Cinco horas al día mirando la pantalla del móvil apenas deja tiempo para otro tipo de interacciones y actividades fundamentales en la adolescencia, cuando construimos nuestra identidad.
¿Quién tiene derecho a compartir la imagen de un menor? Exponemos las razones para escuchar a los adolescentes cuando nos piden que no compartamos imágenes suyas en internet.
Los adultos tienen visiones distorsionadas de los peligros en las redes. Escuchar y compartir ayuda a que los jóvenes sean más abiertos a contar lo que les preocupa realmente.
La mayoría de niñas y niños de 9 años usan más de una hora al día el móvil de sus padres si no tienen móvil propio. Los riesgos siguen ahí, y a menudo sin las precauciones imprescindibles.
Nuestras investigaciones a lo largo de seis años sobre el uso de las redes sociales por jóvenes indican que son conscientes de que “pagan” con sus datos y su tiempo por usarlas.
El uso que los jóvenes hacen de las redes sociales depende de su madurez emocional y su capacidad de gestionar el torrente de información, situaciones y emociones que provocan.
Repasamos las aplicaciones más interesantes para que los estudiantes adolescentes puedan usar tanto en el aula como en casa, mejorando así sus conocimientos y aprendizajes.
La investigación iniciada del pasado 16 de mayo apunta a prácticas que favorecen, al menos, conductas problemáticas con las redes sociales entre los usuarios más jóvenes.
Tres horas de juego al aire libre, una hora como máximo de pantalla o actividad sedentaria, y entre 11 y 14 horas de sueño: las pautas de la OMS son más difíciles de cumplir de lo que parece.
Cada vez más estudios apuntan a que tener el móvil a mano repercute no solo en la capacidad de atención de los estudiantes, sino en su ajuste emocional y conductual.
Más a menudo de lo que nos imaginamos, nos concentramos en la pantalla del móvil más que en quienes están a nuestro lado. En la familia, esto tiene consecuencias.
Un uso problemático se puede reconducir: basta establecer límites y ser conscientes del tiempo que dedicamos. Los niños y adolescentes necesitan ayuda para lograrlo.
Las investigaciones en la ciencia del comportamiento abogan por un término medio entre la prohibición de las pantallas y la libertad absoluta. En esta estrategia, la supervisión de las familias resulta decisiva.
Los niños no aprenden a socializar solamente a través de su entorno real. Los contenidos digitales son tan abundantes, inmediatos y sin filtros que rompen el proceso natural de comprensión del mundo.
En internet también somos padres y madres: acordar con nuestros hijos qué tipo de supervisión haremos, evitar el acceso ilimitado a las redes e internet y respetar su intimidad son las claves.
La adolescencia es una etapa clave para el desarrollo del cerebro, que necesita sus horas de sueño para moldearse adecuadamente. El uso excesivo de pantallas agrava la alteración de ese descanso nocturno.
Si dejamos que los niños y adolescentes dispongan de dispositivos digitales antes de que hayan adquirido la madurez suficiente para regular sus impulsos, estaremos provocando que su atención se disperse.
En educación no hay recetas mágicas, pero los estudios sobre el efecto de las pantallas indican que cuanto más tarde se empiecen a usar mejor. Una de las las principales razones tiene que ver con la salud mental.
Los adolescentes reciben tal cantidad de contenido que creen estar bien informados. Pero en la era de la infoxicación ocurre más bien al contrario, según explica la autora en este artículo original de la Revista Telos.
“48 horas desaparecido” o “El cascarón” son algunos de los retos virales peligrosos que pueden poner en riesgo a los adolescentes. Un 8 % reconoce haber llevado a cabo este tipo de ‘challenges’ típicos de las redes sociales.
Profesor agregado del departamento de Psicología Clínica y de la Salud y Metodología de Investigación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Docente e Investigador. Prof. Titular Universidad (Nivel 1). Actualmente, Investigador Principal del Área de Bienestar Emocional en el Instituto de Transferencia e Investigación (ITEI) e Investigador Principal del Grupo Ciberpsicología (UNIR)., UNIR - Universidad Internacional de La Rioja
Profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea