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Música y Libros

Virginia Hall: la historia de la enigmática espía de las mil caras que se burló de los nazis

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Su labor fue clave para armar la resistencia y que los Aliados lograran recuperar Francia.

Foto:Getty Imágenes

Una discapacidad no fue suficiente para detener a esta joven estadounidense que se convirtió en una de las espías más perseguidas durante la Segunda Guerra Mundial.

Verónica ChafyrtthPeriodista cultural
Virginia Hall nació el 6 de abril de 1906 y fue la única mujer de tres hermanos. Descrestó siempre por sus grandes ojos castaños, su altura y delgadez, más aún por esa elegancia que impresionó a muchos por aquella época. Desde pequeña se aferró a sus ideales. Con tan solo catorce años escribió en un cuaderno dorado la palabra “convicción” y más adelante, en su anuario escolar anotó “debo tener libertad”, tres palabras que aplicó y defendió hasta el final de sus días.

Conforme a los criterios de

Barbara Hall, su madre, había sido secretaria de Edwin Lee —el padre de Virginia—. Estaba empecinada con enamorarlo, hasta que después de mucho tiempo, logró casarse con él. Edwin Lee era el banquero más adinerado de todo Baltimore, además de ser el propietario de algunos cines de la ciudad.

“No necesito estar al lado de un hombre para lograr lo que me proponga”.

 La señora Hall imaginaba toda una vida llena de lujos, pero para su desgracia, este no pudo ni aumentar ni preservar su fortuna. Los sirvientes de la mansión solían murmurar entre los pasillos que el closet de la señora Hall era tan grande como un carruaje de caballos.
Fue así como creció la obsesión de buscarle un marido adecuado, un hombre adinerado para su hija. La señora Hall sabía que su altivez, desparpajo y orgullo hacía que los hombres de Baltimore estuvieran a sus pies. 
En su adolescencia, Virginia comenzaba a usar pantalones y camisas a cuadros, hubo un tiempo en el que ordenaba que le diseñaran corbatines solo para escandalizar a su madre.Mientras su padre fue quien la llevó por primera vez de cacería y le regaló su primera escopeta; con ella cazaba conejos y, en cierta ocasión, llegó a la casa con un brazalete de serpientes vivas.
Se casó en 1920 e intentó llevar la vida convencional de las mujeres de ese entonces. Su esposo le fue infiel durante muchas ocasiones por lo que decidió divorciarse al siguiente año. Ese mismo día puso música a todo volumen, cuentan que bailó sin parar durante largas horas, pues por primera vez, defendió su primera convicción: “No necesito estar al lado de un hombre para lograr lo que me proponga”.
Luego, convenció a sus padres de que el escenario ideal y perfecto para ella sería Paris, entre el caos y lo vertiginoso de la vida allí, se convirtió en la amiga más frecuente de los escritores Ernest Hemingway. Gerturt Strein y Scott Fitzgerald. En el otoño siguiente se mudó a la Konsular Akademie en Viena donde estudió idiomas y periodismo. Se enamoró de un oficial polaco llamado Emil, estaba tan perdidamente enamorada que pensó en irse a vivir con él, pero sus padres lo impidieron. Este suceso la llevó a atesorar una foto de ese magnifico oficial, para recordarlo.

en su anuario escribió: debo tener libertad.

La ausencia de Emil en su vida la llevó a aferrarse a su convicción más importante: la emancipación femenina. “Dindy”. como su padre la llamaba de cariño, regreso a la propiedad de su familia en Maryland en la casa Boxhorn. La fortuna de la familia se perdió con la caída de Wall Street y la gran depresión de 1929. El 22 de enero de 1931, al salir de su oficina de Baltimore, Edwin Lee, cayó sobre el asfalto y falleció a causa de un ataque cardiaco.

