Comporta (Portugal): el verdadero placer de no hacer nada está en este paraíso a una hora de Lisboa

Que para encontrar la auténtica felicidad uno debe despojarse de lo urgente, de lo accesorio, lo sabemos todos, pero qué difícil lograrlo en un mundo dominado por la prisa y el ‘deber hacer’. Solo es sencillo en Comporta, oasis de calma, gozo y hedonismo.
Spatia Comporta
Francisco Nogueira / Spatia Comporta

No hacer nada. Estas tres palabras, que respiran descanso, suenan a utopía absoluta en el mundo occidental. No hacer nada es la zanahoria delante del burro: algo que perseguimos incansablemente, algo que nos da impulso para atravesar los días (las semanas, los meses), pero que nunca, nunca llega. Porque las vacaciones, paraíso soñado, tienen cada vez más el aire de una yincana interminable llena de cosas por hacer, cosas por ver, cosas por sentir. Pero no aquí; no en Comporta.

El viaje desde Lisboa ya va anunciando la experiencia de la calma cuando el paisaje se torna constante pinar. Ni casas, ni edificios, ni gasolineras, ni farmacias. Solo carreteras sin apenas curvas, sin grandes desniveles, flanqueadas por interminables bosques mediterráneos. Como en un vídeo que uno se pusiera para relajarse antes de dormir, para inducirse en una meditación; así se anuncia ante el viajero que está llegando a Comporta.

Los grandes nidos de cigüeñas son otra de las señas de identidad de Comporta.

Francisco Nogueira

Comporta, en realidad, es solo un pequeño pueblo. Pero el turismo ha dado en llamar así a toda una región, Herdade da Comporta. La misma se sitúa a una hora de la capital lusa, y comienza por desplegar un interior de pinares idílicos, al que se le suman, si uno sigue conduciendo lo suficiente, interminables arrozales, algunas urbanizaciones exclusivas -sin ningún alarde-, algunos pocos resorts que han hecho a la zona emblemática, algunos pueblos diminutos con cuidadísimos establecimientos. Y, por supuesto, una de esas costas portuguesas vírgenes que dejan sin habla, a las que uno solo puede referirse a través del cliché: arena dorada, aguas turquesas. También pequeñas bibliotecas en la orilla, en fotogénicos kioscos.

La costa salvaje e idílica de Praia do Carvalhal.

Sublime

La leyenda de Comporta comenzó en los 70 del siglo XX, cuando los Espirito Santo, la familia más poderosa de Portugal, descubrió las bondades de esta región de ensueño. Allí tenían numerosas propiedades en forma de hectáreas y hectáreas de bosque, así que decidieron hacerse una casa e invitar a sus amigos de la jet set europea a aquel paraíso. Pronto, esos amigos también quisieron tener su propio trozo de edén, y la familia fue vendiéndoles parcelas en la que cada cual se construyó una vivienda sencilla, en la que poner cada mañana los pies sobre la arena mullida y cálida que inunda el suelo de la región, como si la playa quisiera abrazar todo el territorio. El barefoot luxury había nacido en Portugal, pero nadie lo sabía entonces.

En Marbella pasó algo parecido, en Ibiza sucedió otro tanto, pero resulta que solo en Comporta el experimento salió bien. Y cuando digo bien, quiero decir que no se pervirtió en absoluto: que aquel espíritu de disfrute en calma bajo los alcornocales, de baños al atardecer, del deleite del pescado recién cogido cocinado a la brasa en una barbacoa casera compartida con amigos siguen siendo los máximos placeres de Comporta.

Auténtico espíritu Comporta.

Getty Images

Las pocas, pero escogidas tiendas del pueblecito de Comporta dan fe de este modo de vida. Allí se venden exquisitas artesanías, elementos de decoración, vestidos estampados, pamelas y, claro, delicadas tarjetas en las que escribir, con la mejor caligrafía, el nombre de cada uno de los invitados a las cenas. Porque en Comporta, el ocio es ese: invitar a casa a lo más granado del lugar y crear la mejor conversación posible decidiendo al lado de quién se sentará cada uno de ellos. El diseñador Christian Louboutin y el arquitecto francés Philippe Starck, por ejemplo, tienen casas en la zona, así como numerosos miembros de la aristocracia y el alto mundo empresarial. Hay donde elegir.

