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Opinión

Columnistas

Colombia está muy bien

Aquí hay muchas crisis. Y una muy grave es la crisis de confianza. La Presidencia misma parece un reality.

Luis Noé OchoaSubeditor
Colombia está bien, tenemos un gran líder. Somos uno de los mejores del continente, un país al que los demás miran con respeto. Y uno de los más seguros. Nos dirige, porque somos todos, un hombre puntual, confiable, que habla claro, que ha escogido a los mejores para que lo acompañen en su tarea, sin importar ideologías.

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Están los mejores tanto en la izquierda como en la derecha y en centro, seres talentosos, que brillan en su puesto. En la defensa de nuestro país tenemos un gran comandante y con la mirada de respaldo del general Ospina. Y si va a haber cambios, que los tiene que haber, los nuevos responden para darle al país motivos de orgullo, inclusive, en procura de que tengamos nuevas figuras y “expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”.
Y si hay críticas, bienvenidas, sin descalificar al periodismo. Eso jamás. Qué respeto con la prensa. Se sabe que hay ataques, que hay oposición, que ha habido reformas que a lo mejor no gusten, pero lo respaldan los resultados. Y cada vez más nuestro gran dirigente, parado en la raya, logra la esquiva unidad, e identidad nacional, sin polarizar, sin espejo retrovisor, sino más bien reconociendo el trabajo de su antecesor y ajustando donde toque.
Se le puede criticar que haya sacado a unos ya veteranos y que ya pusieron su importante cuota al servicio del país, pero la renovación ha funcionado para que Colombia no se vaya a “despiporrar”.
Esta es nuestra querida Selección de fútbol nacional, de la mano de Néstor Lorenzo. Una selección que bajo el panorama gris que se vive en esta patria es fuente de alegría y de convergencia nacional. Ella sí. Es un oasis en medio de esa feroz violencia que no para, de bandas criminales traicioneras, que disparan al arco, pero superciliar; bandas que reclutan niños desde los siete años, no para darles un balón de fútbol, sino para ponerlos como escudos de guerra, y desplazan, confinan y someten a muchas familias.
Qué bien le hacen al país los deportistas. La Selección nos alivia el trago amargo de los que juegan sucio en la gramilla política, los que visten la camiseta de la corrupción, los que traicionan algo tan vital en un equipo, en una sociedad o en un gobierno, como lo es la confianza.
Porque aquí hay muchas crisis. Y una muy grave es la crisis de confianza. La Presidencia misma parece un reality, una casa de famosos, en el que unos sospechan de otros. La primera dama es la primera pero en decir que hay fuego amigo. Cree que hay funcionarios que la quieren desprestigiar. La directora del Departamento Administrativo de la Presidencia –la 10 del equipo Petro, que ojalá supere pronto los quebrantos de salud– se ve enfrentada por acusaciones de tráfico de influencias del gran hermano.
Los magistrados de la Corte Constitucional se sienten chuzados, algo grave, más cuando deben decidir el futuro de una reforma pensional que puede ser autogol de la Cámara, que la pasó de taquito. Nadie cree en nadie en un país que se mira de reojo. Ya da miedo decir esa frase del rebusque de que uno quiere montar un chuzo, pues lo pueden detener. Hemos llegado a tanto que uno no es nadie si no se siente chuzado.
Por todo ello, urge algo que nos una, que nos identifique, que nos haga ver y sentir del mismo color, o del mismo tricolor, del mismo lado, que nos haga abrazarnos. Esa es nuestra Selección. Y ese debería ser un ejemplo para dejar los egoísmos, para que haya toques de balón sinceros encaminados hacia el mismo arco triunfal, en los grandes propósitos, digamos la paz total, que, por ahora, mucho toque toque, y de aquello nada. Con un director técnico que no divida, que convoque y busque solucionar los problemas alineando a los mejores de cualquier partido. Y que escuche los clamores. Como el de los lecheros, que, por ahora, ni mu. ¿Se podrá? O si no, ¿a qué jugamos?
LUIS NOÉ OCHOA
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Luis Noé OchoaSubeditor
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