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Arte y Teatro

Taschen y el perturbador universo de Frida Kahlo

Obra ‘El venadito’. Óleo sobre lienzo, de 22.4 x 30 cm.

Obra ‘El venadito’. Óleo sobre lienzo, de 22.4 x 30 cm.

Foto:Cortesía Editorial Taschen/ Fine Art Images / Bridgeman Images

Detalles de cómo se prepara un megalibro que es otra 'obra de arte' y que llega a las librerías. 

carlos restrepo
Hay objetos y producciones del mundo de las artes que, como los grandes vinos de guarda, se toman muchos años para alcanzar su perfección antes de llegar a las manos del público.

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El caso más reciente, por ejemplo, fue la película Encanto de Disney, que –como ya es tradición con todas las producciones de ese gigante del entretenimiento– se trabajó bajo la confidencialidad más absoluta durante más de cuatro años.
Algo parecido ocurrió con el libro de arte Obra pictórica completa de Frida Kahlo, de la editorial de culto Taschen, que, para calentar los 115 años del nacimiento de la artista mexicana el próximo año, se adelantó con esta joya para fanáticos y coleccionistas, en este cierre de año.
A propósito del aterrizaje en las librerías del país de esta publicación, EL TIEMPO habló con su autor, Luis-Martín Lozano, profesor mexicano experto en historia del arte, a quien Benedikt Taschen, el fundador de la prestigiosa editorial, venía proponiéndole el proyecto desde hace dos décadas.
La carátula del libro es un autorretrato de Kahlo de 1940.

La carátula del libro es un autorretrato de Kahlo de 1940.

Foto:Cortesía Editorial Taschen

Los conocedores de las ediciones Taschen saben que hacer un libro suyo, en especial los relacionados con las artes plásticas y la fotografía –vale mencionar icónicos como Helmut Newton, Miguel Ángel o Da Vinci–, es un desafío, es como dar vida a un obra de arte 'per se'.
“En realidad fue hace varios años, casi veinte, que se acercaron a mí por vez primera para hacer este libro. Pero se fue posponiendo por diferentes razones, entre ellas, un libro sobre la obra mural completa de Diego Rivera, que publicó el mismo Taschen en el año 2007. Yo ya había escrito mi primer libro sobre Frida Kahlo en el año 2000”, cuenta Lozano.
Luego, gracias a una beca Fulbright, el profesor se metió de lleno en una investigación de campo en Estados Unidos para estudiar, precisamente, la trayectoria en San Francisco, Detroit y Nueva York de Rivera y Kahlo. Fruto de este trabajo, Lozano publicó un segundo libro de la artista mexicana en 2007.
“Años después, Benedikt Taschen me habló personalmente para preguntarme si ya estaba listo para trabajar en el libro y consideré que ya era el momento oportuno”, comenta, al resaltar la libertad y respaldo que recibió del mítico editor. “Es un libro realizado con rigor académico y pasión por la investigación. Tuve la fortuna de trabajar con una editorial que valora y aquilata la seriedad académica en la realización de sus libros, amén de la extraordinaria calidad de publicación”.
El libro es un viaje delicioso no solo por las obras más importantes de la pintora mexicana, con una producción impecable, sino por fotografías inéditas de su vida con Diego Rivera. Se divide en ocho grandes partes, con títulos poéticos, que recorren la vida de la artista, desde 1925 hasta 1954.
Dos, tal vez, son los puntos para resaltar de esta publicación, además de su incuestionable belleza estética: la propuesta didáctica del autor para explicar la obra de la artista y la curaduría, que invita al lector a pasar las páginas como si estuviera asistiendo a una gran retrospectiva de la obra.
“Mi trabajo se orienta siempre por un sentido didáctico para compartir el conocimiento. La claridad del discurso es fundamental. No soy un ratón de biblioteca, además no me sirve de nada la erudición si no se puede compartir”, dice.
Como detalles de tras escena del desafío que significa hacer una obra de estas dimensiones –es un libro de 47 por 32 centímetros, que supera las 600 páginas y pesa más de 5 kilos–, el autor cuenta que la curaduría de las imágenes fue, sin duda, el proceso más dispendioso.
“Invertimos mucho tiempo y esfuerzo en la selección de las fotografías y el material complementario, de manera que no solo fuera conceptualmente importante, sino también visualmente atractivo y atrajera la curiosidad del lector. Así que el punto de partida siempre es conceptual, a partir del conocimiento”, explica.
Obra 'Las dos Fridas', considerada una de las obras más importantes de la mexicana.