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En esas cenas, en las mañanas, en las tardes de Comporta, el código de vestir no cambia demasiado: suaves vestidos largos y veraniegos para ellas, outfit relajado para ellos. Comporta no es Ibiza, no es Marbella; aquí, el showing off no tiene lugar; se consideraría, si acaso, de mal gusto. Por eso la zona es tan segura: incluso los más ricos del mundo no llevan con ellos más que lo necesario, en un ejercicio de austeridad que conforma la esencia de la mismísima Herdade.

Ver fotos: Siempre Arrábida; siempre Portugal

¿Hemos dicho austeridad? Sí, pero hedonista. Porque para quien lo tiene todo, no hay mayor placer que reducirlo todo a nada: a tumbarse a leer bajo la sombra de los pinos, inspirando los aromas del romero, de la salvia y la lavanda. A nadar en una piscina infinita calibrada siempre a la temperatura perfecta. A levantarse tan tarde como se quiera, porque el desayuno se sirve hasta las doce de la mañana.

En Spatia Comporta solo hay una forma de dormir: muy bien.

JOSE CARVALHO

Todo eso sucede en Spatia Comporta, un resort tan gigantesco que su mayor atracción es coger una bicicleta de paseo y pedalear entre sus bosques, a través de caminos de arena. Como se infiere de esta diversión, la palabra ‘gigantesco’ no quiere decir aquí ‘estresante’, sino todo lo contrario. Ya lo hemos dicho: levantarse tarde, porque la comodidad y el silencio son tales que ahuyentan el insomnio; tumbarse a leer; sumergirse en la piscina. Esos son aquí los highligts de cada día.

El típico tejado de paja de los almacenes de arroz de la zona se ha replicado en las nuevas cabañas de Spatia Comporta.

JOSE CARVALHO

A algunos les costará, al principio, adaptarse a este estilo de vida aparentemente simple. No hay áreas de juegos, no hay espectáculos ni conciertos, no hay más que un restaurante (que podemos calificar sin miedo de 'excelente'). Lo que sí hay: calma. Pistas de tenis y de pádel que ni siquiera hay que reservar (ni el estrés de la anticipación queremos). Clases de yoga al amanecer a las que uno puede unirse a placer. Cabañas de diseño con duchas exteriores en las que mirar las estrellas mientras el agua templada cae por tu cuerpo y soñar con una vida mejor.

Esa vida mejor, además, está a la vuelta de la esquina. Porque las cabañas son pocas, lo que garantiza una ocupación muy baja, una sensación continua como de terreno recién conquistado. Lo que sí hay son elegantes villas sencillas, de raíz local (de revista, pero sin exuberancias fuera de lugar) en las que quedarse a vivir, cada una con su parcela de naturaleza privada. Son esas que vemos desde el camino cuando recorremos Spatia Comporta pedaleando lentamente en la bicicleta, con la brisa acariciándonos la cara, fantaseando con no salir de aquí en todo el año.

Un bosque, una fogata, un rincón en el que sentarse a charlar. Pequeños grandes placeres de Spatia Comporta.

Francisco Nogueira

Bueno, siendo sinceros, sí que querríamos salir, pero muy poco. A la cercana Praia do Carvalhal, quizá para tomar alguna clase de surf y beber un cóctel en Sublime Comporta Beach Club. A dar paseos a caballo. A observar las aves. Al encantador mercado de la Casa da Cultura Comporta, a las tiendas igualmente encantadoras de The Life Juice y Lavanda. Y, sobre todo, especialmente, todo el rato posible, a JNcQUOI Deli Comporta, el nuevo place to go en la zona para cocina deliciosa y cócteles de autor, un “paraíso de la indulgencia”, en palabras de sus creadores. Te cautivará su colorido interior de corazón artesanal, diseñado por Jean-Philippe Demeyer (AD 100), aclamado diseñador francés que, por supuesto, también tiene casa en Comporta. ¿Qué amante del buen vivir podría resistirse?

JNcQUOI Deli Comporta, la escenografía de las vacaciones perfectas.

JNcQUOI Deli Comporta

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