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Entrevista

Gastronomía

Charla con la gran dama del vino blanco de Chile

María Luz Marín, más conocida como 'Mariluz': enóloga, fundadora y propietaria de la Viña Casa Marín, en la D. O. Lo Abarca, Chile.

María Luz Marín, más conocida como 'Mariluz': enóloga, fundadora y propietaria de la Viña Casa Marín, en la Denominación de Origen Lo Abarca, Chile. Su viñedo está a solo 4 kilómetros del mar.

Foto:Cortesía: Viña Casa Marín.

Esta visionaria mujer demostró que en el país austral se pueden hacer blancos de clase mundial.

Víctor Manuel Vargas SilvaEditor
María Luz Marín, más conocida como Mariluz, es una institución en el vino chileno. Fue la primera mujer en desempeñarse como enóloga de una viña de ese país, la primera mujer en fundar y dirigir su propia viña (2000) y en el 2018 fue elegida como una de las 10 mujeres más influyentes del mundo del vino por la revista inglesa The Drinks Business.

Conforme a los criterios de

Todos sus vinos están por encima de los 90 puntos en los listados de los principales críticos y publicaciones especializadas; la revista Wine & Spirits ha puesto en cinco ocasiones a Viña Casa Marín entre las 100 mejores viñas del mundo y su sauvignon blanc del viñedo Los Cipreses fue elegido como el mejor sauvignon blanc del mundo en los Decanter World Wine Awards del 2010, el concurso de vinos más prestigioso del planeta.
Esta semana, Marín, agrónoma y enóloga de la Universidad de Chile y reconocida internacionalmente como una de las mejores productoras de vinos blancos de alta calidad en el Nuevo Mundo, visitó Colombia por primera vez de la mano de su importador, Badran Market by Grupo Madero, y EL TIEMPO conversó con ella.
-¿Cuál es el secreto de la denominación de origen Lo Abarca para que sus vinos blancos, y especialmente su sauvignon blanc, sean tan excepcionales? ¿Qué pasa ahí? ¿Dónde está la magia?
Cuando comencé a elaborar el proyecto de tener mi propia viña en Lo Abarca (a 100 km de Santiago), la idea siempre fue hacer no solo vinos de calidad, sino con un marcado sentido de lugar. Y los viñedos de Casa Marín están en un sitio muy singular: a solo 4 kilómetros del océano Pacífico, de aguas muy frías por la corriente de Humboldt, con frecuentes neblinas matutinas, con un clima muy frío durante la mayor parte del año y en un suelo que fue lecho marino en algún momento y, además, con colinas. Algo muy distinto a las zonas cálidas y planas de la zona central. De hecho, no faltó quien me tildó de loca por haber elegido un sitio superfrío y pegado al mar para plantar vides, y, además, ¡en cerros!

Nosotros elaboramos nuestros vinos  con una viticultura de bajas producciones:  trabajamos con rendimientos de 4 toneladas por hectárea
y todo se cosecha a mano.

-¿En verano cuál es la máxima?
Veintisiete grados, pero un rato. La temperatura media en el verano es de 14 grados. La brisa marina influye mucho en eso, aunque en verano siempre tengamos sol. Esto es clave para una maduración lenta que después se traduce en una acidez natural muy elegante. De acuerdo con la clasificación de Amerine and Winkler, Casa Marín está en la categoría 1, donde están las regiones vinícolas más frías del mundo, como Alsacia y Champagne.
-Expertos como Tim Atkin (MW) han destacado que sus viñedos están sobre suelos calcáreos, algo no muy común en el Chile vitivinícola convencional...
Sí, y es un valor muy importante porque le da una mineralidad muy especial a nuestros vinos.

Chile está lleno de pequeños rincones, terroirs espléndidos que esperan a ser descubiertos para hacer vinos
de cada vez más calidad. Y para mi ese es el mejor camino para la viticultura chilena.