Obra 'Las dos Fridas', considerada una de las obras más importantes de la mexicana.

Foto:Cortesía Editorial Taschen/ LML Archive

La fascinación por Kahlo

Cuando comenzaba a estudiar Historia del Arte, Lozano se fascinó con la obra de su compatriota. Por ese entonces trabajaba como investigador del Museo Nacional de Arte de Méxicoy tenía, entre sus funciones, la búsqueda y promoción de “la pieza del mes”. Al ver que no había ninguna de Kahlo se propuso tocar la puerta de coleccionistas. “Pronto advertí que no era tarea fácil acceder al reservado mundo de los coleccionistas, siempre celosos de sus acervos personales”, anota.
Fue gracias a una colega que logró dar con Natasha Gelman, viuda del productor de cine Jacques Gelman, dueña de la colección más importante de pinturas de Frida Kahlo en México. “Amable pero reservada, la señora Gelman nos prestó un cuadro por un periodo de seis meses para que nuestros visitantes pudieran apreciar una pintura original de Frida”.
Mientras recorría le envidiable colección de los esposos Gelman, que incluía obra de Diego Rivera –para quien Natasha había posado en la plena belleza de su juventud–, David Alfaro Siqueiros y María Izquierdo, su dueña le fue contando la historia de una docena de pinturas originales de Frida.
“Ella se detuvo frente a cada pintura, compartiendo cómo había llegado a manos del matrimonio, cómo había conocido a Frida y el impacto de su personalidad; yo nunca había visto a un coleccionista fascinado con la personalidad de un artista, la misma que despertó en mí una infinita curiosidad por entender el fenómeno”, dice el profesor.
Anota que, como joven crítico, imperaba en él una absoluta necesidad de objetividad frente al arte; Lozano tenía “claro que Frida Kahlo no se podía circunscribir a definiciones previas, pues las obras poseían una capacidad de atracción o rechazo como nunca antes había experimentado con el arte frente a los espectadores”.
Por eso, al escuchar el entusiasmo con el que Natasha Gelman se expresaba de Frida, el investigador advirtió el profundo impacto que la pintora y el personaje habían causado en ella como coleccionista, probablemente a la única a la que Frida le hizo su propio retrato. “Las conversaciones con Natasha se repitieron algunas ocasiones más y fue un verdadero privilegio contar con esos testimonios de primera mano, pero sobre todo, poder estudiar las pinturas con detalle”, dice el autor del libro.
‘La cama volando’, de 1932, también conocida como ‘Hospital Henry Ford (El deseo perdido)’.

‘La cama volando’, de 1932, también conocida como ‘Hospital Henry Ford (El deseo perdido)’.

Foto:Cortesía Editorial Taschen/ akg-images

El fenómeno Kahlo

Durante la década de los años veinte y treinta del siglo pasado, Frida tuvo un crecimiento como artista que le permitió explorar y experimentar con diferentes vertientes estéticas y artísticas, tanto en México como en Estados Unidos y Europa, cuenta Lozano. La artista ‘bebió’ tanto de los grandes maestros de la historia del arte como de las vanguardias europeas, como el surrealismo y el movimiento de la nueva objetividad alemán.
“Cuando tuvo acopio de todos estos recursos, fuentes formales y estéticas, centró su atención en su propio discurso y se permitió explorar con profundidad con su condición existencial, su ideología y su propia condición como mujer artista”, explica Lozano.
Y asegura con contundencia: “En su madurez produjo una obra que no tiene parangón en la historia del arte, de una unicidad creativa que la distingue como artista mundialmente. Frida Kahlo es pionera de un arte centrado en la condición femenina, antes del propio movimiento feminista, en donde ella validó su propio cuerpo como un discurso del arte, no solo en la pintura, sino también en la escritura. No podría decir que Frida Kahlo buscó un salto a la inmortalidad, pero sí que le interesó de manera franca y sincera la trascendencia de su trabajo como artista”.
Esto explica, precisamente, el fenómeno que acaba de ocurrir hace pocos días con la obra Diego y yo, que rompió un récord de ventas, convirtiéndose en la pieza de arte latinoamericano más cara de la historia. El autorretrato alcanzó un precio de 34,9 millones de dólares, cuadruplicando además el anterior máximo histórico de la propia pintora mexicana de 8 millones de dólares, que había logrado en 2016.

