48 horas en Luang Prabang, la antigua capital de Laos

Declarada Patrimonio de la Humanidad, Luang Prabang es un diamante que emerge de las aguas del mítico río Mekong.
Luang Prabang  48 horas en la antigua capital del país.
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Puedo dar fe de que el viajero que se deja sorprender por las muchas cosas que ver en Luang Prabang, Laos, no duda de que ha sido una gran idea aventurarse a conocer este diamante situado en el norte del país.

Laos es uno de los países menos visitados y conocidos del Sudeste Asiático. Tanto mochileros como aquellos que buscan viajes algo más lujosos, o acomodados, suelen decantarse por destinos como Tailandia, Vietnam, Indonesia, Malasia e incluso Filipinas, siendo este último el que está emergiendo con más fuerza en los últimos años.

Quizá eso es lo que más me atrajo de Laos. Durante las dos semanas que pasé en esa nación de perfil cartográfico alargado y desaliñado, conocí bastantes lugares en los que me crucé con apenas un puñado de viajeros, pudiendo vivir con intensidad la cultura local. Y aunque Luang Prabang sí es conocida por los turistas, sigue siendo un lugar nada masificado.

Una belleza serena, exótica e histórica levantada en un entorno natural que absorbe todos los sentidos es como es esta ciudad. Y es que, sus templos, estrechas callejuelas, mercadillos, miradores y antiguos edificios se hallan dispuestos, en un atractivo desorden, entre los verdes árboles que pueblan el valle en el que confluyen las aguas de los ríos Mekong y Nam Khang. Así, con el murmullo del fluir del agua de fondo, nos disponemos a pasar un par de días inolvidables en la que fuese la capital de Laos. ¿Nos acompañas?

PRIMER DÍA EN LUANG PRABANG, LAOS

Mañana

Comenzamos el primer día de nuestras 48 horas en Luang Prabang desayunando en alguna de las buenas panaderías francesas de la ciudad. De hecho, este es uno de los rasgos que muestran el legado que dejaron los galos en la zona, en la que permanecieron entre finales del siglo XIX y mediados del XX.

En Le Banneton Café, situado en una concurrida avenida muy próxima al punto en el que se encuentran los ríos Mekong y Nam Khang, ofrecen unos buenísimos croissants recién hechos, además de otros tipos de bollería, pasteles y unas baguettes que nada tienen que envidiar a las horneadas en el mismísimo París. Si tenemos un capricho, también podemos probar sus helados artesanales, siempre apetecibles en el húmedo calor laosiano.

Tras cargar energías, llega el momento de tener una primera toma de contacto con Luang Prabang. Para ello, nada mejor que dar un despreocupado paseo por el centro histórico de la urbe, admirando las casas de estilo arquitectónico tradicional y los templos y monasterios budistas.

Arquitectura tradicional en Luang Prabang.Getty

Uno de los templos que merece una visita con más detenimiento es el Wat Xieng Thong. Se trata de uno de los más grandes de Luang Prabang y posee una gran importancia histórica. Fundado en el siglo XVI, muestra las características arquitectónicas de la época, con elaborados mosaicos, tallas labradas en las paredes y extrañas deidades budistas.

En el pasado, aquí se supervisaba la coronación de los reyes de Laos y en la actualidad es el lugar en el que se celebran los actos más importantes de los festivales religiosos de la ciudad.

Tarde

Un buen plan para la tarde del primer día en Luang Prabang es realizar una visita al antiguo Palacio Real. Construido en 1904 para servir de residencia al rey Sisavang Vong y su familia, el Palacio Real se reconvirtió en museo nacional en 1995, 20 años después de la revolución que acabó con la monarquía en Laos.

En el museo podrás admirar un buen número de objetos religiosos y antigüedades, además de bonitos murales, una espectacular estatua de Buda bañada en oro y una curiosa colección de los coches utilizados por la familia real entre los años 50 y 70 del pasado siglo.

Templo budista en el Palacio Real de Luang Prabang, Laos.Getty

Para disfrutar de nuestro primer atardecer en Luang Prabang, subimos a la cima del Monte Phousi. Allí se encuentra el templo (o wat) Chom Si, pero no es este el principal atractivo. La gente obviará el templo para dejar que su mirada se pierda por la magnífica estampa que ofrece Luang Prabang al atardecer. Una panorámica de 360 grados que guardaremos en la retina para siempre.