-¿Qué la llevó a apostar por hacer vinos blancos de altísima calidad en un país que, hasta ese momento, salvo contadas excepciones, no se distinguía por esto? Una apuesta valiente, pero también muy arriesgada...
Son varias cosas. Yo quería hacer vinos distintos a los que en Chile se venían haciendo; a mí siempre me han gustado los buenos blancos y quería demostrar que en Chile se pueden hacer grandes blancos si se escoge el terroir correcto. Y estaba convencida de que en ese terreno de Lo Abarca era posible lograr vinos blancos finos, frescos, pero a la vez elegantes en su acidez, mineralidad y complejidad. Esto, tanto por el clima del lugar como por el suelo. Y con una viticultura de bajas producciones: nosotros trabajamos con rendimientos de 4 toneladas por hectárea, y todo se cosecha a mano. Y, por último, diría que con Lo Abarca me interesa también mostrar que Chile está lleno de pequeños rincones escondidos, de terroirs espléndidos que esperan a ser descubiertos para producir vinos de cada vez más calidad. Y que ese es el mejor camino para la viticultura chilena de cara al futuro.
-¿Cómo decidió qué plantar?
Me traje a Ann Kraemer (una respetada viñatera estadounidense que asesora a bodegas en California, Oregon y otros sitios). Ella me ayudó a decidir las variedades, dependiendo de los suelos, y las orientaciones. Y hubo obstáculos, desde luego. Yo por aquella época estaba fascinada con los albariños de Galicia y quería tener esa uva en Lo Abarca, pero no había clones de esa variedad en Chile y para poder traerlos tenía que esperar a que pasara una cuarentena de cuatro años, por nuestros esquemas sanitarios, que son muy estrictos. Yo no me podía dar ese lujo con los préstamos de los bancos apretando, así que nos fuimos a los viveros chilenos y empezamos con sauvignon blanc, riesling, gewürztraminer y pinot noir.

El riesling se da aquí con una expresión maravillosa y es el vino que a mí más me gusta. Y tengo que confesar que no tengo más riesling en el viñedo porque esa variedad 
es tremendamente 
difícil vender.

-Aparte del sauvignon blanc, ¿qué otras variedades brillan en Lo Abarca?
El riesling, que en mi opinión se da aquí con una expresión maravillosa y es el vino que a mí más me gusta. Y tengo que confesar que no tengo más riesling en el viñedo porque esa variedad es tremendamente difícil vender en Chile, y en Europa más, porque en medio de tanta oferta cuesta imaginarse un buen riesling suramericano.
-¿Cómo les va con el pinot noir?
Ha sido un reto. Y no solo por lo que implica producir un vino con una uva tan delicada y que exige tanta precisión en temas como el punto de cosecha. Yo no había hecho nunca pinot noir, así que me fui a Sonoma (California), a la bodega Flowers, donde probé uno de los mejores pinot noir de Estados Unidos. Detrás de este proyecto estaba Greg LaFollette y le pedí que me ayudara. Un día, caminando por el viñedo me preguntó qué tipo de pinot noir quería hacer. “Tu eres el experto”, le contesté. Pero él me explicó que la pregunta era crucial porque todo depende de a qué mercado iba a ir ese vino: “Si quieres que tu pinot noir vaya a Europa, tal vez haya que cosechar mañana, pero si quieres que vaya a Estados Unidos, tal vez haya que esperar un par de semanas”. Me decanté por EE. UU. Pero me costó un mundo entrar con mi pinot noir allí. Tenía mucha competencia y no lo lograba. Muchos de los expertos internacionales que me visitaban elogiaban mis blancos, pero me solían decir que mi pinot noir era demasiado “voluptuoso”. Y cuando mi hijo Felipe, que estudió viticultura en Sonoma, y luego enología en Marlborough (Nueva Zelanda), entra a trabajar conmigo, una de las primeras cosas que me dice es: “Mamá, tu pinot noir es demasiado goloso. Tiene que ser delicado, tiene que ser fino, tiene que ser jugoso, acidito, tiene que tener fruta fresca”. Ahí dimos un giro con el pinot. Y debo aceptar que nos está yendo mejor, especialmente entre la gente que sabe de pinot noir.
-¿Una región de vinos blancos del mundo que admire?
Alsacia, me encanta.
-Una o dos etiquetas que le quiten el aliento.
Château Margaux Pavillon Blanc, Château d’Yquem... Hay muchas.

