Alemania es un país que ha sufrido numerosas transformaciones a través del tiempo. Pasando por la creación de la Confederación en el Congreso de Viena, en 1815, hasta la reunificación de las dos alemanias, en 1990. Sin embargo, frente a todos estos cambios geográficos y políticos, el país ha tenido ciertas características invariantes durante toda su historia moderna. Ha logrado mantenerse como un estandarte de la productividad y el desarrollo tecnológico.
Aunque Alemania tuvo que sufrir parte de los efectos de la crisis de deuda soberana de Europa, ha logrado crecer a tasas mayores que el promedio de sus pares europeos, dinamizando el crecimiento de toda la zona. La economía alemana puede darse el lujo de ese crecimiento por tres grandes características. En primer lugar, la balanza comercial es constantemente positiva, incluso en el 2016 registró el mayor superávit comercial, con 252.9 billones de euros. Esto es, en parte, resultado de la depreciación que sufrió el euro debido a la crisis. Particularmente, el euro ha perdido el 27,43 por ciento de su valor desde octubre de 2009, época por la cual la perspectiva del déficit en Grecia empezaba a tornarse negativa.
Segundo, lo que permite a este país tener tasas altas de crecimiento es su estructura de producción y exportaciones. En su estas últimas, no contiene materias primas; en otras palabras, Alemania solo exporta bienes intermedios y bienes finales. Esto lo hace relativamente inmune ante cambios en los precios como los commodities.
Y, por último, la distribución del producto y la mano de obra, a través las grandes ramas de la producción: agricultura, industria y servicios. Alrededor del 74 por ciento del empleo está en el sector de servicios; 25 por ciento, en el industrial, y el 1 por ciento restante en la agricultura. Lo importante de esta distribución es que Alemania no relegó la agricultura a un segundo plano, sino que se esforzó por hacer de este un ramo altamente productivo, liberando mano de obra de este sector para los otros dos. Como resultado, transitó a una economía de servicios, requisito para el desarrollo de cualquier país.
Estas tres características de la economía alemana permiten delinear una política de desarrollo para Colombia. En primer lugar, se debería promover la productividad del sector agrícola del país, de esta forma se logran dos objetivos: se disminuye la importación de productos agrícolas del exterior (reduciendo el déficit comercial del país) y se libera mano de obra para otros sectores productivos.
Segundo, se debería dejar la dependencia de la exportación de materia prima en el país, como el café (verde) y el petróleo crudo. Por el contrario, promover la exportación de bienes intermedios o finales. Finalmente, hay que fomentar el desarrollo de otros ramos productivos, particularmente en servicios, que tienen gran potencial en el país, como el turismo.
Ricardo Rojas Parra
Economista - Profesor universitario
[email protected]
Alemania, un buen aliado
Sufrió parte de los efectos de la crisis de deuda soberana de Europa, pero ha logrado crecer a tasas mayores que el promedio de sus pares europeos.
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