La mujer de las mil caras

Hall sentía que su talento y experiencia se desperdiciaban tras una máquina de escribir. Un año después, decidió tomar cartas en el asunto y solicitó el respaldo de sus superiores, incluyendo a su amigo Elbridge —quien entonces era su vicecónsul—, para volver a presentar el examen de admisión al cuerpo diplomático. Confiaba plenamente en sus habilidades para el examen oral, donde ya había demostrado ser una candidata excepcional con un desempeño impresionante en persona. Sin embargo, de manera enigmática, las preguntas del examen oral nunca llegaron a sus manos, impidiéndole presentar la solicitud antes de la fecha límite.
El viernes 8 de diciembre amaneció con un cielo despejado y una temperatura agradable. Virginia se preparaba para una nueva jornada de caza y tomó la pistola calibre 12 que le había dejado su padre. Esa mañana, los cazadores estaban emocionados por la abundancia de zarapitos americanos, aves que, con sus vuelos erráticos, representaban un desafío. Determinada como siempre, Virginia, ansiosa por ser la primera en capturar uno, no se percató de asegurar su arma. Mientras cruzaba una cerca de alambre oculta entre los juncos de la ciénaga, perdió el equilibrio. El arma se le deslizó del hombro y quedó atrapada en su largo abrigo. Al intentar recogerla, la pistola se disparó, hiriendo su pie izquierdo a quemarropa.
Hall se desmayó y sus amigos, de inmediaton, luchaban pro detenerel detener el sangrado y la llevaron rápidamente al hospital. Aunque inicialmente parecía recuperarse, una infección no detectada complicó su estado. Justo antes de Navidad, los médicos de Estambul llegaron y encontraron que la gangrena se había extendido en su pierna izquierda, forzando una amputación urgente para salvar su vida. A pesar de la cirugía exitosa, Virginia enfrentó una dolorosa recuperación física y emocional, lidiando con la compasión de los demás y la difícil tarea de informar a su madre sobre su nueva realidad.
Once días después, la situación se volvió crítica nuevamente. Virginia sufría de una nueva infección, que los médicos temían que fuera septicemia, una peligrosa intoxicación de la sangre. Los doctores  lucharon con todas sus fuerzas para salvarla una vez más, administrándole sueros en la rodilla y consultando constantemente a especialistas estadounidenses en Estambul. En esa época, sus probabilidades de recuperación eran mínimas; incluso hoy, con tantos avances en la medicina, su estado se consideraría grave. El dolor que soportaba diariamente cuando las enfermeras cambiaban las vendas de su muñón, empapadas en pus, era casi insoportable, y su corazón a menudo latía de manera descontrolada.
"Cuthbert",  así llamaba cariñosamente a su pierna ortopédica que se convertió en otro obstáculo en su carrera diplomática, sumándose a las dificultades que enfrentaba por ser mujer. Apartada del Departamento de Estado, Virginia decidió canalizar su energía hacia la lucha contra el creciente fascismo en Europa. Se trasladó a Francia y se unió al servicio de ambulancias, donde inició su propia batalla. Con la invasión alemana, huyó en bicicleta con su prótesis, llegando finalmente a la costa francesa para abordar uno de los últimos ferris hacia Gran Bretaña. En Londres, conoció a Vera Atkins, una espía de origen rumano y reclutadora del SOE, quien desempeñaba un papel crucial en el envío de agentes a Europa para misiones de sabotaje y espionaje.
Bajo el nombre en clave de 'Germaine', Virginia llegó  en paracaidas a Francia, aterrizando en un territorio plagado de peligros. Su misión era audaz: recopilar información vital sobre la ocupación alemana y armar a la resistencia francesa. Con nervios de plomo, se hizo pasar por periodista y comenzó a enviar informes a Londres sobre los movimientos de las tropas enemigas. No solo eso, también colocaba explosivos en instalaciones militares nazis, sembrando el caos entre los ocupantes.
Su valentía y habilidades la convirtieron en una leyenda dentro de la resistencia, pero también atrajo la atención letal de la Gestapo (la policía secreta oficial de la Alemania nazi). Desesperados por atraparla, los alemanes imprimieron carteles con su retrato y un mensaje escalofriante: "Esta mujer que cojea es una de las más peligrosas agentes de los aliados en Francia, y debemos encontrarla y destruirla". La caza estaba en marcha, pero Virginia no tenía intención de rendirse sin luchar.
Con su ciudadanía estadounidense y su discapacidad, Virginia no despertaba sospechas de la Gestapo, lo que le permitió, bajo el seudónimo "Heckler", organizar una célula de resistencia francesa sin demasiadas dificultades. Su objetivo principal era garantizar el rescate de pilotos británicos derribados y brindar apoyo a otros grupos de resistencia y agentes del SOE. 
No bostante, sus pasos llamaron la atención de Klaus Barbie, el brutal jefe de la Gestapo en Lyon, conocido por su implacable tortura a prisioneros. Obsesionado con capturarla, Barbie lanzó redadas continuas, interceptó comunicaciones en morse dirigidas a Londres y torturó a numerosos detenidos en un intento desesperado de encontrar pistas sobre la indomable espía. La astuta y tenaz Virginia se convirtió en el objetivo principal de una feroz caza, mientras continuaba su lucha incansable contra el régimen nazi.
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Foto:Getty Imágenes

