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Columnistas

La hijuemadre peleadera

Más allá de la plaza de Bolívar hay un país de todos, que pide a gritos presencia del Estado.

Luis Noé OchoaSubeditor

Este título ya lo había escrito. Y a propósito de escrito, queridos lectores, ante esta sociedad dividida, hay cosas simpáticas. Por ejemplo, no digo la santa, pero sí el milagro, en días pasados me llegó un mensaje que decía: “Lo felicito. Me gustó mucho su escroto. Así se habla”. La i y la o están pegadas y un error de dedo puede resultar simpático. Le respondí que “me hizo morir de la rusa”.

‘La hijuemadre peleadera’ fue una nota que escribí en 2008 para hablar de la polarización política de entonces, que siguió hoy como un río de lodo que nos lleva hacia una caída libre. Parece inevitable, pero no cambiamos, o no cambia nuestra pendenciera clase política, que cada vez se quiere romper a puntapiés no el escrito sino el doloroso punto aquel. Y mientras tanto nos desbordan los grandes problemas nacionales.

Hacía estas reflexiones entre el alegre bullicio de la Feria del Libro, que acaba de terminar, a donde asistí a una interesante y divertida disertación del maestro Jorge Velosa a propósito de su libro Historiando mi cantar, en el que cuenta cómo surgieron los Carrangueros, así como el origen de cada canción, con anécdotas, versos intercalados, vivencias y cultura popular. Y pensaba en la gente valiosa que hay en nuestro país, como el mismo Velosa, un hombre de raíces campesinas, orgulloso de serlo, genial y defensor del medioambiente.

Sí, pensaba en sus canciones, La rosa mentirosa, que con error de dedo, era como entre ciertos políticos, La risa mentirosa, pues para ellos, que parecen irreconciliables y llenos de intereses, el contrario es un hijuejulia, Julia, Julia… Y el pueblo sigue Llevando del bulto, y será siempre un Rey pobre –linda canción–, sin tener qué echar a La cucharita. Recordaba a La pirinola, “la mejor vaca e’ mi mama, con lo tan buena lechera y vino a parar horcada”. Así es la vida en esta Colombia, donde ni la vaca de Antioquia tiene futuro, pues resultó buena lechera, pero el Gobierno espera que termine ‘horcada’.

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Aunque muchos hayan perdido la esperanza en un cambio de actitud, se necesita que la Feria del Libro sea todo el país.

Con el libro de Velosa bajo el brazo, miraba el tumulto, gente de diversas edades, como libros ellos mismos, jóvenes en sus impetuosas primeras páginas, o los que van por medio libro vivido, o los pensionados ya en sus hojas finales, o colegiales apenas en el prólogo… artistas, escritores, médicos, políticos, en fin, la gente, el pueblo unido, sin empujarse, sin odiarse, escogiendo obras, leyendo y compartiendo. Todo aquello, como si fuera un país distinto y en paz. Era un punto de esperanza.

Por desgracia, afuera está la nación de hoy. La de las marchas del 21, la que pedía empleo, seguridad, reformas concertadas, atajar una corrupción que ya se está llevando la plata de las cucharitas y de los libros en carrotanques y maletas, según dicen, pero calificada por Petro como la marcha de la muerte… Y en la otra tarima, el jefe del Estado, aprovechando el Día del Trabajo, radicalizado, resolvió atizar la hoguera de la polarización, que nos puede llevar a otros Cien años de soledad y de violencia política.

No, Presidente, más allá de la plaza de Bolívar hay un país de todos, que pide a gritos presencia del Estado, hay una violencia desbordada, migración, pobreza, un campo sin mano de obra; hay una Universidad Nacional que explota, ella misma, como una papa bomba; hay un narcotráfico a todo vapor, donde impera La Ley del billete, como canta Velosa. Estamos como hace 40 años cuando mataron a Rodrigo Lara y en el 89 a Luis Carlos Galán. La paz sigue en su laberinto, evocando a Gabriel Cifuentes. Es por ello que, aunque muchos hayan perdido la esperanza en un cambio de actitud, se necesita que la Feria del Libro sea todo el país y que el mandatario escriba una página más tranquila e inclusiva, porque más de media Colombia le está diciendo En agosto nos vemos.

[email protected] 
Luis NoÉ oCHOASubeditor
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