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Luis Felipe Sáenz

Optimismo con cautela

Aunque se respira aire de optimismo, es probable que las altas tasas de desempleo hayan llegado a EE

Luis Felipe Sáenz
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Luis Felipe Sáenz

Las noticias sobre el comportamiento de la economía en los Estados Unidos fueron contradictorias durante el 2010. Por un lado, existía cierto optimismo basado en mejores resultados en materia de inversión y beneficios corporativos, más confianza durante el primer semestre del 2010 y varios indicios que apuntaban a que la recuperación estaba teniendo lugar. Sin embargo, ese optimismo estaba diezmado por desalentadores titulares. La tasa de desempleo superó los dos dígitos a finales del 2010; las peticiones de seguro de desempleo superaban las expectativas. Se argumentaba que la inversión no correspondía a formación de capital, sino a reaprovisionamiento de inventarios, y los datos de crecimiento confirmaban un escenario de desaceleración. El término ‘recesión de doble fondo’ era ampliamente discutido, y aunque ni Nouriel Roubini (profesado pesimista en la profesión) pronosticaba una nueva recesión, tampoco estaba claro el panorama de un crecimiento fortalecido.
Por fortuna, hoy los riesgos de una recesión doble son débiles. El crecimiento del último trimestre del 2010 fue de 2,8 por ciento, sustentado principalmente en incrementos del consumo de los hogares (que representan cerca del 70 por ciento del PIB) y en mayores exportaciones. Además, el cambio en inventarios redujo el crecimiento en 3,7 puntos porcentuales, lo que abre espacio para mejores resultados en el 2011. Por otro lado, el Dow Jones superó los 12.000 puntos en enero, situación que no se veía desde junio del 2008, lo que ilustra que las expectativas han mejorado. Hay más confianza en la recuperación.
Sin embargo, aunque las noticias son buenas, es importante no pecar por optimista. La extraordinaria liquidez, producto de la política monetaria expansiva con tasas de interés cercanas a cero, y con dos rondas de compras de bonos del Tesoro, que entre sí suman más de dos millones de millones de dólares, son reflejos de una economía frágil, tal como lo sugiere The Economist en su primera edición del 2011. No en vano, Timothy Geithner, secretario del Tesoro, señaló en Davos que aunque existe confianza en la recuperación, “(…) no es una expansión que vaya a ofrecer una rápida caída en el desempleo”.
Precisamente es en materia de empleo donde la economía presenta las heridas más profundas. En la crisis se perdieron cerca de 8 millones de trabajos. La tasa desempleo está en 8,9 por ciento, casi el doble de su promedio histórico. En su discurso anual del Estado de la Unión, el presidente Obama afirmó que hoy en día conseguir un trabajo para un norteamericano no es tan sencillo como en tiempos de otrora; puntualizó que los retos actuales para la generación de empleo son únicos, ajenos a cualquier época anterior. Al respecto, me parecen pertinentes los resultados de un artículo escrito por Carmen y Vincent Reinhart en septiembre del 2010: en 10 de los 15 episodios poscrisis desde 1900, las tasas de desempleo no retornaron en la década siguiente a sus niveles previos. Tampoco han caído por debajo de 8 por ciento desde mediados del 2009. Aunque se respira aire de optimismo, es probable que las altas tasas de desempleo hayan llegado a Estados Unidos para quedarse, y por un buen rato, a pesar de lo ‘auténticos’ que son los retos vigentes de esta recuperación.

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