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Carlos Gustavo Álvarez
Columnista

La cajita de colores

La pandemia y sus secuelas de espanto han despojado a la humanidad, con mayor o escaso encono, de un mundo conocido, doméstico.

Carlos Gustavo Álvarez
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Carlos Gustavo Álvarez

Ha sido un tiempo de pérdidas. La pandemia y sus secuelas de espanto han despojado a la humanidad, con mayor o escaso encono, de un mundo conocido, doméstico. ¿Por dónde comenzar? Por la pérdida de la libertad, podría ser, más masiva y tajante, más cruel e inopinada, impuesta por las cuarentenas conminatorias y los encierros marciales.

O por la pérdida del contacto, simbolizado en abrazos, besos, apretones de manos, festejos del encuentro. O por la pérdida de los empleos (los formales), de los ingresos (los informales), que son el único atisbo de precaria recuperación.

O por las, esas sí, implacables, definitivas, desgarradoras pérdidas de seres queridos, que se fueron en agonía, que es la pérdida del derecho a la serenidad del adiós.

Tantas pérdidas. Todas han detonado necesarios procesos de adaptación emocional, para responder a ellas de muchas formas. Mentales, emocionales, físicas, cognitivas, conductuales. Estamos llenos y necesitados de duelos. Duelos para poder volver a nivelar conciencias, corazones, cuerpos. Duelos para recuperar, en muchos casos, desde la esencia mínima de nuestro ser hasta las ganas de vivir.

Duelos. ¿Quién nos asiste en esta etapa de confusión y perplejidad? ¿Quién acompaña durante un tiempo que no tiene tiempo? ¿Quién nos soporta en este cataclismo de emociones, que, sin embargo, es normal y no puede cubrirse con máscaras de patología? ¿Quién trajina con esta experiencia de dolor y sus jornadas de pena, con esta ciénaga de aflicción y sus plantas flotantes de resentimiento?

Toda la atención, las noticias, los chismes y las consejas están cifrados en la vacuna. Porque es concreta, porque tiene valor y precio, porque establece programas y va atada a la esperanza.

La pérdida y el duelo son intangibles para una cultura aherrojada por el materialismo.
A ese universo de sombras, en el que casi siempre no hay materia prima en el espíritu para trasegar con la pérdida, y mucho menos con la muerte, el médico Jorge Gómez Calle lo viene coloreando de amor y escucha y comprensión desde el 28 de julio del 2020.

“La cajita de colores” es una comunidad de acompañamiento en el duelo, guiada por este hombre que cuenta y escucha historias de seres que perdieron a otros seres, de lunes a jueves, a las nueve de la noche por Zoom y YouTube.

Él les habla, y repito, los atiende, con su conocimiento de la custodia paliativa, sí, como un ángel cuidadoso, para quien la realidad de la muerte, que está siempre ahí, debe ser algo tan franco de convertir en palabras y de aceptar en emociones inteligibles, como el amor y el cotidiano repicar de la vida. En este tiempo de implacables pérdidas y de insondables procesos de duelo, como es de valioso tu trabajo de ser humano, hombre Jorge, el diario arcoíris de “La cajita de colores”. Gracias.

Carlos Gustavo Álvarez
Periodista

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