Los aliados y Francia

Virginia adoptó la identidad de Marcelle Montagne, una anciana campesina del pequeño pueblo de Crozant, en el centro de Francia. Vivía en una granja donde cuidaba vacas, hacía queso y ayudaba al propietario. Durante ese tiempo, recopiló información crucial sobre los movimientos de las tropas alemanas y estableció contactos con la resistencia. A pesar de la sólida cobertura que le brindaba su nueva identidad, fue interrogada y varios agricultores locales fueron asesinados. Ante el riesgo de ser descubierta, Hall envió por radio a Londres el siguiente mensaje: "Los lobos están en la puerta", y escapó.
La resistencia liderada por Virginia Hall jugó un papel fundamental en obstaculizar el avance alemán hacia Normandía, saboteando líneas ferroviarias, comunicaciones, puentes y carreteras. En las semanas previas al Día D, Virginia organizó la resistencia en Cosne, estructurándola en cuatro grupos de 25 hombres, cada uno encargado de realizar actos de sabotaje contra las unidades alemanas. 
A medida que se acercaba el Día D, sus esfuerzos se intensificaron, logrando ralentizar significativamente las fuerzas enemigas. Virginia no estaba sola en esta peligrosa misión; valientes mujeres como Diana Rowden, Violette Szabo y Lilian Rolfe llevaron a cabo operaciones similares en otras áreas. Trágicamente, sus colegas fueron capturadas y terminaron sus días en los campos de exterminio de Ravensbrück o Dachau, pero su valentía y sacrificio dejaron una marca indeleble en la lucha contra la opresión nazi.
Gracias a Abbe Ackuin, un infiltrado de la Gestapo en la resistencia francesa con el nombre en clave "Bishop", los nazis lograron arrinconar a Virginia. Su captura parecía inminente, pero la "dama coja" como la llamaban los alemanes, logró escapar heroicamente cruzando los Pirineos con su pierna ortopédica, llegando a España. Sin embargo, al llegar a la frontera, las autoridades de inmigración la arrestaron por no tener un visado. Pasó seis semanas en una prisión en Figueres (Gerona) hasta que la embajada de Estados Unidos intervino, presionando a las autoridades franquistas para su liberación. Tras esta experiencia, Hall dejó el SOE británico y se unió a la OSS, la Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos, precursora de la actual CIA.
El trabajo de Hall como espía fue clave para que los Aliados lograran recuperar Francia. Su valentía y habilidades no pasaron desapercibidas, y su legado perduró mucho más allá de la guerra. Después de la Segunda Guerra Mundial, continuó su labor en la CIA, donde su nombre se perpetuó en las instalaciones de la agencia. Fue honrada con numerosos reconocimientos: el gobierno francés le otorgó la Croix de Guerre avec Palme; el británico, la hizo miembro de la Orden del Imperio Británico; y el estadounidense le entregó la Cruz del Servicio Distinguido. En 1950 se casó con Paul Goillot, un antiguo compañero del OSS. No tuvieron hijos y permanecieron juntos hasta su muerte. Virginia Hall falleció en 1982, a los 76 años, dejando tras de sí una huella imborrable de heroísmo y servicio.
Elena Chafyrtth
CULTURA EL TIEMPO
@lachafyrtths
Verónica ChafyrtthPeriodista cultural
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