El reconocimiento de mejor sauvignon blanc del mundo por parte de Decanter fue sin duda importante. Pero la primera vez que sentí que íbamos por el camino correcto fue cuando llevé mis vinos, mi primera cosecha, a la London Wine Fair del 2003.

De todos los reconocimientos que ha recibido Viña Casa Marín, ¿cuáles son los que usted lleva más en su corazón?
Bueno, el reconocimiento de mejor sauvignon blanc del mundo por parte de Decanter fue sin duda importante. Pero la primera vez que sentí que íbamos por el camino correcto fue cuando llevé mis vinos, mi primera cosecha, a la London Wine Fair del 2003. Varios de los principales periodistas del gremio se acercaron y se sorprendieron con la calidad de mis vinos. Muchos de ellos me conocían porque yo llevaba varios años yendo a esa feria con los vinos de otras viñas chilenas. Recuerdo en particular que Steven Spurrier quedó muy impactado con los vinos y me dijo: “Tú tienes una maravilla aquí y yo quiero probar este vino en 20 años más”. Eso me dio mucha seguridad. Y, de hecho, le llevamos una botella de esa primera cosecha cuando la viña cumplió 20 años y lo festejamos con una cena en Londres (2020). Nunca imaginamos que un año después ya no estaría con nosotros.
-¿Hay alguna otra zona de Chile que usted considere excepcional para blancos?
Limarí, en el norte. Por ejemplo, lo que está haciendo allí Felipe Müller, enólogo jefe de la Viña Tabalí, es muy interesante.
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-Usted logró la denominación de origen para Lo Abarca. Y sé que para usted es muy importante que en Chile se empiece a hablar cada vez más de denominaciones de origen. ¿Por qué?
Para sacar mayor provecho de lo mucho que Chile tiene para ofrecer. Porque al ser tan diferente a cualquier otro país del mundo, con sus 4.270 km de largo de norte a sur, tiene una diversidad y un potencial fantástico para buscar distintas expresiones.
-Si hoy tuviera 25 años y el músculo financiero para hacerlo, ¿a dónde se lanzaría a plantar?
Cerca del mar o cerca de la cordillera. Y me iría más para el sur que para el norte. No tan lejos, pero sí al sur. Lugares puntuales, pequeños. La clave es el terroir, un buen terroir, porque debo decir que en Lo Abarca no todos los terrenos son excepcionales. Hay que explorar, conocer y saber entender el lugar. Pero de lo que no tengo duda es de que en Chile hay que empezar a desarrollar el concepto de terroir.

De acuerdo con la clasificación de Amerine and Winkler, Casa Marín está en la categoría 1, donde están las regiones vinícolas más frías del mundo, como Alsacia y Champagne.

-¿El sauvignon blanc es la uva blanca de Chile o el abanico es más amplio?
El sauvignon blanc viene galopando rápido, grande. Porque la gente se ha dado cuenta de que es la uva más versátil y que te da sentido de lugar más fácilmente. La diversidad es el camino para el sauvignon blanc en particular y para el vino chileno en general. Y por eso es tan clave trabajar cada vez más en el concepto de terroir.
-La presencia de mujeres en el vino chileno ha venido creciendo notablemente: dos enólogas de hoy a las que admire...
De hoy, a Viviana Navarrete, de Viña Leyda, y Ana María Consille, enóloga jefe de Viña Carmen (que tiene un interesante y aplaudido proyecto personal).
-Su hijo Felipe es el heredero de Casa Marín, de hecho, ya trabajan juntos. ¿Pelea mucho con el ‘heredero’ o más bien poco?
(Sonríe) A veces tenemos nuestros puntos de vista distintos, es apenas lógico. Pero es un gusto trabajar con él; es un gran enólogo, tiene una nariz prodigiosa y tiene muy arraigado el principio de no intervenir para que el vino exprese el lugar del que viene: esa es la filosofía de Casa Marín y él lo está haciendo excelente.
Víctor Manuel Vargas Silva
Editor Jefe de la Edición Domingo de EL TIEMPO
En Instagram: @vicvar2
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Víctor Manuel Vargas SilvaEditor
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