Realeza

El velo de boda de Lady Di fue realizado por una sola (y secreta) bordadora

La bordadora Peggy Umpleby fue la encargada de llevar a cabo la tarea titánica de hacerse cargo del espectacular velo que aún seguimos recordando
Velo boda Lady Di
Tim Graham

Ver a Diana, la princesa de Gales saliendo del carruaje real y subiendo por las escaleras de la Catedral de San Pablo en el día de su boda fue “como ver a una mariposa saliendo de su crisálida”, nos contó en su día Elizabeth Emanuel, diseñadora del vestido de novia de Lady Di. La visión espectacular de su velo al viento, mientras caía sobre la cola del vestido repleta de perlas (la más larga en la historia de la monarquía) supuso el maridaje definitivo de romance y majestuosidad. El recargadísimo vestido característico de los 80 de Diana, creado por los graduados en moda Elizabeth y David, por entonces pareja, requirió de las habilidades de los mejores artesanos de Gran Bretaña, entre ellos de Peggy Umpleby.

Lady Di envuelta en una nube de tul al llegar a San Pablo lista para casarse con el príncipe Carlos y convertirse en princesa.

Princess Diana Archive

A Umpleby, apodada cariñosamente como Miss Peggy en su empresa, S. Lock, ahora Hand & Lock, se le encargó la tarea titánica de bordar a mano el espectacular velo de tul de seda de la princesa. Pese a que la prestigiosa marca de adornos llevara haciéndose cargo de las prendas oficiales de la familia real desde el nacimiento de la empresa, allá por 1767, este encargo estuvo envuelto en el más absoluto secreto. Únicamente a Miss Peggy se le permitió conocer los detalles de su colosal tarea. Después de llevar 35 años cosiendo para S. Lock, fue considerada la candidata más cualificada para llevar a cabo esta compleja tarea creativa para los Emanuel.

El velo de Diana cubriendo su legendaria cola de más de 7 metros de largo, fijada a su vestido a través de un complejo mecanismo dentro de su enorme falda, junto con una herradura dorada para atraer la buena suerte. 

Princess Diana Archive

“Pedí que las pequeñas lentejuelas de madreperla parecieran desperdigadas a lo largo del tul”, explica Elizabeth. “Y las lentejuelas eran casi transparentes, únicamente serían visibles los reflejos de luz, creando un efecto de polvo de hadas. Utilizamos el mismo tipo de lentejuela en el vestido, de manera que también centelleara según Diana se iba acercando al altar”. Con sus 139 metros de tul, 10.000 microperlas y ningún patrón en especial, Umpleby se puso manos a la obra haciendo uso de su propia intuición y un marco enorme construido específicamente para poder acomodar un tejido tan abundante como delicado.

La tiara Spencer –un guiño tierno a la propia familia de Diana– mantuvo el velo en su sitio.

Fox Photos

Al principio Miss Peggy trabajó en el velo por las noches en su casa hasta las 5 de la mañana antes de traerlo de nuevo en el metro”, recuerda el historiador de Hand & Lock Robert McCaffre. “Avanzaba lentamente, así que para conseguir llegar a tiempo le dijo a sus compañeras que se iría de vacaciones, pero en realidad se pasó dos semanas enteras bordando en la mesa de la cocina de su casa. Consiguió terminar el velo, enviárselo a los Emanuel y volvió al trabajo, con sus compañeras poniendo de relieve lo pálida que estaba pese a haber estado dos semanas ‘de vacaciones’”.

Los Emanuel crearon un segundo vestido (para tenerlo a mano en caso de que el original se filtrara a la prensa) pero solo hubo un velo resplandeciente a la altura de la princesa. 

Princess Diana Archive

David y Elizabeth, que tuvieron que poner a trabajar a sus madres para poder completar a tiempo la labor minuciosa que supuso el vestido de Diana, fueron el único apoyo de Miss Peggy durante tan solitario proceso. “Pese a la enorme cantidad de trabajo que implicó mantuvo la calma en todo momento”, recuerda Elizabeth, refiriéndose a la bordadora ya jubilada. “Confiamos en que interpretaría nuestra visión a la perfección y así lo hizo”. Los diseñadores solo vieron a Diana tanto con el vestido como con el velo en la prueba final en el Palacio de Buckingham Palace, y fue ahí porque tanto tejido no cabía en el minúsculo taller del dúo Emanuel. “El efecto fue mágico y Diana estaba deslumbrante; parecía una princesa de cuento de hadas en la vida real”, confiesa. Las fotografías de la joven radiante, una profesora de guardería convertida en miembro de la realeza envuelta en una nube de tul reluciente en el día de su boda en 1981, pasarían a la historia como retratos de uno de los looks nupciales más épicos de todos los tiempos.