¡No hay victoria sin sufrimiento! ¡Si lo sabremos nosotros! Nada fue fácil nunca y esta no iba a ser la excepción.
Colombia se clasificó a una final de Copa América después de 23 años, una vida, en una auténtica batalla, una gesta que tuvo todos los condimentos: drama, expulsión, sacrificio, milagros en las áreas... todo, todito, todo lo que era necesario para una victoria 1-0 contra una Uruguay que dejó el alma pero que pecó de imprecisión. ¡Por fortuna! ¡Somos finalistas! Agárrate Argentina, cuídate Dibu, que ¡¡vamos por ustedes!!
Cinco minutos dejaron claro el libreto: Uruguay y su presión alta, sus mediocampistas metidos en terreno nacional y Colombia respondiendo, a vértigo y ambición, buscando cómo sacar a Díaz del acoso de su marca y encontrando en el camino espacios para Arias, porque sobre James la marca era asfixiante. Era un tablero de ajedrez, un juego más cerebral que otra cosa.
Tanto se preocuparon por Díaz que pronto les dio la razón: primero ganó el mano a mano que luego no tuvo cómo resolver, después metió el centro a la cabeza de Muñoz que salió muy cerca del palo, y apareció de nuevo a un cobro de costado de James que le adivinó Rochet.
Pero el del frente era Uruguay y vale decir que nos salvamos cuando Valverde conectó por primera vez con Núñez, quien superó a Cuesta y metió un gran remate ligeramente desviado. Y pasaba todo antes de los primeros 20 minutos, un retrato de la intensidad sin tregua de ambos contendores.
De nuevo Núñez tendría otro remate cruzado, por fortuna demasiado cruzado, y perdonaba sobre los 26 en un remate frontal que iba alto, cuando saltaban las alarma en la zona posterior nacional, que daba ventajas por el sector de Mojica. Para sumar a las dificultades, Bentancur hacía un trabajo impecable sobre James, que no podía respirar sin tener esa sombra encima, la que, para beneficio del 10, se esfumaba cuando chocaba el mediocentro con un compañero y tenía que salir lesionado. ¡Qué alivio!
Y en su primera acto de libertad, el capitán nacional metía un centro divino a la cabeza de Córdoba, quien superaba a los centrales pero no le daba dirección al remate, y a los 40 se apuntaba su sexta asistencia de la Copa: centro impecable al medio del área, fenomenal vuelo de
Pero vino el error de uno de los mejores del equipo: tontería de Muñoz, que tenía una amarilla justa, en la reacción con codazo incluido a Ugarte y roja merecida. Y a parar con diez.
Porque el complemento trajo más problemas: Darwin perdonó de nuevo (¡bendita era su falta de puntería!) y cayó lesionado Ríos en una falta rarísimas en la que ni se ve el golpe, y quedaba tirado y el juez reanudaba y James protestaba proque Colombia jugaba con nueve y toma tu amarilla. Fin del partido para Colombia. Hasta ahí se jugó, de ahí en más se sobrevivió.
Tocó reemplazar al pulmón del medio con Uribe y sacrificar al mejor asistente de la Copa por el chico Castaño y después refugiarse en Camilo Vargas y resistir el nuevo intento de Valverde en un espectacular remate rastrero y el remate al palo del recién llegado Luis Suárez y el equipo uruguayo con todos menos Rochet en campo colombiano.
Llegaría para el cierre Mina, porque había que meterle más ladrillos al muro, y se mataba Lucho chocando contra los zagueros uruguayos, en una quijotada en al que decidía mal cuando le quedaba una única pelota en el área uruguaya.. Pero luchaba tanto y aguantaba tantos golpes que quién le iba a protestar.
Con la vida defendía Mojica, que iba de menos a más en el partido y parecía, a los 84 minutos, que iba a ser suficiente con el plan candado. Se iba Díaz ya sin una gotita de sudor y respondía Vargas a los intentos repetidos de los uruguayos, poniendo lo que faltaba: un arquero salva partidos.
Y con Uruguay jugado se perdía inexplicablemente Uribe dos goles para liquidar el partido, el que le sirvió Castaño, el que estrelló en el travesaño ya en tiempo de adición. ¡Cómo si hiciera falta drama!
Ahora Colombia se cita con Argentina por el título de la Copa América 2024. El sueño cumplido, el sexto partido, el anhelo vivo hasta el domingo Miami. Ya se jugará más de lo que se peleó en Charlotte. Las batallas no tienen que ser lindas, tienen que ser exitosas. Y Colombia supo ganar, de principio a fin, la suya.
