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Análisis

Bogotá

El problema que se esconde detrás de los homicidas juveniles: este es el 'perfil' de los criminales menores de edad

El Centro de Justicia Restaurativa Juvenil Campo Verde se inauguró en 2022 y no fue recibido por el presidente Petro.

El Centro de Justicia Restaurativa Juvenil Campo Verde estaba pensado para albergar a jóvenes que cayeron en la delincuencia.

Foto:Mauricio Moreno. Archivo EL TIEMPO

En lo que va del año 35 jóvenes bogotanos, entre los 14 y los 17 años, han sido aprehendidos por estar relacionados con un asesinato o intento de este. Autoridades y expertos hacen una revisión sobre los contextos.

Jonathan Toro RomeroPeriodista de Bogotá
Tratar de responder los cuestionamientos sobre si el hombre es malo por naturaleza o si esa maldad se forma durante el crecimiento humano es quizá caer en una espiral sin salida. Sin embargo, sí hay algo por lo que vale la pena indagar y es la génesis del delito cuando es cometido por niños, niñas y adolescentes. Ese es el panorama que afrontan los agentes de la Seccional de Protección de la Policía Metropolitana de Bogotá cada vez que atienden un caso que involucra a menores de edad como presuntos responsables

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Tan solo en lo que va del año, esta unidad ha materializado a través de órdenes de captura la aprehensión de 16 jóvenes entre los 14 y los 17 años de edad que estuvieron involucrados en un homicidio y la de otros 19 que fueron sorprendidos en flagrancia cometiendo el mismo delito.
Y, aunque las cifras sobre la comisión de homicidios por menores no parecieran ser significativas, lo cierto es que la narración de los casos resulta ser aterradora. “Marío Alberto* iba por la calle disparando al cielo en una moto, cuando fue requerido por la Policía emprendió la huida y se escondió dentro de un salón comunal donde una familia celebraba una fiesta. Cuando los agentes ingresaron, el joven de 17 años tomó como rehén a una patrullera y le puso la pistola en la cabeza dispuesto a acabar con su vida”. Este joven tenía registros en el Sistema Penal Acusatorio por amenazas, extorsiones, receptación, fuga de presos, abuso de menores, porte de armas de fuego y hurto calificado.
Pero también hay otros casos en los que el joven es llevado al extremo del delito, como en la historia de Salomón*, de 16 años y quien asesinó a su padrastro tras encontrarlo golpeando y abusando de su mamá. Salomón también tenía antecedentes por fuga de presos, lo cual quiere decir que ese no era su primer delito.
En la historia de Armando* la tragedia no fue diferente. Este niño de 16 años apuñaló en 20 oportunidades a su novia de 15 tras una discusión, y Aura*, de 16 años, también, con una sola herida propinada con arma blanca entre el corazón y el pulmón asesinó a su novio, de 15. Como estos cuatro casos, en la ciudad hay varios y, más allá de lo grave que pueda ser ver a un niño empuñando un arma, la pregunta que queda es: ¿qué está funcionando mal en el sistema?
El teniente coronel Wilberto Cano, comandante de la Seccional de Protección de Bogotá, explicó que este fenómeno de criminalidad en los jóvenes está directamente ligado no solo al contexto propio de desigualdad en el que están creciendo, sino que tiene que ver con “la pérdida de los valores y de la estructura de la familia”.
“No importa el tipo de familia que se quiera formar, porque la sociedad avanza y con ella avanza también el concepto de familia, pero sí tiene que ver con la falta de valores en esos hogares, de la presencia de padres, de las manifestaciones de afecto y de comunicación (...), cuando todo esto falta el joven se vuelve presa fácil para la delincuencia”, advirtió el coronel.
No obstante, también advierte que los rasgos criminales en los niños y jóvenes son un producto generacional que se desarrolla a partir de la repetición de conductas a las que están expuestos en su entorno familiar o círculos cercanos y que desafortunadamente las acciones que se desarrollan desde la institucionalidad no tienen un efecto inmediato, por lo que el resultado del trabajo con los jóvenes puede decantar en resultados hasta que el menor crece. 
Hacinamiento en estaciones de Policía de Candelaria y Uri de Puente Aranda

