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Música y Libros

Ortografía / Los versos de Neruda: 'un sonsonete que parece interminable'

El mágico mundo de las palabras.

El mágico mundo de las palabras.

Foto:Archivo particular

El experto Fernando Ávila habla de los 100 años sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

fernando ávilaPeriodista cultural
“Puedo escribir lo versos más tristes esta noche / escribir, por ejemplo, ‘la noche está estrellada / y tiritan, azules, los astros a lo lejos’ ”, dice el Poema 20 del libro más recitado de Pablo Neruda, publicado por primera vez en 1924. Así que este año cumplen 120 años Neruda y 100 años sus 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada'.

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El Poema 20 es una expresión de la pena de amor, de la melancolía. El poeta dispone el escenario con una noche triste y azul y el viento que “gira en el cielo y canta”. Luego, recuerda que en noches como esas tuvo a su amada entre los brazos y la besó “tantas veces bajo el cielo infinito”. Más adelante da la razón de su tristeza: “Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido”, “La noche está estrellada y ella no está conmigo”.
Duda: “Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise”, “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero”. La atmósfera triste se intensifica de estrofa en estrofa y de verso en verso con el rocío que cae al pasto, el blanco de los árboles y el canto que se oye a lo lejos. El dolor aumenta cuando piensa que su amor, sus besos, su cuerpo claro y sus ojos infinitos serán de otro. Y anuncia que esos serán los últimos versos que le escriba.
Ya en el Poema 15 se había quejado del silencio de su amada con ese icónico e irónico “Me gusta cuando callas porque estás como ausente”, “Me gusta cuando callas y estás como distante”. Al final lo explica: “Distante y dolorosa como si hubieras muerto”, y es cuando le suplica como el centurión a Jesús “una palabra entonces, una sonrisa bastan”. No soporta esa suerte de diálogo mudo y pide a gritos una palabra, “una palabra tuya”. En Una canción desesperada recuerda con nostalgia: “Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta. Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro”. Luego baja de las nubes al tálamo, “Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí”, y se lamenta de sentirse entonces “abandonado como los muelles en el alba”.
El escritor y embajador de Chile en Francia, Pablo Neruda, recibe el premio sueco, el 10 de diciembre de 1971, en Estocolmo.

El escritor y embajador de Chile en Francia, Pablo Neruda, recibe el premio sueco, el 10 de diciembre de 1971, en Estocolmo.

Foto:Archivo EL TIEMPO

Neruda casi canta sus versos alejandrinos con un sonsonete de alargamientos que parecen interminables. Hay declamadores que lo hacen muy bien, como Nixon MBL, profundo y melancólico, o Joan Mora, dramático y abismal, y mucho mejor, como ohn Gres, el mismo que presentaba a Julio Sánchez Cristo en La W y que en el noticiero incluía versos y poemas completos, o Gianfranco Pagliaro, que con piano de fondo susurra al oído los versos más tristes e invita a seguirlos en compañía del amor o en la soledad de la tusa, con una copa de brandi entre los dedos y la chimenea prendida en una tarde fría y lluviosa. “¡Es tan corto el amor y es tan grande el olvido!”.
También hay versiones cantadas y desafortunadas, como la de Alberto Cortez, y versiones declamadas con música de Piazzolla o de los barbados guitarristas chilenos de Quilapayún. Y habrá más, pues este Nobel de literatura 1971, que pasó a mejor vida hace 50 años, sigue vivo en la música, la poesía y el amor.
FERNANDO ÁVILA
Experto en lenguaje y ortografía

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