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Ángela Orozco

¿Con los fierros a otra parte?

Independiente de la conveniencia de regular la inversión a nivel multilateral, llaman la atención la

Ángela Orozco
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Ángela Orozco

Apenas vamos en febrero y ya ha llovido mucha agua debajo del puente. Ciertamente, la situación económica mundial ha creado un escenario complejo en el que se espera que el papel de China e India logre amortiguar la desaceleración de otros importantes mercados.

En este escenario se ha conocido que Mitsubishi cerrará su planta en Australia, que Nokia decidió trasladar su operación de Alemania a Rumania y que la multinacional Nestlé estaba evaluando la posibilidad de trasladar su producción de agua Perrier del Sur de Francia.

Para algunos resultan totalmente legítimos y explicables estos hechos, pues están orientados a maximizar beneficios para las empresas. Para otros deberían existir otros elementos a considerar en estas decisiones, como los efectos en las comunidades que se quedan sin estas importantes fuentes de trabajo.

Ante estos hechos surge la pregunta de si estaríamos ante un escenario más justo, si existiera algún tipo de regulación a las inversiones, o si este fenómeno de desplazamiento de capitales de unos países a otros es una inevitable consecuencia del proceso de globalización.

Pero independiente de la conveniencia de regular la inversión a nivel multilateral, y sin tomar partido sobre estas decisiones corporativas, llaman la atención las acciones adoptadas frente a algunas de estas circunstancias.

En el caso de Terrier, el alcalde de Vergeze, un pequeño pueblito al Sur de Francia, inició una acción para evitar el cambio de nombre del agua mineral, lo que permitiría a Nestlé utilizar fuentes diferentes a las del agua de Perrier para la venta del agua mineral, primer paso que estaría seguido por el traslado de la planta del Sur de Francia. Este Alcalde ya ganó la primera batalla ante la Corte de Nimes y ahora será una Audiencia en Marsella, la que tendrá una decisión definitiva en este caso que, de acuerdo con Nestlé, sería una acción expropiatoria.

Por su parte, los funcionarios alemanes han decidido apagar sus teléfonos Nokia en señal de protesta por la decisión de esa empresa de cambiar su ubicación en Europa. A pesar de esta acción, Nokia anunció que ofrecerá paquetes de reentrenamiento para quienes pierdan el trabajo, además de las compensaciones legales.

Sin duda, a diferencia de otras circunstancias en las que los países y los consumidores son simples espectadores de decisiones de empresas multinacionales, en estos casos los gobiernos locales y la sociedad civil actúan en defensa de sus puestos de trabajo con estrategias de presión diferentes a las tradicionales.

Esta acción frente a Nokia demuestra el inmenso poder que se acumula en los consumidores de los países de mayor ingreso per cápita, donde el acto de vender un producto trasciende los elementos de precio y calidad del mismo, y cada vez se vincula más a creencias y a comportamientos éticos.

Esta conciencia que van adquiriendo los individuos sobre su capacidad de influir a nivel político y como votantes es la que ha fortalecido las democracias europeas y a las ONG en Europa, pues simplemente es el reconocimiento de la capacidad de unir intereses y voluntades en una específica dirección.

No es claro qué se logrará con estas acciones frente a las grandes multinacionales, sin embargo, habrá que seguir atento a estas nuevas formas de enfrentar los movimientos de capital a nivel global.

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