Hacinamiento en estaciones de Policía de Candelaria y Uri de Puente Aranda

Foto:Sergio Acero Yate. El Tiempo

El 'perfil' criminal

Para entender las razones, que son variadas, por las que un niño se vuelve un criminal y particularmente un asesino, el perfilador criminal Edwin Olaya explicó que no se pueden desconocer los factores psicológicos y biológicos que, en conjunto, pueden llevar a que el menor de edad padezca de algún trastorno como el de conducta, en el cual siempre se ejerce violencia hacia los pares, los animales y tiene problemas con el cumplimiento de las normas.
“Cuando esos factores del funcionamiento psicológico se combinan con el ambiente externo se disparan conductas inesperadas como, por ejemplo, el homicidio. (...) Por otro lado, todos tenemos dos elementos como el temperamento y el carácter, que pueden estar marcados por la impulsividad y llevan a que se pueda atacar a otra persona”, explicó Olaya.
A su vez, el psicólogo jurídico Carlos Quintero, de la Universidad Manuela Beltrán, detalló que no es posible establecer un único perfil para el criminal juvenil, pues, en su mayoría, están definidos por experiencia de vida personal en la que también fueron víctimas directas o tuvieron que estar expuestos a contextos complicados que los “llevaron a normalizar la violencia en la vida”.
Además, el experto señaló que generalmente son jóvenes que tienen problemas con la escolaridad y dificultades provenientes del cuidado parental relacionados con divorcios a temprana edad.
En esa vía, la mayor Katherine Sanchéz*, jefa de la Sijín para la seccional de Protección de Bogotá, explicó que, en la mayoría, estos casos se registran en las localidades con más problemas sociales de la ciudad, tales como la desigualdad, la pobreza, los bajos índices de escolaridad y las zonas con contextos más problemáticos.
“Este tipo de homicidios no se van a ver en Rosales o en el norte de Bogotá, porque allá el tema delictivo relacionado con el homicidio es diferente, las formas son diferentes. Pero en lugares como Ciudad Bolívar, San Cristóbal, Usme y esas localidades apartadas es donde más hay que prestar atención y trabajar cada vez más, porque es allí donde está la génesis de estos casos”, anotó.

La ley es laxa

Finalmente, las autoridades señalan que estas situaciones tienen que conducir al sistema a una revisión del Código de Infancia y Adolescencia y del Sistema Penal para Adolescentes, pues, en casos como el homicidio, las penas algunas veces no superan los seis meses, por lo que se puede interpretar el ‘castigo’ como una consecuencia mínima a cambio de quitarle la vida a otra persona.
También advierten en la Seccional de Protección que esta situación de orden estructural puede llevar a que las organizaciones criminales aumenten la instrumentalización de menores para cometer delitos, pues sobre ellos las penas son menores y la acción de las autoridades se ve limitada por la misma ley.
En ese sentido, explican desde la Sijín que, por ejemplo, sobre los menores no se pueden realizar labores de seguimiento e inteligencia, pues son sujetos protegidos, y que, en casos graves como los de homicidios, si los jóvenes delincuentes son arrestados luego de cumplir la mayoría de edad, igual, serán juzgados con la justicia penal adolescente, donde las penas son casi nulas.
“Esto nos debe llevar a una revisión del Código de Infancia y Adolescencia y a replantear cómo aplicar la ley, pero también, a pensar qué es lo que estamos haciendo mal como sociedad para que nuestros niños y jóvenes cada vez estén más vulnerables”, remató el teniente coronel Cano.
* Los nombres fueron cambiados por seguridad de los jóvenes indiciados y de los investigadores.
JONATHAN TORO ROMERO
REDACCIÓN BOGOTÁ
Jonathan Toro RomeroPeriodista de Bogotá
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