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Chicago Bulls, sin un baile exitoso en la NBA después de "The Last Dance"

Después de que los Chicago Bulls fueran campeones por sexta vez en la NBA en 1998 con Michael Jordan y compañía, la franquicia se ha reconstruido varias veces, sin éxito hasta ahora.


Cierro los ojos y todavía está allí: Michael Jordan le arrebata el balón a Karl Malone en el poste bajo. A paso lento, ejecuta su obra maestra en plano secuencia. Son exactamente 18.4 segundos de éxtasis profundo, de ojos bien abiertos y músculos tensos. Jordan hará, entonces, lo que Jordan hace. Incisivo, se mueve ahora como un péndulo hacia un lado y el otro. Es un movimiento que hipnotiza. Bryon Russell queda desparramado sobre el parquet mientras Jordan ejecuta su last shot para atravesar el umbral hacia la eternidad.

Luego, John Stockton fallará su tiro. Jordan ganará su sexto título. Dejará Chicago, se pondrá el uniforme de los Wizards y finalmente se retirará de la NBA para subirse a la cima del Monte Rushmore de leyendas. ¿Y los Bulls?

Será, para ellos también, el último baile. La sinfonía del éxito, en estas tierras, será solo nostalgia y añoranza. Palabras más, palabras menos, la melodía no volverá a sonar nunca jamás.

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Después de Jordan, el silencio

Dennis Rodman fue liberado. Scottie Pippen partió hacia los Houston Rockets. Phil Jackson se tomó un año sabático y luego firmó en Los Angeles Lakers para la temporada 1999-2000. Steve Kerr se fue a los San Antonio Spurs.

El equipo de 72 triunfos y 10 derrotas, el grupo de los récords y dos Three-Peat, estaba terminado.

Jerry Krause, el polémico gerente general que tuvo sus batallas de pulgadas con Jordan, se propuso reconstruir y rearmar un equipo que recupere la genialidad de aquellos míticos Bulls de los años '90. Pero esa empresa ambiciosa nunca es sencilla cuando quien deja el espacio es una deidad.

Es tan grande el hueco emocional y deportivo que se produce, que no hay nada que pueda recomponer ese dolor. Ese quiebre intangible entre fanáticos y franquicia es recurrente e incomparable. Cuando un amor es tan fuerte que quema, se necesitan años para resurgir de las cenizas. Los Lakers vivieron la fatídica década de los años '90 post Magic Johnson hasta encontrar a Shaquille O'Neal y Kobe Bryant. Los Boston Celtics atravesaron una situación similar en la misma época, post Larry Bird, y recién pudieron quebrar la maldición de campeonatos en 2008 cuando se reunió el Big Three de Paul Pierce, Ray Allen y Kevin Garnett.

Los Bulls se quedaron con Toni Kukoc como estandarte y Ron Harper como ladero. Pero la temporada 1998-99, afectada por un Lockout que duró 204 días y que tuvo solo 50 partidos, Chicago, acostumbrado a ganar, solo conquistó 13 triunfos con Tim Floyd al mando. Estaba claro que las cosas, a partir de este momento, serían diferentes.

Con el pick número uno de Draft en 1999, los Bulls apostaron por Elton Brand, estrella de Duke. Brand no lo hizo nada mal: ganó el premio a Novato del Año y tuvo números en doble-figura, pero los Bulls seguían sin ganar. La fórmula que ya conocemos: jugador bueno en equipo malo. Tan es así que en esos dos años, los Bulls tuvieron récord de 32 triunfos y 132 derrotas.

Y Krause quiso meter mano, reconstruir nuevamente y volver a los primeros planos. El ego a veces no sabe de límites: transfirió a Brand a los LA Clippers por los derechos del pick número 2 Tyson Chandler y eligieron con el número 4 a Eddy Curry. Pensaron que tendrían la zona de internos cubierta por años, pero todos sabemos que no fue así. Y cuando parecía que podían ser algo muy serio con la llegada del fenómeno Jay Williams en el puesto 2 del Draft de 2002. Destinado a ser finalmente la carta de oro para recuperar el poderío dejado por Jordan, todo se desmoronó a causa de un accidente de motocicleta del que jamás logró reponerse.

Terminó siendo cortado por Chicago en 2004.

Recién en 2004-05, los Bulls regresaron a los playoffs. John Paxson, aquel tirador que anotó el triple clave en Finales ante Phoenix Suns en 1993 para alcanzar el título, ya era el gerente general en lugar de Krause, quien dejó el cargo en 2003. De todos modos, acarreaba aún el peso de sus decisiones. Un joven Luol Deng ya era parte del equipo. Chandler fue relegado al banco, y Curry, de buena temporada, quedó fuera de los playoffs por una arritmia cardíaca. En ese equipo estaban Ben Gordon y Kirk Hinrich, quienes armaron una media cancha respetable y le permitieron a Chicago recuperar algo de dignidad, pese a que se fueron en primera ronda tras perder ante Washington Wizards.

