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Lecturas Dominicales

María Ospina Pizano: la bogotana que ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz 2023

María Ospina Pizano

María Ospina Pizano

Foto:Archivo particular

María Ospina Pizano se llevó el premio con la novela Solo un poco aquí.

sergio alzate
Es necesario imaginar a María Ospina Pizano agazapada detrás de un árbol o de un arbusto o de una roca con la vista atenta al cielo, hacia ese caldo de nubes y sol que la enceguece un poco hasta hacerla fruncir el ceño. Es necesario hacerlo en silencio y a una distancia prudente, para no perturbarla y, sobre todo, para no perturbar a las aves que ese día cruzarán frente a sus ojos en carrera emplumada o que descansarán en las ramas de un árbol sus afanes migratorios. Y ella, que es bogotana, madre, migrante y profesora de Literatura, en medio de un bosque de niebla es pura tensión en su cuerpo de mujer que observa pájaros con la devota paciencia del que lee la fortuna al fondo de una taza de chocolate.

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María Ospina Pizano carga consigo unos binoculares similares a los que compró por primera vez hace diez años. Y es necesario imaginarla en el bosque con el librito de pájaros que carga siempre y que ha aprendido a desenvainar rápidamente para identificar a cada especie. Es necesario imaginarla así, agazapada y en pleno trance de escribir lo que más tarde será Solo un poco aquí: una novela o un grupo de relatos o una antología de instantáneas, sobre algunas vidas animales que la interpelan y la cuestionan.
¿Qué ven los animales en nosotros?, se pregunta Ospina. Solo un poco aquí es un libro en el que las vidas animales son las protagonistas y en el que una narradora le pide a cada animal un aventón que es a la vez un permiso para contar su historia, que es también el relato de los bosques de niebla y de la Bogotá moderna que tan solo puede soñar con nubes.
Esa mujer que observa pájaros, que recorre bosques por viejos caminos, que se pregunta por el miedo de la araña frente al humano que le teme y que aprendió de su abuela a amar a los animales, es la misma que responde esta entrevista sobre pájaros, cucarrones, perras y puercoespines.

¿De dónde surge la idea de escribir un libro sobre animales?

Yo llevaba mucho tiempo queriendo narrar la historia de una tángara escarlata migratoria, cuya foto aparece en el libro y que un día me encontré en el balcón de un apartamento en Bogotá. Esto desató todo un interés por los pájaros migratorios y por el viaje hemisférico que realizan entre Estados Unidos y los Andes. Al tiempo yo estaba escribiendo el cuento de las perras que está al inicio de la novela, entonces ahí empecé a pensar que esto podía relacionarse así fueran temas tan aparentemente disímiles. Porque al final los grandes temas eran la morada y el movimiento, la casa y el viaje.

¿De dónde viene su relación con los animales? ¿De dónde surge esta pasión con la que habla de ellos?

Viene desde intereses múltiples, como mi infancia y mis curiosidades intelectuales. Yo crecí una parte de mi vida en el campo, en una finca en el límite entre Cundinamarca y Boyacá. En ese espacio siempre estuve cerca de muchos animales, domésticos y no domésticos. Perros, gatos, ovejas, llamas, vacas, caballos, insectos todos los que quisieras. Mi abuela, además, era una mujer caminante y nos llevaba a mí y a mis hermanos a recorrer muchos caminos de herradura. Tuve un contacto con los bosques de la región, de los cuales aprendí mucho. Todo nace de ahí, de estar muy cerca de los mundos no humanos y de tener tiempo para observarlos. Entonces, desde pequeña siempre tuve una gran obsesión por el sufrimiento de los animales.

Además de los animales, una de las grandes protagonistas del libro es la sabana cundiboyacense. La vemos desde distintas alturas: la de la tángara, la de dos perras callejeras, la de un cucarrón, etc. ¿Cómo fue construir este espacio desde miradas animales?

Portada de 'Solo un poco aquí'.

Portada de 'Solo un poco aquí'.

Foto:Archivo particular

Yo creo que en esta novela uno de los grandes protagonistas es el bosque. Lo que hace que esta novela pueda llamarse novela (que no sé si lo es, ya que elude bastante los géneros) es el espacio compartido por los animales. Para mí una de las grandes preguntas, de los retos más gigantes era cómo narrar el bosque, que es otro de los amores de mi vida. Si tuviera que hacer una aclaración, es que esta novela es sobre el bosque alto andino húmedo de nube. Y lo que dices de la altura es fundamental, porque si con el ave yo estaba explorando la pregunta de la mirada de lo alto, a mí también me parecía importante preguntarme por la profundidad, porque el árbol también es raíz. Además, era necesario explorar el bosque como un olor, como un sonido, como una sensación. Ontologías de lo no humano que desplazan el sentido de la vista, que para nosotros en esta época es el sentido dominante en la cultura. Pero acá también había otros modos de conocer y de mapear desde lo animal.

