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.” Farenh

.” Farenheit 451: temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde…

."No eres como los demás. Y he visto a muchos, y los conozco. Cuando hablo tú me miras. Anoche, cuando dije algo acerca de la luna, tu miraste hacia la luna. Los demás nunca harían algo así. Los demás me dejarían hablando sola o me amenazarían. Ahora nadie tiene tiempo para nadie”.

.“Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Si el baloncesto y el fútbol inundan el mundo a través de la MTV, no se necesitan Beattys que prendan fuego al queroseno o perseguir al lector”

.“La televisión, esa bestia insidiosa, esa medusa que convierte en piedra a millones de personas todas las noches mirándola fijamente, esa sirena que llama y canta, que promete mucho y en realidad da muy poco”.

.“Y por primera vez comprendí que detrás de cada libro hay un hombre. Un hombre que tuvo que pensarlo. Un hombre que empleó mucho tiempo en llevarlo al papel. Nunca se me había ocurrido. —Montag dejó la cama—. Y a algún hombre le costó quizá una vida entera expresar sus pensamientos, y de pronto llego yo y ¡bum!, y en dos minutos todo ha terminado.”

—Ah, Sassenach —contestó con cierto pesar—. Soy tu amo…, eres mía. Parece que no puedo poseer tu alma sin perder la mía.

—No fuiste la primera mujer que besé —susurró—. Pero te juro que serás la última. —Y agachó la cabeza hacia mi rostro expectante.

—Cuando pregunté a mi padre cómo sabría cuál era la mujer correcta, me respondió que llegado el momento, no tendría ninguna duda. Y así fue. Cuando desperté en la oscuridad bajo aquel árbol en el camino a Leoch, contigo sentada en mi pecho y maldiciéndome por dejarme sangrar hasta morir, me dije: «Jamie Fraser, a pesar de su aspecto y de lo que pesa, ésta es la mujer».

—Ya no te amo —susurró ella. —No te amo en absoluto.
A él se le puso un nudo en la g

—Ya no te amo —susurró ella. —No te amo en absoluto.
A él se le puso un nudo en la garganta.
—No importa, cariño. Yo tengo amor suficiente por los dos.

Esa magnífica bestia no debía ser ejecutada sólo por seguir los instintos de su especie. Sinjun no había hecho nada malo, salvo actuar como un tigre. A las personas sólo las encerraban cuando delinquían. A él lo habían arrebatado de su hábitat natural, lo habían encerrado en una jaula diminuta y lo habían obligado a vivir bajo la mirada de sus enemigos.