Colombia se encuentra en una encrucijada crítica. A medida que nos acercamos al 2026, es evidente que no hay espacio para tibiezas. El país enfrenta una pérdida de institucionalidad, una degradación del debate público, y un desbordamiento de la corrupción, clientelismo y nepotismo.
La seguridad ha vuelto a ser el principal clamor de los ciudadanos, tanto en las ciudades como en el campo. Los indicadores sociales y económicos reflejan una realidad sombría: aumento de masacres, desempleo creciente, y una economía que languidece bajo un gasto público descontrolado. En este contexto, los movimientos y partidos políticos deben iniciar, desde ya, procesos decisivos y coherentes para enfrentar los desafíos inmediatos.
Estamos a 21 meses de las elecciones presidenciales y a 19 meses de las consultas internas, un período que, aunque parezca extenso, se reduce drásticamente en la dinámica política.
No podemos permitirnos llegar a esa fecha atomizados y con 45 candidatos dispersos. El país demanda claridad y firmeza, no una lista interminable de aspirantes sin propuestas concretas ni liderazgo definido.
Colombia tiene la oportunidad de elegir, por primera vez en su historia, a una mujer como presidenta. Los nombres de Vicky Dávila, Claudia López, María José Pizarro, y María Fernanda Cabal resuenan con fuerza en el escenario nacional. Sin embargo, no basta con tener figuras prominentes; es crucial que cada una defina con claridad su posición sobre los temas más críticos: seguridad, pobreza, corrupción, empleo, legalidad, y paz.
La región Caribe jugará un papel determinante en esta contienda, como lo ha hecho en elecciones pasadas. Desde 2014, esta región ha sido decisiva para el triunfo electoral, cambiando su preferencia ideológica según las circunstancias del momento.
Desde Santos II, pasando por Duque y ahora con Petro, la región Caribe ha demostrado ser el barómetro electoral del país. Es fundamental que los candidatos recorran estas tierras, escuchen a sus habitantes y ofrezcan soluciones viables y tangibles para sus problemas.
El tiempo de las ambigüedades ha terminado. Colombia no puede permitirse más candidatos tibios, que evaden los temas complejos o se esconden detrás de discursos vacíos.
La ciudadanía exige conocer con claridad sus posiciones y compromisos sobre los grandes temas que definirán el futuro del país. La gente está hastiada de que los bandidos se estén tomando nuevamente el territorio con la anuencia del gobierno.
El 2026 será decisivo para el futuro social, económico y democrático del país. No hay espacio para pasar de agache ni para el oportunismo político. Se necesita una visión clara, un liderazgo fuerte y un compromiso real con las soluciones que Colombia requiere. El tiempo de los tibios ha terminado.
En el 2026 necesitamos recuperar a Colombia sin volver al pasado, sin tibiezas y con la convicción que cesará la horrible noche.
Víctor Muñoz
Emprendedor, investigador, analista
