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Juan Carlos Montoya A.

Ciudadanía corporativa

La tendencia de la ciudadanía corporativa es implicar a un grado superior a las compañías.

Juan Carlos Montoya A.
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Juan Carlos Montoya A.

La ciudadanía en general, como concepto que apropia al individuo frente a su territorio o al espacio que habita, hacedor de deberes y derechos, y ligado a unos principios universales, se ha hecho extensiva, desde hace pocos años en el contexto de América Latina, al mundo de las organizaciones, en el que se conciben tanto sujetos económicos como sujetos sociales.

Esto ha hecho redefinir el importante papel que juegan las empresas en la sociedad y la compatibilidad entre generación de riqueza y compromiso social y ambiental.

La ciudadanía corporativa que define el marco general de operaciones y actuaciones de una compañía, en relación a sus grupos de interés, establece los principios rectores en los que se fundamenta -alrededor de sus procesos productivos- las buenas prácticas ambientales, éticas, sociales y de transparencia en los flujos de información financiera y de sustentabilidad.

Por ello, las organizaciones que poseen una ciudadanía corporativa gozan, por así decirlo, de un pase VIP para transitar libremente en el mercado de capitales, de la banca, del libre comercio y de la globalización, donde el compromiso con el medio ambiente y las comunidades locales no son de poca monta, se convierten en elementos decisivos a la hora de concretar negocios, expandir mercados y clasificar dentro de los estándares internacionales.  

La tendencia de la ciudadanía corporativa es implicar a un grado superior a las compañías en su compromiso con los objetivos del milenio, con el cambio climático, con la producción limpia, la reutilización de materias primas, la optimización de recursos en sus procesos de producción, con la estandarización en la normatividad de informes COP (Communication on Progress), es decir, dar un viraje hacia un nuevo capitalismo –a más de rentable, con sentido de humanidad-.

Y es precisamente a través de programas internacionales como el Pacto Mundial de Naciones Unidas, la reciente iniciativa C4C, la declaración CEO, las redes locales y regionales, entre otros, que el mundo se integra bajo un sistema internacional que impulsa cambios y transformaciones imparables en el devenir de las civilizaciones.  

Sin lugar a dudas, las empresas, la economía y el capital humano, que mueven al mundo, están llamados a ser ciudadanos corporativos que se integran al bienestar de la sociedad con un pensamiento global y con acciones concretas a escala local o internacional; porque tampoco se podría orientar un modelo de sustentabilidad organizacional sin que prime la fuerza de los resultados, o que se convierta en moda para las empresas adoptar un lenguaje de responsabilidad corporativa y buen gobierno sin que efectivamente ello sea, primero, interiorizado por el equipo directivo de primer nivel y por el resto de sus trabajadores y demás  Stakeholders , y, segundo, no revierta en forma real y efectiva hacia la sociedad mejores prácticas.

Por lo anterior, ostentar el título de “Ciudadanía Corporativa” exige una responsabilidad y adaptación al cambio, siendo consecuentes entre el ámbito discursivo y la praxis.  

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