Toda regla tiene su excepción. Hablando de inversiones, la rentabilidad y el riesgo son directamente proporcionales. Muchas personas olvidan este principio elemental y confían sus ahorros a nuevos modelos de negocio que prometen elevados rendimientos a corto plazo y poco riesgo. Antes DMG. Ayer fueron las libranzas. Hoy, no se puede cuantificar el tamaño del fraude con bitcoin, que ofrecían retornos mensuales del 50 por ciento sobre la inversión inicial. Mañana aparecerá otro modelo disfrazado de novedosa, segura y rentable alternativa de inversión, con sofisticadas estrategias de marketing digital y relaciones públicas.
El ejemplo legal típico de alta rentabilidad y alto riesgo son las acciones. Miles de ejemplos en cuanto a valorización, rentabilidad y potencial de crecimiento de la empresa y el sector muestran cómo muchos han multiplicado su dinero. Algunos prefieren invertir en futuras promesas del deporte, un nuevo prototipo tecnológico, un desalinizador solar o que el POT cambie el uso del suelo de un predio. Por eso es alto riesgo. Se puede ganar mucho o perderlo todo.
El ejemplo típico de mediano riesgo y beneficio es crear empresa. La mayoría de emprendedores inician con millones de sueños, ganas y poco dinero. Si aplican el modelo japonés de reinversión en los primeros 20 años de la compañía, incrementan sus posibilidades de éxito. Comprar o producir barato, vender caro, cobrar pronto y pagar lo más tarde que pueda, sin desangrar a los proveedores, siguen siendo los pilares del margen de contribución y el capital de trabajo. Vender agua en forma de blanqueador para el aseo, gaseosa de marca famosa o refresco congelado puede dejar márgenes netos entre el 400 por ciento y el 800 por ciento. Y si hablamos de la crispeta, esta contribución se duplica. Si en intangibles se controla la inversión en infraestructura, el portafolio puede arrojar márgenes asombrosos. Masaje terapéutico en Tenjo, 40.000 pesos, en Bogotá, 80.000 y en el hotel Las Ventanas, en Los Cabos, 250 dólares.
Un alemán promedio compra casa a los 49 años. La razón es porque sus primeros 20 años de productividad y ahorro los invierte en lo descrito arriba. Cuando se asoma a la recta final, invierte en el ejemplo típico de bajo riesgo y baja rentabilidad, la finca raíz. Y si a este negocio se le quita la burbujas económicas y el impacto de la escasez de tierra, cualquier persona del común puede invertir en vivienda nueva, estrato 3, en obra gris, dejando el mayor valor de la cuota inicial al final, colocándole acabados mejores en 10 por ciento a los de la constructora, y venderá de primero su apartamento con altísimos rendimientos.
Todos los modelos requieren disciplina, inteligencia, dedicación y paciencia. Eso de alta rentabilidad y bajo riesgo es un sofisma que genera distracción y pérdidas.
Bajo riesgo con alta rentabilidad
Toda regla tiene su excepción. Hablando de inversiones, la rentabilidad y el riesgo son directamente proporcionales.
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