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Juan Manuel Pombo
columnista

Cambios de perspectiva

Por aquí nos vendría bien aprender a hacer oposición: no se trata de tumbar ministros y fiscales, sino de consensuar pulsos para administrar.

Juan Manuel Pombo
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Juan Manuel Pombo

Recuerdo ocasiones en las que buscaba dicotomías sugestivas para sacudir la abulia de mis alumnos mamados con la literatura y suscitar un buen debate. Una que funcionó bien con varias camadas fue contraponer sabiduría a conocimiento.

Pronto cotejaban las diferencias entre un campesino con tercer grado de primaria y ocho años de experiencia ordeñando vacas en un hato sabanero, versus uno de ellos, once años marcando pupitre y tal vez incapaces de solucionar una ecuación de segundo grado o de garrapatear 250 palabras sobre el sabor a tarro del tinto de un coronel que envejeció esperando una pensión.

¿Existen burros sabios? ¿Zopencos ilustrados? ¿Qué papel juega la inteligencia detrás del sabio y cuál detrás del erudito? ¿Acaso la inteligencia es condición sine qua non de la sabiduría y la erudición? Pronto en la vida descubrí que había tantas y tan distintas inteligencias como briznas en la hierba. Un amigo, torpe de expresión como el que más, era un mago hurgando un motor de combustión. Un colega feo, disléxico y tartamudo, no encontraba mujer que se le resistiera. Otro más, con pinta de tonto de capirote, dio clases exitosas de cálculo infinitesimal aunque jamás pudo dar, literalmente, pie con bola.

Dicho lo anterior, me pregunto ¿a quiénes consultan los expertos en encuestas de opinión? En estos sus primeros 100 días, Duque me ha parecido más procedente en propuestas y respuestas que las trilladas protestas de estudiantes y maestros (presupuesto, salario), el clamor vociferante de comerciantes y transportadores (IVA, chatarrización) y la obcecada oposición de bebidas azucaradas, cervezas y sector financiero. El equipo de gobierno no ha evadido el problema, ha buscado soluciones.

Protesta legítima, la de Rappy. Los aplaudí en su noche fluyendo con el tráfico (no en sentido contrario) sobre sus bicicletas con morrales rosados, reclamando un contrato digno. Los geniecillos del emprendimiento que cruzó la barrera de los mil millones de dólares, deberían entender que un contrato decente deviene en muchos más largos beneficios para todos (aunque tome un poco más de tiempo) que el estatus de unicornio por soltar un hipo (o un pedo) en la bolsa de valores.

En cuanto al antagonismo político, quizá valga la pena no confundir hacer zancadilla con hacer oposición. La diferencia puede ser una cuestión de perspectiva. Acostumbrado como estaba a mirar el mapa de Europa en posición horizontal, el Viejo Mundo arremetiendo de frente contra el Océano Atlántico, para mí todas las costas del Mediterráneo estaban al sur de Europa.

Así, tonto de mí, un buen día llegué a Barcelona y declaré a voz en cuello que siempre había querido conocer el sur de España. Desde entonces no me hablan un par de catalanes, pero aprendí que el norte de España es el Pirineo. Europa se echaba de cabeza, no de frente, al Atlántico. Mutatis mutandis, por aquí nos vendría bien aprender a hacer oposición: no se trata de tumbar ministros y fiscales (o exalcaldes, para el caso), sino de consensuar pulsos para administrar cada vez mejor la casa.

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