Noche

Al caer la noche, gran parte de la acción de la ciudad se traslada a su mercado nocturno. Sin duda, es el mejor lugar para probar la cocina local en sus puestos callejeros y dejarse encandilar por algunas buenas piezas artesanales que se esconden entre souvenirs algo más típicos. Entre los productos más vendidos se encuentran las coloridas sombrillas hechas de papel.

SEGUNDO DÍA EN LUANG PRABANG, LAOS

Mañana

Si el día anterior no pudimos subir al Monte Phousi durante el atardecer, no debemos perder la oportunidad de ver el amanecer del segundo día desde allí. Además, encontraremos el lugar mucho menos concurrido y quizá nos crucemos con los monjes budistas, ataviados con sus hábitos naranjas, ya que, tras finalizar sus rezos vespertinos, patrullan las calles de la ciudad para recaudar ofrendas y donativos.

Tras el desayuno, es una gran idea abandonar la ciudad para conocer un poco del fascinante entorno natural que rodea a Luang Prabang. A menos de 45 minutos en tuk tuk o coche (unos 28 km), nos hallamos en plena naturaleza y descubrimos la escondida cascada de Kuang Si.

Cascada de Kuang Si.Alamy

El parque natural en el que se encuentra la cascada es realmente grande, pudiendo pasar el día completo descubriendo todos sus recovecos.

Si sólo disponemos de una mañana, es una buena idea darnos un agradable chapuzón en algunas de las pozas naturales que encontraremos antes de la caída principal, en la que el agua se despeña sobre las rocas desde una altura de unos 60 metros. Aquí el agua es de un precioso color azul-verdoso y crea un llamativo contraste con las rocas y la densa vegetación que enmarca todo.

Si el lugar nos atrapa y queremos pasar el día entero en él, no nos faltarán planes, pues hay una gran red de senderos que nos permiten, entre otras cosas, subir a la cabecera de la cascada y visitar aldeas escondidas en la profundidad de la selva.

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Otra alternativa activa y al aire libre para esta mañana es recorrer los alrededores de Luang Prabang en bicicleta. Podemos alquilar una bicicleta de montaña en el centro, subirla en el ferri que cruza a la otra orilla del Mekong y recorrer la senda circular de 23 km. que pasa por lugares de gran belleza paisajística y pequeñas poblaciones como Ban Chan, famosa por sus artesanías elaborados con barro.

Tarde

Si durante el primer día ya hemos explorado a fondo el centro de Luang Prabang, la segunda tarde la aprovecharemos para conocer la otra orilla del Mekong. Esta parte es mucho menos turística y nos permitirá observar más de cerca cómo vive la gente local.

Luang Prabang es Patrimonio de la Humanidad.Getty

Allí encontraremos, por ejemplo, el templo Chompet. Desde él se obtienen buenas vistas de la ciudad, pero además merece la pena admirar ese wat construido por los tailandeses en 1888. Ascendiendo las escaleras hallaremos dos estupas que contienen los huesos de dos de las esposas de los antiguos reyes de Laos.

A la hora de regresar, no debemos tener prisa. El mejor momento para volver a surcar las aguas del mítico río Mekong es el del atardecer. Observar Luang Prabang desde el agua con el firmamento incendiado nos hace viajar en el tiempo, a la época en la que esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, era una perla casi inaccesible oculta en el corazón de la jungla.

Para la última cena en Luang Prabang os proponemos dos planes fantásticos.

En un viaje especial en pareja no puede faltar la cena romántica, comenzando al atardecer, en una de las embarcaciones turísticas que organizan este tipo de actividades. La otra opción es probar la comida laosiana en alguno de los restaurantes de la animada calle Sisavangvong.

Luang Prabang se ubica en el valle en el que confluyen las aguas de los ríos Mekong y Nam Khang.Unsplash

Tangor es una de las opciones más populares. La cocina de la joven chef Dam está protagonizada por creativas combinaciones de recetas francesas y vietnamitas, con toques laosianos. Otro buen lugar, situado a un paseo de Tangor, es Khaiphaen, donde podemos degustar originales platos asiáticos a la vez que ayudamos a la comunidad local, pues el restaurante es propiedad de una ONG que enseña a jóvenes sin recursos el arte de cocinar y prestar servicio de cara al público.

Para despedirnos de la ciudad, nada como un paseo por alguna de las callejuelas que discurren en paralelo al Mekong, esa arteria de vida que ha marcado el ir y venir de las civilizaciones de Indochina.

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