Mónaco bien vale una ruleta

No podíamos pasar un verano sin darnos una vuelta por la Société des Bains de Mer de Montecarlo y su oda eterna al lujo clásico

Monte-Carlo Beach

Monte-Carlo Beach

Cuando pensamos en un destino que permita olvidarnos de todo por un rato jugándonos los cuartos en un casino, el disco duro que nos ha instalado la industria del entretenimiento americana nos lleva enseguida a Las Vegas, los sombreros tejanos, las botas vaqueras, las bodas de Marilynes y Elvises, los hoteles imitando pirámides egipcias o castillos medievales.

Sí, es una horterada, pero también lo es Disneylandia y los niños lo pasan bien allí. ¡Qué poco criterio, qué poca imaginación ! Preferimos torturarnos con un viaje de quince horas de avión para acabar en un antro de mafiosos en mitad del desierto cuando a la vuelta de la esquina tenemos la cuna del tapete verde, uno de los lugares más fascinantes y glamurosos del mundo, donde aún podemos creer que James Bond está a punto de entrar por la puerta enfundado en un impecable esmoquin y pedir un Martini “shaken, not stirred”.

Me estoy refiriendo, por si todavía no lo han adivinado, a la perla de la Costa Azul, Montecarlo. Aclaremos conceptos: ¿Montecarlo es lo mismo que Mónaco? No exactamente.

Carry Grant en la terraza del Hôtel de Paris

Getty Images

Mónaco es el nombre de un principado cuya superficie ocupa menos de la mitad del distrito de Salamanca de Madrid o un tercio del Eixample barcelonés. Y Montecarlo es el barrio de Mónaco creado a mediados del siglo XIX para albergar el casino que ha hecho famoso a este diminuto rincón del mediterráneo.

Al príncipe reinante de entonces, Carlos III, se le ocurrió legalizar el juego, prohibido en Francia, y otorgó la licencia a un personaje con antecedentes turbios pero con una preclara visión del negocio: François Blanc. Él **creó la Société des Bains de Mer, ** un nombre elegido porque en esa época resultaba más fino decir que se iba a tomar las aguas que a fundirse el patrimonio familiar a la ruleta.

Garnier, el arquitecto de la Ópera de París, construyó el casino y al año siguiente se inauguró el mítico Hôtel de Paris, el primero del mundo que tenía cuartos de baño en cada habitación.

El Hôtel de paris en 1910

Archivos del Hôtel de Paris

En la actualidad, la SBM es casi un estado dentro del propio estado, con cuatro casinos, decenas de restaurantes y cuatrohoteles.

La idea es ofrecer al visitante un concepto de resort de súper lujo en el que pueda disfrutar del abanico de posibilidades que ofrece cada establecimiento : el Monte-Carlo Bay y sus grandes piscinas son perfectos para las familias; el ** Beach Hotel, ** con sólo cuarenta y ocho habitaciones, es la exclusividad al borde del mar; el Hermitage , además de albergar los secretos del romance de Onassis y María Callas, cuenta con uno de los spas mejor equipados de Europa, casi 7.000 metros cuadrados de piscinas, chorros, masajes y tratamientos con vistas al puerto de Mónaco como decorado.

Para los sibaritas de toda la vida está el Hotel de Paris , actualmente en remodelación, pero que promete una rentrée sensacional.

La playa de Monte-Carlo Beach

Monte-Carlo Beach

Ya han inaugurado el emblema de esta nueva etapa: la suite Princesse Grace, un tributo de 900 metros cuadrados con unas enormes terrazas que dominan toda la bahía.

Distribuida en dos plantas, en ella todo evoca a la famosa musa de Hitchcock reconvertida en alteza serenísima: sus libros preferidos en las estanterías, cuadros pintados por ella, las rosas que crecen en las jardineras y llevan su nombre, sin olvidar un vídeo con imágenes inéditas de la vida del mito que pueden verse en todas las pantallas del apartamento.

El conjunto se completa con todo tipo de detalles que uno pueda imaginar, como una caja fuerte tamaño armario con compartimiento gi- ratorio para que no se estropeen los relojes de lujo o una ducha colosal que se convierte en hammam. Exclusividad elevada a la enésima potencia por ‘sólo’ 48.000 euros al día.

Para que no necesitemos salir de sus instalaciones, la Société des Bains de Mer nos ofrece un recorrido gastronómico a la altura del más pedante de los foodies, un auténtico paseo por las estrellas Michelin.

En el Hôtel de Paris, Alain Ducasse dirige el Louis XV , el más clásico y consolidado; en el Hermitage encontramos el Vistamar y su estupenda terraza ; para los más playeros, ** Elsa, en el Beach Club**.

Sin embargo, tras una pormenorizada visita concluimos que el más atractivo con diferencia es el Blue Bay, donde el heterodoxo chef antillano Marcel Ravin fusiona la cocina mediterránea con la de su Martinica natal.

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Pide la mesa que da a la cocina, atendida por el propio Marcel, para disfrutar aún más de la experiencia.

Y no acaba aquí el festín: para abastecer a sus 32 restaurantes, la Société cuenta con los cientos de miles de botellas de los mejores vinos de la bodega del Hotel de Paris, excavada aprovechando las grutas naturales del Principado y una de las más grandes del mundo.

Uno de los platos con vistas al mar de Monte-Carlo Beach

Monte-Carlo Beach

Pero no nos olvidemos del casino, la primera excusa de nuestra visita, espectacular edificio que seduce con su elegancia art noveau vista en tantas películas.

Y un detalle importante: no es necesario mezclarse con otros mortales, ya que la llave de cada habitación –y una indumentaria adecuada– nos permite acceder a las salas privadas e incluso jugar en verano en la terraza que da al mar.

Hermitage Monte-Carlo, cuyo jardín de invierno dise Gustave Eiffel

Hotel Hermitage Monte Carlo

Seamos honestos: lo único barato de este plan es el vuelo a Niza. Tirando la casa por la ventana luego siguen el traslado en helicóptero a Mónaco, las facturas generosas y las inevitables tentaciones en tiendas de grandes firmas.

Pero en pocos lugares del mundo se respira una atmósfera de lujo tan chispeante y embriagadora, como el buen champán. Además, siempre está la posibilidad de que todo salga gratis. Sólo hace falta que la fortuna sople el número donde se detendrá la caprichosa bola de la ruleta. Hagan sus apuestas, damas y caballeros. Montecarlo bien las vale.

***** _Este reportaje fue publicado en el **número 119 de la Revista Condé Nast Traveler (julio-agosto) **. Suscríbete a la edición impresa (11 números impresos y versión digital por 24,75 €, llamando al 902 53 55 57 o desde nuestra web) . El número de Condé Nast Traveler de julio-agosto está disponible en su versión digital para disfrutarlo en tu dispositivo preferido . _

Piscina de la suite Princesse Grace, una de las más exclusivas (y caras) del mundo

Hôtel de Paris Monte-Carlo

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