Los Bulls transfirieron a Curry a los Knicks en octubre de 2005 luego de que rechazara someterse a un análisis físico para saber si su problema cardíaco era congénito, y le firmaron un contrato de seis años y 64 millones de dólares a Chandler, para luego transferirlo al año siguiente a los New Orleans Hornets.

Con la salida de ambos internos, una nueva reconstrucción estaba en marcha.

Derrick Rose, la esperanza fallida de los Bulls

Después de volver a la postemporada, Chicago tuvo una pequeña primavera en la que soñó un despegue. Quedó fuera en primera ronda de 2005-06 ante Miami Heat, y llegó a Semifinales de Conferencia en 2006-07, instancia en la que perdió ante Detroit Pistons. En 2007-08, se perdieron la postemporada, pero esa desgracia tendría aparejada una gran alegría. Ganaron la lotería de Draft y se quedaron con los servicios del jugador que les faltaba: Derrick Rose.

Rose se convirtió de inmediato en una estrella de la NBA. Un base explosivo, una llamarada que le devolvió a las tribunas del United Center el furor de tiempos de antaño. Cada ataque al aro de D-Rose era una experiencia en sí mismo. Jugaba, como se dice, arriba del aro.

Se convirtió en 2011 en el MVP más joven de la historia. Con Tom Thibodeau, especialista defensivo como coach, Joakim Noah en el puesto de centro y Luol Deng en el equilibrio, Chicago llegó a Finales de Conferencia Este, instancia en la que perdieron frente al Miami Heat de LeBron James y compañía. Había sido derrota, pero se veía que los Bulls estaban listos para volver a ser protagonistas en serio de la NBA.

Sin embargo, otra vez la desgracia tocaría la puerta de la ciudad del viento: en los playoffs correspondientes a 2011-2012, Rose sufrió una rotura de ligamentos cruzados ante Philadelphia 76ers que lo dejaría fuera toda la temporada 2012-13 de la NBA. Luego, a lo largo de su carrera, Rose sufriría diversas complicaciones de esta lesión y jamás volvería a ser el mismo jugador que supo ser.

Thibodeau dejó los Bulls en 2015 por diferencias con la directiva, y la oficina frontal de Chicago transfirió a Rose a los Knicks, dando por finalizada una etapa que pudo ser un sueño y finalizó en pesadilla.

Adiós a Rose, hola a Jimmy Butler

Con D-Rose fuera de acción, Butler se erigió en el líder de Chicago. De todos modos, nunca terminó de consolidarse en un equipo que nunca estuvo a la altura de su voracidad competitiva. Podía ser la solución, pero la directiva lo vio como el problema: lo transfirió a Minnesota Timberwolves en 2017 para gestar una nueva reconstrucción. Los años dejarían en evidencia el error: Butler fue una verdadera estrella en playoffs con el uniforme de Miami Heat.

Los Bulls hoy navegan en las aguas de la intrascendencia. El Big Three (a decir verdad, que grande suena esto) de DeMar DeRozan, Zach Lavine y Nikola Vucevic ha sido un fiasco, porque no tiene un líder claro ni tampoco han logrado empujar un proyecto ganador. Billy Donovan, coach del equipo, es uno más de la lista de estrategas que nunca pudieron sostener la vara caliente que dejó Phil Jackson. La lista es extensa: Floyd, Bill Berry, Bill Cartwright, Pete Myers, Scott Skiles, Jim Boylan, Vinny Del Negro, Thibodeau, Fred Hoiberg y Jim Boylan.

De aquel bello año de 1998 solo quedan retazos nostálgicos de uno de los lienzos más magníficos de todos los tiempos. Sin embargo, la vida después de Jordan llegó en forma de agujero negro: lo que cayó ahí, después de ese tiro ante Utah, fue pura oscuridad. Nunca más pudieron encontrar la luz.

Detrás de los artistas, de las partituras y los directores de orquesta, existe la música. Esa que en Chicago, casi tres décadas después, aún luce distante y esquiva.

Regresar a alguna parte, a un momento in extremis, y volver a abrazar acordes distantes. Las viudas de Jordan continúan su búsqueda en forma de peregrinaje. El objetivo es, entonces, un sueño en forma de regreso: alcanzar, todos juntos, un nuevo baile después del último baile.

Nunca es demasiado tarde.