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Opinión

Columnistas

¿De verdad creen que somos libres? Ja, ja, ja

Vivimos en un universo en el que las grandes empresas tecnológicas –Microsoft, Alphabet, Facebook y otras– han tomado el control de nuestras vidas.

Diego Santos
Nos llenamos la boca presumiendo de nuestra cruzada por la defensa de nuestros derechos; nos metemos en discusiones profundas diseccionando el sistema que nos ha empobrecido; escuchamos a diario las necesidades de construir una sociedad más igualitaria y alentamos a los políticos que pelean por nosotros. Y pese a todo lo anterior, cada vez estamos más encadenados y sometidos a una tiranía invisible que es otro tipo de opresión, una opresión que parece no afectarnos ni importarnos. Claro, hasta que nos importe.

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Vivimos en un universo en el que las grandes empresas tecnológicas –Microsoft, Alphabet, Facebook y otras– han tomado el control de nuestras vidas. No hay nada que hagamos hoy que no esté bajo el control o la influencia de un ‘software’ de una de las grandes. Inclusive en actividades que parecerían libres de las cadenas ‘tech’, como el ‘running’, por ejemplo, también estamos bajo su yugo. “Salir a correr sin reloj es como no salir a correr”, dicen los corredores.
Ojo. No señalo lo anterior como una crítica, ni tampoco es un llamado a rebelarnos o a replicar a la primera línea de ir a incendiar y destruir todo para volver al neardentalismo. La opresión a la que me refiero nos ha representado progreso, avances sociales, desarrollos en salud, educación, etc. Pero ello no oculta la realidad de que somos esclavos, aunque, eso sí, esclavos más privilegiados que los de hace 200 años.
Todo esto, más que una reflexión, me causa gracia: que en pleno siglo XXI nos creamos tan libres, tan independientes, tan realizados, cuando lo que somos no es más que un rebaño de impedidos cada día más inútiles. Ya ni podemos acordarnos de un número de teléfono. Tenemos que apuntarlo. Para movernos en una ciudad, somos incapaces de hacerlo sin Waze. Nos encalambramos de ir al Carulla porque ya una ‘app’ nos trae todo a la casa. Y así.
Pero, más allá de eso, que podría ser interpretado como una tontería, tomemos el ejemplo de lo sucedido el viernes pasado en el planeta entero, cuando una falla computacional de Microsoft ocasionó un caos a nivel global en aeropuertos, hospitales, bancos, entidades gubernamentales y cadenas de restaurantes. Durante varias horas, millones de personas resultaron afectadas por una sola empresa, y solo esa empresa podía devolverlos a la normalidad. ¿Existe un mayor grado de sometimiento que eso?
La caída del viernes no fue menor. Hospitales en Estados Unidos y en Europa se vieron obligados a cancelar operaciones y citas. Las páginas web de los doctores, imprescindibles como servicio, caídas. Los aeropuertos más importantes del mundo colapsaron porque los sistemas operativos de los mostradores no funcionaban. En Estados Unidos hubo juicios pospuestos. En Japón, un tercio de las tiendas de McDonald’s tuvieron que cerrar.
Irónicamente, el colapso lo ocasionó una actualización del ‘software’ de una gigante de ciberseguridad que factura 900 millones de dólares por trimestre, Crowdstrike. “La falla postró en sus rodillas a innumerables empresas a nivel mundial”, dijo el famoso ‘newsletter’ Morning Brew. El efecto chu, chu, chu en su mayor esplendor.

La esclavitud ya no nos la quitará nadie, ni un Abraham Lincoln moderno. Tanta lucha que dimos por ser libres, y terminamos siendo lacayos de unos programadores nerdos.

Frente al mundo en el que vivimos, no hay nada que hacer. Quizás, eso sí, podamos dar un paso atrás y evaluar dónde podemos continuar siendo autosuficientes, aunque sea con cosas pequeñas. La esclavitud ya no nos la quitará nadie, ni un Abraham Lincoln moderno. Tanta lucha que dimos por ser libres, y terminamos siendo lacayos de unos programadores nerdos. Al paso que vamos, terminará siendo más emocionante un mundial de fútbol en videojuego que el Mundial de humanos.
Hace unos años me parecía una berraquera el mundo que nos tocó. Hoy no estoy tan seguro. Sí, vivimos más cómodos, mejor y más tiempo, pero somos más aburridos, más ansiosos e infinitamente más incompetentes. Es lo que hay.
DIEGO SANTOS
Analista Digital
En X: @DiegoASantos
Diego Santos
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