nuestro guía ha repartido cascos, arneses y mosquetones para engancharnos a la vía ferrata (siempre que el vértigo nos lo permita).

Tras la hazaña, comemos en el bufet de la propia estación, con un cocinero políglota que nos aconseja entre su gran variedad de platos: ternera estofada, curruwurst, pizzas, lasañas y diversas opciones vegetarianas.

De vuelta en el suelo firme damos un pequeño paseo por el lago Eibsee, donde los más valientes se atreven a bañarse. También hay chiringuitos y empresas de alquiler de canoas, todo con el impresionante Zugspitze en lo alto.

Los Alpes reflejados en el lago Eibsee.Getty

Nosotros nos conformamos con meter los pies en el agua mientras observamos a apenas unos metros cómo una hembra de somormujo lavanco defiende a sus crías en el nido.

De regreso a Garmisch-Partenkirchen (nuestra base de operaciones), paseamos su centro hasta llegar al restaurante Zum Wildschütz. No ha dado tiempo a hacer mucha hambre, pero nos terminan entrando algunas de sus suculentas opciones: sopa de espárragos y flammkuchen (plato típico parecido a una pizza, de masa muy fina), con una pinta de Hacker-Pschorr.

DÍA 5: “CARIBE” Y LAGOS NUDISTAS

Hemos pasado la noche en el Quartier, un innovador hotel boutique en el centro que imita la arquitectura de las cabañas en sus habitaciones de madera: buhardilla para leer, ventanales para disfrutar de las cumbres y la opción de poner o quitar el wifi.

Desde allí nos disponemos a afrontar la última mañana de nuestra aventura, que tendrá lugar en el Walchen, un lago de origen glacial situado a 800 metros de altitud en los Prealpes bávaros denominado el “Caribe de Baviera”.

Lago Walchen, el Caribe de Baviera.Getty

Se puede bordear a pie y en bici en una ruta de 27 kilómetros, pero nosotros optamos por atravesarlo alquilando unos kayaks y darnos un baño reparador en una de sus playas.

De camino a Múnich para coger el avión de vuelta, paramos a comer en el pueblo de Iffeldorf. El restaurante Vitus ofrece un montón de opciones en su agradable terraza, donde nos decantamos por las especialidades tailandesas (fideos con pollo y verduras) con la última pinta (Herzogliches Brauhaus Tegernsee).

No ha sido casualidad parar aquí, y es que está en pleno Osterseen, reserva natural con hasta 24 pequeños lagos. Nos daremos un paseo por sus orillas, donde descubriremos que se trata de una zona nudista donde está prohibido bañarse con ropa. Guinda a un viaje tan intenso como inolvidable.

Vista aérea del lago Walchen.Getty

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