El trazo de una rebelde

Diego y Frida, en 1931, con un gran Judas artesanal en papel maché. Siempre juguetones frente a la cámara.

Diego y Frida, en 1931, con un gran Judas artesanal en papel maché. Siempre juguetones frente a la cámara.

Foto:Cortesía Editorial Taschen/ Rafael Doniz

El profesor Lozano explica, de paso, rasgos en el trazo artístico de Frida, que permiten desvelar cómo era su proceso creativo.
“En el contexto del arte moderno de México, el lenguaje formal de Frida, cimentado en una figuración verista y en ocasiones de oficio obsesivo –mediante pequeñas pinceladas–, no fue singular de modo alguno y varios pintores mexicanos del contexto artístico de la posrevolución se valieron de esta tradición pictórica”, explica.
Otros de los que exploraron con el surrealismo y los recursos del subconsciente, por ejemplo, fueron Agustín Lazo, Julio Castellanos, Jesús Guerrero Galván y Juan O’Gorman.
Y, para sorpresa de muchos, el profesor explica que Frida no fue la artista más reconocida en su época en México; ese lugar le corresponde a la pintora María Izquierdo (1902-1955), contemporánea de Kahlo, que falleció tan solo un año después que Frida.
“Pero Kahlo sí tuvo una visión muy adelantada para su época, de cómo el cuerpo de la mujer era sustento de una condición creativa de género, y como pintura abordaba problemas conceptuales como la fecundidad, la reproducción, el aborto, la sexualidad e incluso la violencia de género. En este sentido, su pintura no tiene equivalente en la historia del arte moderno en México y su trabajo ha influido notablemente en muchas mujeres creadoras del siglo XX y del arte contemporáneo internacional”, comenta.
‘Lo que el agua me ha dado’, de 1938/39. Óleo sobre lienzo.

‘Lo que el agua me ha dado’, de 1938/39. Óleo sobre lienzo.

Foto:Cortesía Editorial Taschen/ Christie’s Images / Bridgeman Images

El mito de Diego y Frida

Sobre qué tanto la relación de Frida con su esposo, el pintor muralista Diego Rivera, pudo influir en su legado artístico, el autor ayuda a aclarar y hasta a desmitificar este polémico capítulo de la vida de ellos dos.
“Fueron mucho más que marido y mujer. Frida Kahlo y Diego Rivera fueron amigos, amantes, colegas, camaradas y cómplices en un contexto cultural, político e histórico de cambios fundamentales en el siglo XX, donde el arte, la estética y las ideologías convergen como parte de un proceso artístico e intelectual”, comenta.
Explica que lo que se ha privilegiado, mayormente, es una visión simplista donde el marketing vende una telenovela centrada en los amores y desamores de los dos pintores y los convierte en personajes de caricatura.
“Cuando lo cierto es que el principal promotor del trabajo de Frida fue Diego; fue el primero en creer en su potencial como artista y estaba convencido de que el trabajo de ella sería reconocido por generaciones venideras, tanto así que dedicó sus últimos años y esfuerzos a abrir al público el Museo Frida Kahlo, lo que sucedió en 1958, un año después de su muerte y cuatro después del fallecimiento de la pintora. Diego Rivera y Frida Kahlo fueron un binomio creativo donde ambos se apoyaron mutuamente. Kahlo admiraba profundamente el compromiso de Rivera con un arte que reivindicaba la condición del indígena en México y que estaba orientado a la lucha social de obreros y campesinos; mientras que Rivera reconocía la originalidad del discursivo creativo de Frida Kahlo fundamentado en su condición de género y por la originalidad de su proceso conceptual que abrevaba en tradiciones y vanguardias”, anota el investigador.
En ese orden de ideas, el libro es también un viaje artístico y cultural por el México que vivió esa genial y contestataria artista mexicana.
Además del maravilloso recorrido por su obra, la investigación le revela al lector detalles desconocidos, como los libros que leyó Kahlo, artículos y catálogos de exposiciones que conoció; obras que tuvo de otros artistas; artículos y textos que conservó en su biblioteca, que dan cuenta en conjunto de su formación intelectual.
“De manera que podemos ofrecer al lector del libro un universo más complejo y más rico, donde las pinturas no se explican aisladas, sino en una dinámica más viva. Y, a la postre, una pintora más culta y sofisticada”, concluye el autor.
CARLOS RESTREPO
REDACCIÓN CULTURA
@Restrebooks

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