¿Cómo fue la selección de animales para el libro?

Son animales que llegaron a mi vida mientras yo estaba escribiendo, fueron una especie de iluminación. Me tocaron a la puerta en este bosque que yo frecuento. Por ejemplo, en una de esas idas hubo un nacimiento masivo de cucarrones y yo tenía que salvar a todos los que me encontraba volteados en el suelo. Ahí me fasciné con este animal que me permitía hablar de lo bajo, de lo profundo. En este mismo bosque que frecuento, cerca de Chiquinquirá, hay una especie de puercoespín de la que casi no se ha podido investigar. Fue un encuentro cercano que me permitió involucrarme con llevar a uno a un centro de rehabilitación de fauna silvestre en Bogotá. Estos animales fueron apareciendo mientras yo me preguntaba por la ciudad como lugar de destino o de exilio.

Algo que ata a estas historias es la narradora: es en tercera persona, pero no llega a una omnisciencia total. Es casi documental, pero no llega a la asepsia científica… ¿Cómo fue la construcción de esta voz?

Este fue el proyecto más difícil de la novela, porque era encontrar una voz que pudiera contar esto. Es una narradora que, en cierto sentido, les pide a los animales un aventón, que les dice “déjenme acompañarlos en este viaje”. Para mí era importante no solo reconocer una experiencia sensorial y emocional de los animales, sino también una imposibilidad de proyectar sobre ellos unas emociones humanas. Había que tener una humildad muy clara frente a la soberanía del animal, porque sería irrespetuoso simplemente traducir ese comportamiento y experiencia a términos humanos. Por un lado, hay un reconocimiento de la diferencia, pero, por el otro, hay una propuesta de acercarse al mundo desde la posición de un animal que es testigo y protagonista. Esto fue muy difícil de hacer, porque las novelas suelen ser sobre el desarrollo emocional de unos personajes casi siempre humanos. Acá lo importante es la mirada animal.

Y esa parece una regla que se pone a lo largo de la novela, en todo momento la narradora habla en términos de ‘quizá’, ‘tal vez’, ‘puede ser’, ‘de pronto’...

Fue como encontrar una narradora especulativa que reconoce su humanidad y diferencia frente a sus personajes. Una vez logré entender que esa era la manera de contar, lo pude desarrollar a lo largo de todos los animales. Con unos fue más fácil que con otros, evidentemente. Porque con los llamados animales de compañía era más sencillo preguntarse por su emocionalidad que hacerlo con un cucarrón, por ejemplo. Al final esa pregunta me interesaba, para penetrar también por esas otras criaturas que son consideradas ‘salvajes’. Para mí esa es la propuesta ética de la novela, decir “nuestro mundo es un mundo interespecies, hay unos testigos animales que se cruzan con nosotros y que nos ayudan a pensar en la complejidad de la vida cotidiana, a quienes debemos mirar de vuelta”.

A diferencia de lo que podría esperarse, este libro no habla del maltrato animal (si bien sí lo hace acerca del impacto humano sobre la naturaleza), sino de la bondad de los humanos hacia los animales. ¿Por qué apostar por la bondad y la ternura?

Ha habido personas que me han dicho que esta novela es muy triste y que les costó mucho leerla. Pero hay otro tipo de personas que han encontrado en el libro otras emociones que tienen que ver con una valentía animal y con la bondad humana. Claro, hay una reflexión sobre el abandono y el cautiverio, también este es un mapa sobre el impacto que como especie tenemos en las demás vidas. Sin embargo, también era importante para mí explorar a través de los personajes humanos que nuestras comunidades trascienden nuestra propia humanidad. Comunidades biológicas, ecológicas, espirituales y urbanas que incluyen a todo tipo de criaturas. La ficción es una forma de entender las inquietudes propias. Esto me permitió pensar en la pregunta de lo no humano desde una personalidad propia y, a su vez, en la inquietud de lo humano que se interseca con estas otras personalidades que no son antropocéntricas.
¿Qué animales de la literatura y las artes en general se han quedado con usted?
Los epígrafes de la novela son una especie de breve genealogía de criaturas que me han impactado en los libros. Por ejemplo, al inicio del libro cito El coloquio de los perros de Cervantes. No está entre los epígrafes, pero hay un cuento hermoso de Horacio Quiroga llamado Juan Darién y es sobre un tigre. También está el maravilloso escritor brasileño João Guimarães Rosa y su relato Mi tío el jaguareté, sobre un hombre-jaguar. José María Arguedas escribió mucho sobre animales y es una de las razones por las cuales me gusta mucho leerlo. Miles, miles de animales se han quedado clavados en mí. L
SERGIO ALZATE
Para EL TIEMPO
sergio alzate
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