Quizá el viajero despistado no sepa que en el siglo XIX Barcelona era un pujante epicentro de la industria textil, de ahí que, ya entrado el XX, el Gremio de Algodoneros adquiriese este edificio de estilo ochocentista neoclásico para convertirlo en sede de la Fundación Textil Algodonera, en su club privado. Los años lo fueron dejando en el olvido hasta que en 2015 abrió sus puertas el Cotton House, nombre que, obviamente, rinde homenaje a tan glorioso pasado. Pero no se quedó ahí el guiño. Además de un arduo trabajo de conservación de elementos originales, como la escalinata de mármol y los artesonados de madera, el interiorista Lázaro Rosa-Violán vinculó cada nuevo detalle al universo del algodón, presente hasta en las lámparas de formas esféricas que recuerdan a sus flores. Incluso el patio interior, tan barcelonés en esencia, evoca cierta atmósfera sureña que te traslada a esas calurosas tardes que azuzaba Tennesse Williams, pero tamizadas por el sentir cercano de, digamos, un Josep Pla. Mucha literatura aquí, mucha belleza. Las suites, con nombres como Otomán, Egyptian, Panamá y Madrás, cuentan, cómo no, con imponentes camas y sábanas de 300 hilos de algodón egipcio mercerizado. Cuidarte entre algodones iba de esto, sin duda (habitaciones dobles desde 180 €, hotelcottonhouse.com), por David Moralejo.